lunes, 30 de diciembre de 2019

Pobres en Majadahonda

En estos días de derroche y desmadre colectivo en los que el gasto desmesurado en fiestas, comidas y regalos es la tónica común de la sociedad, hay quienes justo al lado nuestro no tienen ni para lo más necesario. Y en esto nuestro pueblo no es una excepción. Eso es, al menos, lo que dice la voz oficial del Ayuntamiento en la separata del boletín municipal dedicada al programa de las fiestas navideñas. Lo encontramos en las páginas finales destinadas a reseñar las actividades religiosas en la que hace hincapié en la ayudas a personas necesitadas.



Páginas 38 y 39 del programa de festejos navideños de Majadahonda

Yo no acabo de dilucidar si se debe a algún desliz informativo o es algo totalmente premeditado. Lo digo porque en esta ciudad en la que para su Equipo de Gobierno todo es color de rosa, en esta maravillosa y privilegiada población cuyo modelo pergeñado por sus sucesivos regidores en las últimas décadas es el paradigma del municipio moderno y próspero, admitir que existe gente sin hogar, personas menesterosas que precisan ayuda es algo como decir que aquí también hay pobreza.

Esto no es nada que nos deba sorprender porque aquí pobres ha habido siempre, aunque a nuestros gobernantes no les guste reconocerlo. Hay quien piensa que la irrupción de Vox como fuerza política en nuestro Consistorio y en el Equipo de Gobierno tiene mucho que ver con que se hable abiertamente de estas cosas. El problema de Vox es que para esa formación no todos los pobres son iguales: solo si son españoles de largo pedigrí y católicos confesos son considerados dignos de atención; al resto todo lo más que ofrecen es un billete de vuelta a su lugar de origen para dejen de sangrar a nuestro país. Una forma peculiar de entender el cristianismo.

En cualquier caso, esa es la realidad y es una situación que quizá se haya acentuado con la última crisis económica, pero que se lleva arrastrando desde hace mucho tiempo. A pesar de esa evidencia, que puede contrastarse con la información de Cáritas y la Cruz Roja –por citar dos organizaciones que conocen el problema de cerca y que pueden catalogarse de independientes al carecer de otros intereses que no sean la ayuda al necesitado- nuestro Ayuntamiento prefiere que la Iglesia resuelva esta espinosa cuestión mediante recolecta de ayuda o donativos de sus feligreses en lugar de involucrarse decididamente en atajar esta contrariedad mediante asignaciones presupuestarias acorde con sus ingresos y el supuesto poder adquisitivo de su población.

En el reciente informe DEC 2018, redactado elaborado por la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales, que analiza el grado de inversión en servicios sociales y promoción social de los  municipios españoles que superan los 20.000 habitantes y han presentado ante el Ministerio de Hacienda la liquidación de su presupuestos del año 2018, nuestro pueblo sigue ocupando un lugar distinguido dentro del pelotón de los torpes, es decir del grupo de los municipios que siguen siendo precarios en ese aspecto. Para ser justo, hay que decir que hemos avanzado algo ya que ese año se alcanzó la cifra de 49,54 € por habitante en lugar de los 41,05 € del 2017, lo que denota el considerable esfuerzo realizado por uno de los municipios más rico de España de acuerdo con la renta per cápita de sus habitantes.





Si nos atenemos a estos datos, no es de extrañar que tengan que ser los vecinos los que, además de contribuir a esas tareas de forma indirecta con sus impuestos, tengan que acudir al auxilio de los desheredados mediante su acción directa a través de las campañas navideñas. Lo que está muy bien desde el punto de vista de la caridad; pero yo me pregunto si esas personas solo comen en Navidad o lo tienen que hacer todo el año, en cuyo caso esas actividades deberían tener una vigencia permanente.

De todas formas no deja de ser vergonzoso que los responsables municipales, reconociendo esta situación, se desentiendan de ella recurriendo a la caridad ajena para resolver o paliar la penuria de los desfavorecidos a base de donativos, mientras a la Concejalía de Asuntos Sociales destina un presupuesto irrisorio para atender esas necesidades. Eso sí, nuestro modelo de ciudad no se toca aunque para ello tengamos que gastarnos verdaderas fortunas en poblar de flores las rotondas, medianas y parterres durante las cuatro estaciones del año.



domingo, 22 de diciembre de 2019

Majadahonda vive la Navidad

Me ocurre todos los años: casi sin dame cuenta me topo con la Navidad. Esta vez estaba ciertamente expectante por conocer si la programación que se había preparado para estas fiestas se correspondía con la prometedora mención que hacía nuestro alcalde José Luis Álvarez Ustarroz en el saludo del boletín municipal de diciembre, cosa que hacía con estas palabras:

“…Y por fin llega esa época familiar y festiva tan esperada por todos. Majadahonda, como ciudad de la Navidad que es en este año 2019, acogerá novedosas iniciativas, muy especialmente dirigidas a los niños y a las familias que viven estos días con especial ilusión…”

¡Madre mía! Se me había olvidado el magnífico honor que para nuestra ciudad significada el que hubiera recaído sobre ella el nombramiento, premio, reconocimiento o lo que quiera que eso de haber conseguido la extraordinaria distinción de ser considerada Ciudad Europea de la Navidad 2019, hecho que debería lógicamente estar acompañada de unos festejos dignos de ese merecimiento.´

Una forma de echar por tierra las sospechas que se exponían en estas mismas páginas, hace ahora un año, de que ese galardón no era una más que un montaje, pantomima o un bluf (llámese como se quiera), es acreditar el empeño en hacerse acreedora a ese título. Eso es lo que hizo Torrejón de Ardoz, ciudad sobre la que recayó esa distinción en 2018, que puso a disposición de oriundos y extraños un descomunal despliegue de actividades que atrajo a visitantes de otras latitudes, y que recibió elogios y parabienes de cuantos tuvieron ocasión de disfrutarlas.

Pues bien, echando un vistazo al programa que el Ayuntamiento ha editado como separata, expresamente para esta ocasión, no podemos menos que quedar desilusionados una vez más. Decepción que se hace más profunda cuando en la prensa local y comarcal apenas se encuentran menciones de relieve a nuestro pueblo. Por poner un ejemplo: el semanario Gente edición Noroeste, en su número especial del Puente de la Constitución (5 al 13 de diciembre) y en la cual nuestro pueblo figura en los subtítulos de cabecera junto a otros como Pozuelo, Las Rozas, Boadilla y Collado Villalba, Majadahonda no vuelve a aparecer mencionado. Ni siquiera en el artículo ‘Las mejores fiestas de los pueblos de Madrid’ (páginas 15 y 15) en el que se recogen 14 actividades ilustradas con fotografías programadas en varias localidades, pero que no incluye reseña alguna a nuestras fantásticas fiestas locales. ¡Una pena!

Pero, vayamos al grano y desgranemos la publicación con que nos ha obsequiado el Gobierno municipal, no vaya a ser que esas omisiones en los medios solo sean fruto de una conspiración contra nuestro enviado pueblo.



Portada del programa de actividades navideñas en Majadahonda


Lo primero con lo que uno se encuentra nada más voltear la portada es la foto de un belén a toda página en la que destaca la imponente presencia de un niño Jesús que parece gigante al lado de sus padres, tan imponente que da la sensación de que se va a salir de la imagen para darte una patada en las narices.  No sé por qué se ha tomado la foto tan cerca y de forma que las imágenes semejan más a los protagonistas de los viajes de Gulliver que a al más entrañable misterio cristiano; aunque quizá sea solo para eliminar del encuadre a la vaca y al borrico según recomienda ahora la Santa Madre Iglesia, cosa que a mí me da un poco de lástima porque esos animalillos formaban desde hace mucho tiempo parte de la familia. De la de Jesús y de la nuestra.

La página opuesta está reservada al saludo del Alcalde que aparece en una fotografía donde muestra una sonrisa más amplia de lo habitual (se ve que está feliz con el premio), ese gesto tan particular suyo de agarrarse las manos y posar con una cara de no haber roto un plato en su vida. En el texto de su carta vuelve a insistir en lo de la ciudad europea de la Navidad y hace un breve recorrido por la programación que se ofrece, citando expresamente algunas notables actividades que se inician con el encendido de luces y la inauguración del Belén municipal, y terminan con la Cabalgata de Reyes. Entre ambas: el Circo de Navidad, la gran exposición de Playmobil y “un sinfín de originales actividades para las familias” que se recogen con detalle en las páginas siguientes del folleto de 40 páginas.

A primera vista no hay nada que nos haga pensar que las actividades sean ni  muy diferentes, ni mucho más numerosas, ni de mejor calidad que las de otros años. No obstante, sería precipitado emitir un juicio previo sin prestar –como ya venimos haciendo con otras cosas- un voto de confianza para que nuestro Consistorio demuestre que los actos previstos están acorde con la tan honrosa distinción otorgada. Y mucho más sin haber tenido la oportunidad de disfrutarlos. Por tanto, postergaremos hablar de eso para cuando terminen las fiestas.

Lo que sí considero oportuno es apuntar dos cosas que me parecen significativas por su novedad. Una es el relieve que adquieren en esta edición las actividades religiosas (páginas 38 y 39) entre las que destacan sobremanera las realizadas en la parroquia de Santa Genoveva, que alcanza un enfatizado protagonismo en detrimento de las clásicas (Santa María y Santa Catalina). La segunda es que por primera vez en mucho tiempo se reconozca, precisamente en estas páginas y de forma evidente, que en nuestro municipio hay familias necesitadas y personas sin hogar.

¡Sorpresas que nos depara la Navidad!


miércoles, 11 de diciembre de 2019

...y deja pudrirse al resto

Así que nuestra ciudad puede presumir ya de tener una señalización direccional acorde con los tiempos actuales, de forma que pueda orientar a los transeúntes que circulan en vehículos de la mejor manera para volver a rebotarlos fuera lo antes posible y sin que se pierdan. Esperemos que, además de hacerlo con rapidez, lo consiga hacer durante mucho tiempo ya que aquí las inversiones son tan escasas que las a las pocas que se hacen lo menos que se les puede exigir es que sean duraderas.

Pero en lo que a eso atañe, lamentablemente ya hay indicios de que ese deseo no va a cumplirse fácilmente. Lo digo porque no ha transcurrido mucho tiempo desde que se colocaron y ya algunas de las nuevas banderolas han empezado a dar síntomas de rebeldía y han cambiado su posición original señalando ahora otras direcciones. No quiero decir que se hayan cambiado los rótulos de buenas a primeras como por arte de magia sino que, al girarse sin que nadie les haya obligado, indican un recorrido inexistente. Supongo que no será nada grave y se deba sencillamente a que se ha aflojado un tornillo o algo parecido de poca relevancia, pero no deja de causar mala impresión que algo tan importante como que las indicaciones de tráfico sean lo más parecido a la realidad, y que ha sido instalado tan recientemente empiece a fallar tan pronto. Confiemos, pues, en que solo sea un problema de ajuste. Si es así, habrá que darle al menos el mismo grado de confianza y similar dosis de paciencia que los ciudadanos estamos dando a la nueva Corporación para que termine por adaptarse y empiece a dar muestras de orientación.

Otro tema relativo a la nueva señalización que me tiene inquieto es que me ha parecido ver en algún cartel que se han empezado a levantar los bordes de los adhesivos con que se rotulan los pictogramas, y eso es un poco preocupante porque su solución no es tan sencilla como girar un destornillador. No quiero alarmarme y por eso prefiero querer creer que mi percepción solo ha sido provocada por algún deslumbramiento ocasional o que se debe a alguna ilusión óptica con que mi deteriorada vista o las gafas mal limpiadas suelen engañarme. Pero, por si acaso, no estaría de más que los responsables de ese contrato echaran un vistazo más detenido a todos esos cachivaches para comprobar que lo que digo solo son imaginaciones de un vecino miope.

Lo que este vecino miope piensa es que al Ayuntamiento debería haberse estirado un poquito más para poder dotar con mayor presupuesto a esta operación, y de esa manera haber ampliado la modernización o sustitución del resto de cartelería que hay por el pueblo. No me refiero a la incorporación de señales complementarias para los edificios, centros o instalaciones de uso común que comentaba en el post precedente, sino a la que ya existe en la actualidad y se conserva en un estado lamentable o la que está realizada con soluciones propias de un país tercermundista. Para que se entienda bien lo que quiero decir voy a poner dos ejemplos de cada.


Estado actual de una placa de calle

Como muchos de tantos carteles que se cuelgan en las fachadas de las casas para conocer el nombre de las calles, el que aquí muestra la fotografía presenta el fondo azul sobre el que se recortan las letras totalmente cuarteado. Eso da idea de la mala calidad de los materiales empleados; porque es de suponer que un objeto que va a estar permanentemente a la intemperie y sometido a la acción directa del sol, a los cambios de temperatura y al resto de agentes atmosféricos debe estar confeccionado de manera que pueda soportar sus efectos sin deteriorarse. Pues, ahí tenemos la muestra. Y como él, la mayoría. A no ser que nuestro Ayuntamiento, con eso de que no tiene  ninguna obra de ningún artista o arquitecto de fama mundial –vehemente anhelo de toda ciudad que se precie de importante-, haya pensado que ese discreto craquelado pueda recordar las piezas de trencadís que el genial Calatrava va plantando allá por donde tiene la oportunidad de dejar su huella, haya considerado que ese envejecimiento prematuro guarda un cierto parecido con cachos de cerámica hechos añicos y vueltos a recomponer, y que con eso tenemos más que suficiente. Yo, en el fondo, me alegro de que se contenten con tan poca cosa, pues si además de tener que pagar los honorarios que se gastan esas firmas famosas y los elevados e inagotables presupuestos que requieren sus proyectos, tenemos luego que afrontar los defectos constructivos que suelen acompañar a sus obras, estaríamos no ya en la auténtica ruina -como parece que estamos, pese a lo que digan los datos contables y quienes los llevan- sino obligados a tener que ir pidiendo limosna por las esquinas.

El segundo ejemplo del primer grupo es aún más grave y más llamativo porque los elementos de señalización son de mayores proporciones y están a una distancia mucho más próxima al observador y, además, a la altura de sus ojos. Estoy hablando de los paneles que dan información de la ciudad, de los carriles-bici o de sus parques y zonas verdes, los cuales suelen estar junto a sus entradas o en las proximidades y representan su extensión, los límites, los caminos interiores, y el ecosistema que albergan, incluyendo fotografías o reproducciones pictóricas de los animales y plantas más comunes en ellos. Bueno, imagino que esa función debieron de cumplirla en su día porque lo que es ahora solo informan de la dejadez municipal en su conservación o sustitución. Los ejemplos que se muestran corresponden a la cara y al envés de uno de ellos, pero puedo asegurar que todos los que he visto similares –que son unos pocos-  se encuentran en el mismo estado.


