miércoles, 23 de enero de 2019

El vertedero del cementerio

Hay que reconocer que tuvieron mala suerte esos jóvenes rumanos. Venir desde tan lejos para hacer historia y acabar con la suya nada más llegar, sin poder demostrar su ardor guerrero y su valentía, casi sin pena ni gloria… Es como si te apuntas a una expedición para subir al Mont Blanc y te sorprende un alud que sepulta el campo base sin apenas darte tiempo a calzarte las botas.

El otro día me acerqué al cerro de la Radio. Hacía tiempo que no paseaba por allí y tenía curiosidad por ver los estragos de la conmemoración fascista, sin embargo no encontré ninguna señal de que hubiera ocurrido nada de particular porque presentaba el mismo aspecto de siempre. Tal vez el monumento y su explanada de baldosas pudieran estar algo más despejadas de la porquería que habitualmente muestran, pero daban la misma sensación de abandono, aislamiento y soledad; como algo triste y desubicado en el espacio y en el tiempo.


Monumento a Mota y Marin en el cerro de la Radio de Majadahonda

Antes quedaba discretamente arropado al abrigo del edificio de la radio y de la tapia del cementerio. Incluso los árboles cercanos se integraban en él ocultándolo en parte. Pero ahora, demolidas las ruinas próximas, resalta más su característica silueta a los pies de la horrorosa antena de comunicaciones.

Me llamó la atención la cantidad de basura que se acumula en el triángulo que forman el monumento, la caseta de la antena y la valla del camposanto. Escombros, plásticos, botellas y despojos de todo tipo se amontan allí como si fuera un vertedero. Noté también que el muro del cementerio había sido encalado recientemente, y observé que si la finalidad de esa intervención era la de ocultar las pintadas de los grafiteros, el beneficio había durado bien poco porque ya avanzaba la colonización de los lienzos con un nuevo muestrario multicolor. Y se notaba que eran recientes por el olor a disolvente y los botes vacíos que quedaban por el suelo.


Grafitis en la valla recién pintada del cementerio municipal

No entiendo muy bien el por qué se esa obsesión en ocultar los grafitis y, sin embargo, consentir que la zona parezca un estercolero donde se permite el vertido de escombros y el depósito de basuras en todas sus modalidades. Al fin y al cabo, esas pinturas son lo menos molesto que hay por allí; hasta puede decirse que dan un toque de alegría y dignidad a ese entorno. Y tal como está éste, incluso podrían considerarse auténticas obras de arte.


Vertedero junto al cementerio municipal

El permanente descuido de muchos lugares de nuestro término municipal -algunos muy cerca del casco- da idea de la poca preocupación que las autoridades prestan a los espacios urbanos que quedan lejos del alcance en las fotos de propaganda. No sé si será culpa de la indolencia de los servicios técnicos, del incumplimiento de las obligaciones del contratista de limpieza, de la desgana de la Policía Local, de la desidia de los concejales responsables de estas áreas, o de la indiferencia del Alcalde. Pero lo cierto es que la situación en que se encuentra esa zona en particular es impropia de una ciudad que se precia de ser un lugar envidiable para vivir, y es absolutamente incoherente con los altos presupuestos que se destinan a vigilancia y limpieza dentro de las cuentas municipales.

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