No
piense nadie que el asunto de las terrazas invasivas se acaba en la Gran Vía ni
que es en esa calle donde se comenten los atropellos más graves porque se
equivocará de cabo a rabo. En realidad, y por desgracia, ese abuso consentido
es una tónica general de nuestro municipio y está copiosamente extendido por
dondequiera que vayas. Y tanto se trata de casos de notable fundamento y gran
superficie como de pequeña repercusión, pero todos ellos con un mismo carácter
denominador: la infracción urbanística. Hoy vamos a ocuparnos de un tipo de
ocupación más grave y descarada porque va acompañada de la instalación de
construcciones estables y permanentes que no solo hurtan el suelo público de
forma permanente sino que constituyen claros ejemplos de infracciones
urbanísticas. Pongamos varios ejemplos de
todos conocidos.
Plaza de la Constitución
Apenas
inaugurada la Plaza de la Constitución en marzo de 2011 y sin haber dado tiempo
casi a que se endurecieran las zonas de terrizo, los responsables del local
entonces llamado Rubido, ubicado en los bajos de uno de los edificios que cierran el perímetro oeste, se apresuraron a ocupar una parte importante de la franja libre en la zona
oeste de la plaza mediante la instalación descarada de una estructura
permanente, con cimentación incluida, con el fin ejecutar una plataforma
horizontal elevada que salvase el desnivel de la explanada. La construcción
consta como digo de cimentación, postes, base de entablado, y una estructura
metálica que soporta la cubierta de lona que permanece muchos días extendida.
Tiene, asimismo, paredes laterales que cierran casi completamente el recinto
con paneles metálicos, farolitos y acristalamiento, por lo que puede
considerarse una caseta permanente en toda regla lo que está específicamente
prohibido por la ordenanza al no ajustarse a las especificaciones permitidas
para este tipo de instalaciones, y constituye una clara usurpación del suelo
público para uso y beneficio privado.
Primeros trabajos sobre el terrizo original |
Casa-terraza del antiguo Rubido |
Pasados más de
8 años desde su implantación ilegal, el aparatoso engendro -ahora regentado bajo
el nombre de Nuevo
Fogón- sigue en la misma posición sin que el Ayuntamiento haya
hecho el más mínimo amago para su retirada.
Casa-terraza del Nuevo Fogón, hoy |
Recientemente
se ha levantado a pocos metros y con el mismo descaro otra construcción similar,
algo más pequeña pero igualmente estable, con su estructura metálica permanente
y cierres laterales, lo que hace suponer que se mantendrá sine die como un elemento permanente, restando espacio al uso libre
de los vecinos de acuerdo con el proyecto original de la plaza. El nombre del
establecimiento hostelero a que pertenece (Fogonxito) hace sospechar que tiene
alguna relación con el anterior y que sus propietarios gozan del mismo trato de
favor, por lo que no debe de resultar muy extraño que, como en el caso
anterior, la Policía y los servicios municipales de quienes depende la
vigilancia, denuncia y paralización de estas actuaciones hayan hecho
exactamente lo mismo que en el caso antecedente: nada.
Casa-Terraza del Fogonxito |
Esquina de las calles San Andrés y
Santa Isabel
Con más
antigüedad que los dos antes mencionados pero con un nombre parecido (El Viejo Fogón),
la terraza de este restaurante ocupa desde lustros la acera de forma
sensiblemente triangular que se forma en la confluencia de la calle San Andrés con Santa Isabel, otro
espacio público más hurtado a los vecinos. Como sucede en el caso de su
homónimo más joven, la inclinación del pavimento urbano “ha obligado” a hacer
una plataforma de regulación que se cerrado de forma más ostentosa con
empalizada, ventanales material plástico, lonas y cubierta permanente, creando otro espantoso recinto apropiado de forma ilegal e
incumpliendo de forma insolente las ordenanzas.
Casa-terraza de El Viejo Fogón |
Se ve que
alguien en el Ayuntamiento siente debilidad por los fogones o por sus
propietarios porque de otra manera no se entiende tan repetida permisividad. Si
es que no es que se trata –tanto en éste como en los casos anteriores- de la concesión de privilegios.
Bulevar Cervantes
Lo que iba a
ser una intervención modelo de recuperación de un espacio degradado acometida
por la administración municipal tiene los visos de convertirse en otro
escándalo. Por una parte, porque lo que en realidad escondía era una nueva donación de privilegios al perdonar los
compromisos adquiridos por el concesionario del aparcamiento bajo el
subterráneo de la Gran Vía, que estaba obligado a la construcción de un
aparcamiento público bajo esa plaza. Por otra, por la gestión tanto de la
construcción del “trenecito” (término por el que se conoce al kiosco que se
ubica en medio del bulevar), ejecutado también con dinero público, como de la
concesión de su explotación, con unas condiciones hechas a medida para algún
“amiguete” de la clientela y con
un canon anual irrisorio. Y la tercera, que es la que tiene relación con lo que
estamos tratando, la permisividad en la ampliación del chiringuito, que en su tiempo se llamó el Boulevard, con una
construcción anexa de tipo ligero pero igual de contundente que las
anteriormente descritas, con suelo, techo y paredes fijas y permanentes,
restando una buena superficie del en teoría paseo central libre y haciendo
prácticamente imposible atravesarlo dada la colocación de macetones, muebles y
otros enseres en la estrecha faja que queda sin edificar ni ajardinar.
Ampliación del kiosco Boulevard |
Interior de la ampliación construida en lo que era antes un paseo peatonal en la zona central del bulevar Cervantes |
Por cierto, ya
que hablamos de este esperpento habría que apuntar algo más sobre el propio
kiosko que, al haber sido construido como promoción municipal, se supone cuenta con las debidas
autorizaciones. Es incompresible que en la escena urbana de Majadahonda, que
cuenta con unas ordenanzas urbanísticas bastantes restrictivas en lo que se
refiere a la configuración estética de los edificios, se permitan estos
adefesios que navegan en un rumbo indefinido entre la arquitectura modernista y
la horterada más repelente.
Calle Rosalía de Castro
En las
estribaciones del eje principal de nuestra ciudad, allá donde acaba la Gran Vía
a escasa distancia de la Ermita y al amparo de la esquina que forma el carril
auxiliar paralelo a la carretera de Boadilla con la calle Rosalía de Castro, se
enfilan un grupo de locales de restauración cuyas terrazas ocupan una franja
entre las edificaciones y el borde interior de la acera, por lo que hemos de
entender que no se ubican en suelo público sino en el de la propia urbanización donde se
asientan.
Sin embargo,
el más listo de todos, que tiene por nombre La Renta, se ha
permitido (y le han permitido) salirse de sus límites, ampliando un poco más su
territorio al aire libre a costa de todos los majariegos. El sarao sigue las
mismas pautas de los que le preceden en la lista y comprende la plataforma
niveladora y empalizadas de cierre con zócalo ciego y galería transparente, pero careciendo en este caso de estructura auxiliares para cubrirlo; todo siguiendo el mismo tono de mal gusto de que adolecen los anteriores.
Terraza de La Renta |
Baste
por hoy con ese muestrario de galpones y corralitos que adornan las calles de nuestra ciudad
ocupando ilegalmente espacios que nos pertenecen a todos, y que a todos nos son hurtados para negocio y beneficio particular con el beneplácito de los políticos
que nos representan y la indiferencia de los funcionarios y empleados
municipales a quienes -¿hay que recordarlo una vez más?- todos pagamos para que
custodien lo que nos pertenece.
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