Cartel existente al final de la calle Velázquez

Cartel existente junto a al entrada del parque 'Cuesta del Reventón'


Y pasando a los ejemplos de señalización paupérrima, voy a citar dos casos que todavía pueden verse colgados si es que aún no se los ha llevado una ráfaga de viento o han sido arrancado por algún gracioso. El primero de ellos es el conjunto de carteles colocados en las farolas de la Gran Vía para avisar de la zona Wi-Fi, a los que ya hicimos referencia en su día. En este caso nos encontramos con piezas de cartón plastificado con una cierta rigidez y prestancia, dentro de la pobreza de medios que delatan. Además, acompañando a su ya de por sí elegancia innata, presentan un tipo de fijación sumamente delicado y estudiado ad hoc como es una latiguillo negro de esos de atar cables. ¡Olé, ahí!




Cara y cruz de los carteles de zona Wi-Fi en la Gran Vía


El otro caso tiene aún más delito, y lo voy a explicar. Se trata de los carteles de aviso que el Servicio de Jardines, de la Concejalía de Medio Ambiente,  dispuso por algunas zonas del municipio para informar a los transeúntes de que se adentraban en zonas con riesgo de caída de ramas o de árboles enteros. Eso sucedió en los días de vendavales y fuertes vientos que provocaron la caída de árboles durante la pasada primavera y la verdad es que hay que agradecer la ocurrencia de tal medida a quien corresponda. Sin embargo, también hay que reprocharle dos cosas. Una, que para leer lo que pone el letrero haya que ponerse a pocos centímetros de él, tal es el tamaño de la letra; con lo que más que un aviso es una trampa, al invitarte a entrar en la zona de peligro para saber que nunca tendrías que haberte acercado a ella, sino todo lo contrario. “¡Bah -pensará más de uno- una pequeña incongruencia sin la menor importancia!”. Otra, que la durabilidad de la nota informativa era francamente muy limitada ya que consistía en un folio impreso metido en una funda de plástico transparente de esas de archivar documentos bien sujeta mediante unas cuantas vueltas de cinta adhesiva en torno al tronco.





Secuencia de aproximación a un cartel de peligro

Bueno, pues hasta hace poco esos carteles han estado allí bien agarraditos a los árboles hasta que la cinta adhesiva hubo dicho basta. Puedo asegurar que han pasado allí  todo el verano -bastante ajados, por cierto- sin que nadie los retirara una vez pasados los temporales. ¿Olvido? ¿Dejadez? “¡Qué va! –pensará más de uno- Tendrá su razón de ser, porque al fin y al cabo un árbol puede caerse en cualquier momento”.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Majadahonda estrena nueva señalización...

Una de las actuaciones que más se han divulgado en los medios locales ha sido la renovación de la señalización urbana. Y no es para menos, porque se trata de una de las pocas cosas de cierta envergadura (que no sea la rehabilitación de zonas verdes echadas a perder a los pocos años de su apertura e inauguradas ahora como si fueran nuevas dotaciones) que se han hecho en nuestra ciudad en este año. Tanta importancia se ha dado a este asunto que hasta algunos periódicos locales, otros de por aquí cerca y también algún otro de regiones más  apartadas lo han recogido en sus páginas.

Yo pienso que no es para tanto, si caemos en la cuenta de que cualquier ciudad mediamente decorosa debería tener un sistema informativo lo suficientemente completo y eficaz como que se pueda llegar a los sitios de uso más frecuente sin perder demasiado tiempo dando vueltas, o que cualquiera que se adentre en el municipio pueda salir de él cuando desee y sin llegar a sentirse atrapado en el laberinto de su callejero. Sin embargo, para nuestros próceres eso parece ser un objetivo loable y trabajoso, tal es la forma en que lo tratan por su oficina de prensa. La noticia aparece en el último boletín municipal editado (recordemos que es el nº 46 y corresponde al mes de octubre pasado) a doble página, un espacio acorde con el  relieve significativo que se le quiere dar, e informa de que se han colocado 700 nuevas indicaciones, que su instalación se terminará en noviembre –lo que hace suponer que a estas alturas ya se habrán colocado todas- y que la broma ha costado 300.000 euros del ala.


