Novedades y Navidades
son dos vocablos que, aún guardando mucho parecidos en su fonética y
ortografía, y tener el mismo número de silabas y pronunciarse con la misma
entonación, tienen significados dispares. Pues mientras que una se refiere a un
periodo determinado del año, circunscrito a un tiempo concreto y por tanto
imbuido de esa característica particular de las cosas enraizadas y repetitivas
que tiene todo lo relacionado con la tradición y la cultura popular, la otra
atañe a todo lo contrario ya que representa aquellas situaciones que se salen
fuera de lo esperado y pueden por ello significar sorpresa al ser totalmente
inusuales. También se diferencian en el grado de importancia de su letra inicial,
puesto que una suele comenzar por mayúscula y la otra no, salvo que vaya al
principio de la frase.
Baste, pues, esta
retórica introducción para adentrarnos en el tema que hoy nos ocupa y que,
curiosamente, tiene que ver con esas dos palabras, unidas a su vez a una
tercera que no es otra que la que da nombre a la ciudad donde vivimos. Que
nadie se llame a engaño si piensa que el contenido de esta entrada les va a
sorprender o si cree que va a quedar atónito con su lectura. Lo más probable es
que no sea así y que tal vez por eso quede un tanto desilusionado. Ya lo
advierto de antemano: son temas menudos, casi intrascendente y tal vez poco
atractivos; pero no he querido dejar pasar la oportunidad de hacerlo, quizá
movido sólo por una razón de escasa importancia pero bastante significativa. Y
es que ya solo el hecho de que exista un motivo para hablar de novedades en
nuestro pueblo constituye en sí mismo una auténtica novedad.
Uno de los aconteceres
insólitos que nos han traído las Navidades ha sido la ausencia de las revistas
municipales correspondientes a los meses del pasado diciembre y el presente
enero, hecho que solo tiene un precedente en el año 2018. Es cierto que en
ocasiones ha dejado de editarse en alguno de estos meses pero únicamente en
aquella ocasión y en ésta se han omitido en ambos. Lo peor de todo es que el
boletín tampoco se ha editado en los meses de octubre y noviembre de 2021 sin
nada que lo justifique, como no sea que el Equipo de Gobierno haya optado por
sucumbir ante la presión que ejerce Vox para que esa publicación se suprima definitivamente. Sea como sea, desde el
Ayuntamiento no se ha dado ninguna explicación.
No puedo decir que yo
sea un forofo de la revista municipal; eso, que quede claro. Pero aunque su
formato no sean puntero ni su contenido ameno, y que incluso pueda llegar a
considerarse una especie de plataforma de propaganda del partido gobernante, no
cabe duda que es un vehículo de información que no debería eliminarse y que,
mal que bien, hace partícipes a los vecinos de lo que sucede en su ciudad. Y,
si llega a tiempo –cosa que no siempre ocurre-, sirve para estar al tanto de
las convocatorias o espectáculos a los que acudir siempre que suscite interés y
haya aforo suficiente, circunstancias que raramente coinciden al mismo tiempo.
Además, he de admitir que para este blog el boletín constituye una fuente de
recursos no desdeñable al cual hemos recurrido en no pocas ocasiones, y que me
sentiría muy afectado si tuviera que prescindir de él de ahora en adelante.
Portada del boletín 'Navidad en Majadahonda 2021-2022' |
En compensación, el
Ayuntamiento ha tenido la gentileza de repartir otra publicación titulada ‘Navidad en Majadahonda 2021-2022’ una especie
de magazine de 28 páginas que viene a ser un programa de los actos y festejos
programados para esas fechas. Aunque no faltarán críticas a su modelo, hay que
admitir que por lo menos ha dejado a un lado el prototipo de portada casposa y
con banderita incluida que venía rigiendo, y ha empleado para su impresión un
papel menos grueso, brillante y ostentoso que el anterior, a mi juicio más
agradable y ecológico que éste. Sin descartar que habrá quien tenga distinta
opinión y considere que ese folleto se parece más a un catálogo comercial de
supermercado que a una revista municipal.
Como es lógico, su
contenido se centra fundamentalmente en destacar los actos que tendrán lugar entre
el 9 de diciembre y el 5 de enero, un batiburrillo de actividades lúdicas,
culturales y religiosas previstas para
ese periodo. Lo que resulta un poco cargante es la proliferación de adornos
navideños insertados por todos los rincones. Bolitas, lacitos y estrellitas
invaden las páginas hasta la extenuación. Tanta adorno cósmico a base de estrellas de cinco puntas les
hizo a mis hijos mucha ilusión cuando la hojeábamos en busca de ofertas
apetecibles. A mí, no tanta; aunque he de decir que me trajo agradables
recuerdos de la infancia. Todos los años por estas fechas y hasta que falleció,
íbamos la familia al completo de visita a casa del abuelo Lorenzo. Yo siempre
aprovechaba esas ocasiones para pedirle que me enseñara su gorra de militar en
la que había incrustadas dos estrellas de subteniente. Ver tímidos reflejos que
despedían esas piezas metálicas era para mí algo mágico y durante mucho tiempo
pensé que algo así, pero mucho más grande y brillante, debía ser la estrella de
Belén.
Cada cual puede
juzgar si la programación elaborada es acertada y completa o no. Supongo que,
como ocurre con todas las cosas, las opiniones serán dispares: a unos les
parecerá bien y a otros, sin embargo, impropia de una ciudad que presume de
tener las cuentas saneadas. Yo prefiero abstenerme. Pero quiero decir algo al
respecto y es que, si me dan a elegir entre anunciar con bombo y platillo que
la Navidad de Majadahonda era de tal pompa y circunstancia que merecían una
distinción internacional (véase la primera
entrada de esta bitácora en diciembre de 2018, y las posteriores del año siguiente) y hacerlo
de una manera menos engreída y más humilde, me quedo con ésta. Es mejor
disfrutar que presumir. Sobre todo cuando no hay motivos para ser vanidoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario