No
siempre ni de todo lo que sucede en nuestra ciudad tienen la culpa los
políticos, aunque no por ello se les pueda eximir de la parte de
responsabilidad que les corresponde pues en última instancia es a ellos a
quienes se les ha otorgado el derecho y las obligaciones inherentes al control de
sus respectivas áreas.
En
muchos casos son los empleados municipales, generalmente funcionarios
cualificados para el desempeño de sus tareas, los que en un alarde de exposición
y puesta en práctica de sus brillantes ideas, hacen gala sin ningún tipo de
reserva ni pudor de las facultades por las cuales fueron asignados a sus
funciones. Bien es cierto que, por suerte o desgracia, ese prurito exhibicionista
solo sale a luz en contadas ocasiones y que generalmente atañe a temas menores;
sin embargo esa limitada causalidad no impiden ni reducen las repercusiones que
en mayor o menor medida producen en el vecindario. Pongamos como ejemplo
ilustrativo un caso de rabiosa actualidad.
Recientemente
se ha llevado a cabo el arreglo de los alcorques de las dos hileras de falsos
plátanos situadas en la parte en que la Gran Vía se ensancha donde antes se
unía la calle del Cristo con la plaza de Colón. Estos árboles, que otrora unían
sus ramas como lo hacen muchos congéneres en distintos lugares de nuestra
geografía formando paseos abovedados en verde -de los que quizás sea arquetipo
el paseo del Espolón en la capital burgalesa- ahora lucen independizados sin
saber muy bien por qué: si para preservarlos unos de otros de plagas
contagiosas o como tributo a la individualidad, virtud y actitud social que hoy
está tan en boga. Al utilizar esa referencia no quiero ni mucho menos comparar
nuestro recoleto y minimalista paseo con el que antes he citado, de mucha más entidad,
historia y abolengo, pero salvando las dimensiones y las distancias que separan
a ambos el nuestro no tiene nada que envidiar al otro que no sea la proximidad
del río Arlanza.
|
Paseo de plátanos en la Gran Vía de Majadahonda |
|
Paseo del Espolón en Burgos
|
Estos
árboles –decía- han tenido a lo largo de su vida distintos tipos de alcorques
en función de las modas o tendencias. La última de ellas, que ahora ha sido
sustituida, consistía en una mezcla heterogénea de materiales sintéticos fijos
imitando cantos rodados de pequeño tamaño: rígidos en la parte externa, y
flexibles en la corona que circunda al tronco. Lo cierto es que había sido una
solución más estética que duradera, a la vista del desigual estado de conservación
que todavía puede apreciarse en algunos elementos que aún se mantienen en otras
zonas de la misma calle, ya que si unos todavía se mantienen en condiciones
aceptables otros se muestran bastante deteriorados. Hay una buena parte de
ellos que han precisado una intervención anterior a base de sustituir la mayor
superficie del hueco por un adoquinado de piezas imitando a un suelo antiguo
pero manteniendo el núcleo flexible alrededor del árbol. También en estos casos
el transcurrir del tiempo y el empuje vital de la naturaleza ha hecho que
muchos de ellos se hayan levantado o deformado, lo que viene a decir que este
tipo de soluciones no son adecuadas ya que apenas duran unos cuantos años.
|
Estado que presentan algunos alcorques ejecutados con materiales sintéticos |
|
Arreglos realizados en años anteriores |
No obstante, el
nuevo diseño que ahora presentan es un simple adoquinado de piezas de cemento
en color amarillento (bastante feo, por cierto) que por su forma prismática
dejan en el centro un hueco de forma rectangular adecuado al tamaño de cada pie,
que se rellena –y ahí está la brillante idea- de minúsculas piedrecitas sueltas
sin ningún tipo de ligamento o protección. De este modo, lo que inicialmente
era un plano nivelado de áridos naturales que quedaban enrasados con los
adoquines, se convierte a los pocos días en un boquete desigual que escupe
piedrecitas a su alrededor dispersándose cada vez más lejos cuales cuerpos
celestes en el cosmos tras el Big Bang. Y,
por lo visto, ha debido de gustar porque ese mismo modelo ya se está ejecutando
en otras zonas de la Gran Vía.
|
Nueva solución de alcorques llevada a cabo recientemente |
Quienes
hayan decidido este modelo son merecedores de las más sinceras felicitaciones.
Mi reconocimiento está fundado en los aspectos funcionales más que en los
puramente estéticos, que pasarían a un segundo plano. Y estas son las razones:
en primer lugar, por el hecho de haber tenido en cuenta que en una zona
frecuentada por niños, -no hace falta recordar que en su proximidad se encuentra
el único parque infantil de esta vía peatonal- y que los pequeños siempre
respetan escrupulosamente todo lo que hay a su alrededor por muy delicado que
sea, y por supuesto no suelen hurgar en la tierra ni jugar con piedrecitas por mucho que
esas tentaciones se les ponga a su alcance; y en segundo, por haber considerado
que en un pueblo donde los perros campan a sus anchas y se les permite miccionar
y defecar donde les plazca – y no hace falta ser un experto en comportamiento animal para saber
que las esquinas, las farolas y los árboles son sus lugares preferidos- colocar
piedrecitas sueltas de relleno en los alcorques no solo es una solución
higiénica y duradera sino que tampoco presenta ningún peligro para la salud de
los niños que jueguen con ellas y no existe ningún razón para pensar que se las
pueden llevar a la boca.
Desde
aquí propugno la creación de galardones BIU (Brillantes Ideas Urbanas),
distinciones que de instaurarse en nuestro municipio servirían para premiar
anualmente a las mejores propuestas para las dotaciones y el equipamiento de
nuestras calles y espacios exteriores. Y, por supuesto, que mi voto de esta
edición sería para la nueva solución de alcorque. Se lo merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario