Vox ha vuelto a dar la nota. Parece que se está desmelenando. Si hace unos días hablábamos de su abstención en la moción presentada por el grupo socialista para acordar un Pacto por la Salud que mejorase la prestación sanitaria en nuestro municipio y que se votó en el último pleno (abstención que a la postre fue determinante en que esa moción fuera aprobada dejando en cueros a sus socios populares y abandonándolos en soledad y en ridículo), hace tan solo unos días repitió un desplante que afectó por igual al resto de grupos políticos que tienen representación en el Consistorio.
En
esta ocasión fue algo muy distinto, algo que apenas tiene repercusión directa
sobre la ciudad salvo en lo concerniente a la opinión que pueda tenerse de ella
desde fuera. Se produjo hace poco más de una semana, exactamente el pasado 9 de
marzo, día que la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) propuso para que todas las
entidades locales de nuestro país leyeran en acto público una declaración institucional en apoyo de Ucrania y de
rechazo a la invasión de su territorio por la Federación Rusa, episodio que ha
ocasionado el enfrentamiento bélico entre ambos países y, como consecuencia, un
flujo de desplazados de tan extraordinarias dimensiones como no se habían
conocido en Europa desde la II Guerra Mundial.
En
su estrategia de ir en contra de todo lo que a la mayor parte de población le
parece sensato, Vox se desmarca para poner su nota de discrepancia sin dar a
conocer un motivo claro que lo justifique, lo que viene de decir que tampoco
ellos mismos lo tienen claro. O si lo tienen y no lo quieren confesar, tampoco
lo demuestran a tenor de los titubeos y reservas que estuvieron poniendo al
texto de la declaración que iba a ser consensuada para su lectura posterior en
ese acto.
Después
de estar mareando la perdiz durante las vísperas, exigiendo cambios y
rectificaciones a varios borradores que le fueron presentados, finalmente los
ediles de Vox decidieron no asistir a la concentración ni tampoco firmar la
declaración conjunta, lo que impidió que el resto de grupos municipales se
adhirieran formalmente ni siquiera a la nota emitida por la FEMP, dejando el
micrófono, el atril y los altavoces que se habían preparado para ello es total
estado de reposo. Bueno, en total inactividad no, porque al menos los altavoces
sirvieron para reproducir el himno nacional ucraniano, y el micrófono para
recoger el eco de los aplausos de los asistentes.
Después del malogrado acto, tanto el Ayuntamiento como los grupos políticos del PP, Ciudadanos y PSOE conjuntamente, hicieron públicos sendos comunicados para explicar lo sucedido.
Ya
estamos un tanto habituados a esa forma de proceder por parte de esta formación
política en cualquier ocasión que se le presenta, lo que no significa que a ese
comportamiento -para lisonja de muy pocos y desgracia de la mayoría- debamos
acostumbrarnos. Para todos aquellos que creen en la libertad y el espíritu
democrático, la llegada de estos personajes a las instituciones en un auténtico
infortunio. Bajo el disfraz de gente corriente y sus forzados modales de
aparente urbanidad, se ocultan dinamiteros que pretenden obstaculizar el
desarrollo de nuestras instituciones y hacer volar por los aires la concordia
social.
En
julio de 2019, cuando tras las elecciones municipales el PP anunció que iba a
pactar con Vox para garantizar la gobernabilidad durante la legislatura, ya
aventurábamos que ese acuerdo no era bueno ni para el partido más votado ni
para el pueblo de Majadahonda. El tiempo nos está dando la razón. Tener a ese grupo
en el Equipo de Gobierno es una pesada carga para todos excepto para sus correligionarios.
El Partido Popular ya lo viene padeciendo en sus carnes desde hace mucho y, a día
de hoy, esa amistad se ha convertido en un incómodo lastre del que tiene que desembarazarse
cuanto antes ni quiere salir a flote.
Para
el ciudadano de Majadahonda la presencia de Vox en el Gobierno municipal tampoco
ha supuesto ningún beneficio. Porque, aparte de llenar las rotondas de banderas
y de cambiar la iluminación de las fuentes y la fachada de la Casa Consistorial a colores rojos
y gualdas, pocas cosas buenas más han hecho. Por el contrario, gracias a sus maniobras
nos han quitado el boletín municipal (que lleva más de seis meses sin editarse,
por empeño suyo) y nos han vedado también la oportunidad de que nuestra ciudad pudiera
hablar claro de su repulsa a las tropelías del gigante ruso y expresar nuestra solidaridad
con el pueblo ucraniano. Poco a poco nos van sustrayendo más cosas. Confío en que
no dejemos que nos arrebaten la dignidad.
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