lunes, 9 de marzo de 2020

Actos bárbaros en Majadahonda

En los libros de historia no consta que Majadahonda fuera objetivo de los pueblos bárbaros que invadieron la península cuando nuestro reino todavía no existía como tal, ni tenía una identidad que reuniera las diferentes nacionalidades que hoy componen nuestro país. Por entonces, nuestro pueblo no había surgido aún como un asentamiento de pastores y agricultores y sería una mota perdida de tierra en la geografía que constituían los páramos de transición entre las tierras de montaña y las vegas de los ríos que antaño regaban con generosidad estas lomas y que hoya apenas llevan agua estancada y sucia.

Tal vez, en algún momento, las bandadas de nórdicos empujados por las migraciones indoeuropeas pasaran de largo por aquí sin detenerse ni siquiera a descansar de sus correrías, pero no lo sabemos con seguridad. Sin embargo, ahora parece que por la Casa de Cultura han pasado los vándalos. De un día para otro del vestíbulo de nuestro querido y significativo centro han desaparecido varios elementos característicos instalados en ese espacio que los majariegos ya considerábamos como parte indisoluble de él, tan familiares e integrados como estaban en el foyer de la sala. Me refiero concretamente a los siguientes: la placa conmemorativa dedicada a Carmen Conde, escritora que da nombre al edificio, que ocupaba una de las pilastras que franquean la segunda puerta de acceso; la vitrina de madera conteniendo premios y trofeos que colgaba de la misma pared un poco más a la izquierda; y el mosaico de fotografías que cubría desde hace años la superficie del anodino lienzo que cierra el vacío de planta primera justo en la entrada.

La placa se descubrió el miércoles 21 de noviembre de 2007 con motivo de un acto institucional en conmemoración del centenario del nacimiento de la prestigiosa escritora, que falleció en nuestro municipio once años antes, y nuestro alcalde, que por entonces era Narciso de Foxá, descorrió la cortinilla en presencia de varios académicos, autoridades y gente de letras. A dicho acto siguió una exposición dedicada a su obra.


Pagina 30 del boletín municipal nº 76 (noviembre de 2007)

La vitrina de trofeos estaba situada a la izquierda de la entrada en el machón contiguo a la puerta lateral. Era un cajón de madera de poco fondo y puertas correderas de vidrio donde se guardaban placas, trofeos y pequeñas estatuillas de certámenes, concursos y festivales.

El mural fotográfico consistía en un mosaico polícromo de instantáneas realizadas por alumnos del taller municipal de fotografía. Conformaban una simpática sinfonía de color que un buen día apareció cubriendo el frontal sobre las puertas de acceso, y cuyo peso propio focalizaba la atención del observador cuando este dirigía la mirada hacia las alturas distrayendo de los ojos curiosos la infumable cubierta traslúcida llena de porquería y los toldos que cuelgan de ella.

Lo curioso es que ahora las paredes donde antes colgaban estas piezas se hallan completamente desnudas, mostrando claramente la carencia de pintura y dejando a la vista las costuras y cicatrices que ha dejado el expolio, léanse tornillos, desconchones y restos de pegamento y cintas adhesivas. Lógico sería deducir que cuando gente civilizada comete estos ultrajes lo hace con un interés especial, como puede ser eliminar signos ofensivos o molestos para colocar otros en su lugar. Pero este caso no se entiende muy bien, pues los signos retirados no eran nada ofensivos ni tenían una orientación política especial, y por otra parte tampoco han sido sustituidos por otros ni por nada. De ahí que me incline a pensar que hayan sido hordas de salvajes las que han perpetrado estas acciones.


Anodino estado que presenta actualmente el vestíbulo de la Casa de Cultura de Majadahonda

No obstante, la normalidad que impera entre los empleados que trabajan en el edificio, y el hecho de  que este acto despiadado no haya salido en las noticias me deja en dudas sobre la autoría de tales desmanes. No quiero sospechar ni por un momento que este despropósito institucional haya partido del partido (que gobierna) u obedezca a una iniciativa municipal, pero mucho me temo que ese rechazo a no admitir lo que para cualquier persona normal resulta inconcebible, ese empecinamiento en no aceptar lo increíble, me conduzca a dejar de reconocer la pura verdad. Y esta no es otra que la orden de retirar estas piezas ha partido de quien lleva las riendas de esta área de gobierno.

Luis Blanco Valderrama es Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid y ha sido politólogo y consultor político durante casi 20 años en la administración local, en diferentes departamentos y concejalías del Ayuntamiento de Madrid. Actualmente es el Concejal de Cultura de Majadahonda, cargo que ostenta desde principios de legislatura. De política y de consultoría deberá entender mucho, pero lo que es la cultura le debe caer un poco grande o traerle sin cuidado. El Sr. Blanco de momento no se ha hecho acreedor a su puesto y no solo se llevará la pírrico honor de ser el edil bajo cuyo mandato la programación cultural de nuestro pueblo ha caído a mínimos históricos sino que, no contento con esta gesta, se le recordará también como el audaz valiente que desmontó los vestigios que acreditaban que en otro tiempo nuestro Ayuntamiento hacía algo por el entretenimiento y la cultura de sus ciudadanos. Y, quien sabe a qué más distinciones hará méritos.


Luis Blanco Valderrama, Concejal de Cultura

Claro que, en escalafón de personalidades distinguidas no estará solo. A su vera tendrá a nuestro actual Alcalde, José Luis Álvarez Ustarroz, que le ha colocado en ese puesto y que permanece impávido ante sus descalabros, mientras ve cómo languidece nuestro municipio; y la Casa de Cultura, al mismo ritmo que lo hace el resto de la ciudad en todos sus aspectos.