Paginas 24 y 25 del boletín municipal nº 46 (octubre de 2019)

Leídos así, esos datos no suenan muy disparatados. Pero a nada que uno se atreva a hacerse preguntas, la cosa empieza a ponerse vidriosa. La primera duda que a uno le asalta es la más simple: ¿era realmente necesario? Es cierto que Majadahonda no se distinguía por gozar de una señalización vertical muy profusa ni que facilitara elegir la dirección adecuada para llegar a los centros más importantes. Tenía, eso sí unos postes marrones donde volaban unos paneles alargados que por un lado tenían el nombre de las calles y por el otro publicidad, y que curiosamente eran muy parecidos a los que se han colocado ahora. Era ciertamente insuficiente y quizás inadecuada porque, circulando en un vehículo, era difícil leer los letreros sin arriesgarse a tener un golpe o a atropellar a alguien, ya que requerían una atención excesiva para quien está conduciendo. Pero, desde mi punto de vista, hubiera sido mucho más razonable y económico sustituir los rótulos identificativos por otros más legibles a distancia, y añadir los elementos a juego que se consideraran oportunos, que cambiar íntegramente la señal con su poste y todo.

Para un municipio que pasa tantos apuros económicos y carece de un presupuesto de inversiones que para cualquier otro de sus mismas características se considera normal, meterse en una aventura de gasto tan importante sin adoptar otra solución  mucho más imaginativa y económica, es un auténtico dispendio. Sobre todo si se tienen en consideración tres cuestiones que no pueden dejarse a un lado. Una es que se trata exclusivamente de señalización de tráfico, es decir para dirigir a la gente que va en coche, ya que los carteles son prácticamente imposibles de leer para los peatones que pasean por la aceras. Y que dicha señalización evidentemente está hecha para las personas que no conocen la ciudad, es decir no para los majariegos (que hemos tenido que aprender los vericuetos de nuestras calles y la forma de salir de las trampas y atolladeros a fuerza de dar vueltas y gastar gasolina) sino para los de fuera. Con lo cual podría pensarse que los beneficios de esta inversión repercuten más sobre los extraños que pasan de largo que sobre los propios ciudadanos de aquí, que además somos los que contribuimos directamente a su ejecución.

La segunda cuestión es que la instalación de las nuevas señales implica necesariamente el desmontaje de las antiguas y eso tiene dos consecuencias. Una, la generación de basura innecesaria con el consiguiente impacto añadido al Medio Ambiente, cosa en que los tiempos en que estamos merece una seria reflexión. Otra que la inversión que se hiciera en su momento para la antigua cartelería, dudo mucho que estuviera amortizada por mucha publicidad que se colgara en ellas. (Por cierto ¿quién se encargaba de gestionar esa publicidad?; ¿aparecían en los presupuestos municipales esos ingresos?)

La tercera cuestión radica en que está muy bien dirigir a la gente hacia los sitios que busca si cuando llega a éstos sabe fehacientemente que está frente a él. Pero pensar eso en Majadahonda es de ilusos, porque resulta que apenas hay algún cartel identificativo que no sea el propio rótulo del centro  y  con la peculiaridad de que, salvo casos excepcionales, no está fácilmente visible en todas las direcciones ni mucho menos al alcance de la perspectiva del conductor. De modo que quien trata de llegar a ellos en coche, la mayoría de las veces ha de dar más de una vuelta sobre la misma zona hasta conseguir llegar a la conclusión de que se encuentra junto al edificio en cuestión.

Esto último que digo concierne a la segunda pregunta que es por qué no se ha aprovechado para incorporar unas placas adicionales que identifiquen claramente a los edificios singulares, centros administrativos, colegios, etc. delante de ellos, completando así la nueva información direccional  y evitando esas vueltas de más que generalmente hay seguir dando hasta conseguir la meta. No creo que veinte o treinta elementos más de los 700 planificados –cifra un tanto imprecisa pues no se sabe si se cuentan el número de postes o de las banderolas que se montan en ellos, que son formas de contabilizar muy diferentes- pueda representar una ampliación de coste disparatada y, sin embargo, hubiera sido muy conveniente para  complementar la finalidad del sistema.

La tercera pregunta es corolario de las dos anteriores y está relacionada con valorar si esta inversión no solo llega tarde sino que en la actualidad ha dejado de ser algo imprescindible. Lo digo porque ahora casi todo el mundo tiene un navegador de geolocalización en su coche, y se fía mucho más de las indicaciones de este aparato que de las señales de tráfico, máxime cuando éstas solo marcan la dirección pero no la distancia como es el caso de los paneles instalados.

Vista anterior, lateral y posterior de un elemento de la nueva señalización

La cuarta pregunta que uno se hace tiene que ver con el modelo físico del tipo de señalización elegido. Ya hemos dicho antes que es muy parecido al que existía antes en cuanto a forma y diseño excepto en el grafismo de los textos, pues si en los antiguos consistían en guarismos blancos sobre fondo verde, en los nuevos se ajustan a los códigos y logotipos normalizados para las señales urbanas y de carretera. A mí particularmente me parece que son unos elementos sobredimensionados pues tienen un espesor desproporcionado con la función que ejercen, que es servir de simples soportes a unos rótulos y que bien podrían haberse resuelto con una placa más delgada. So pena de que hayan pensado que algún día puedan soportar publicidad en la cara libre como había antes; en cuyo caso volveríamos a cuestionarnos las mismas dudas: ¿quién se encargará de gestionar esa publicidad?, ¿aparecerán en los presupuestos municipales esos ingresos? Pero aún cuando se tuviera en cuenta esa previsión, los sistemas de iluminación actuales con lámparas led apenas necesitan espesor, por lo que no encuentro una justificación razonable a tanta gordura.  Sobre lo demás no tengo nada que decir salvo que creo que lo que hemos perdido de particular (por eso de que eran un poco diferentes), lo hemos ganado en limpieza y eficacia, a riesgo de caer en el igualitarismo que conduce el adoptar soluciones universales y que hay por todas partes. Lo único que me inquieta en cierto modo es que el brillo que esos mazacotes metálicos arrojan sobre los conductores es posible que en determinados casos sea realmente molesto y ocasione deslumbramientos indeseados, razón de más para habérselo pensado en su momento.

Poste y banderola de la señalización anterior


Hay algunas otras cuestiones que cualquier persona curiosa y preocupada por encontrar razones a las cosas que suceden a su alrededor –entre las que me incluyo- podría hacerse, pero por no resultar peñazo y alargar esta entrada indefinidamente me detendré por último en el aspecto económico haciendo unas cuentas muy elementales sobre su coste. Decir que nos ha supuesto 300.000 euros es una de forma muy ambigua de dar los datos. Supongo que en esa cifra no está incluidos ni el coste del proyecto, ni la cantidad de horas que técnicos y administrativos municipales han empleado en la elaboración de las bases y en la gestión de los diferentes trámites y documentos requeridos para poder llevar a cabo de principio a fin dicha instalación. No obstante, y por hacernos una idea aproximada de su repercusión, si dividimos el coste por el número de vecinos tendremos que cada majariego ha contribuido a la broma con unos 42 euros aproximadamente. Eso no parece que sea mucho dinero, máxime cuando tiene pinta de que va ser algo duradero. Pero si tengo en cuenta mi caso particular y el de aquellos otros que sean 6 de familia, a mí y a cada menda de esos nos toca apoquinar más de 250 euros, y cifra que ya cuesta un poco más de digerir. Porque si nos retraemos a lo comentado en párrafos anteriores, por ese precio podría dotarse de un buen navegador a todos los vehículos de nuestros ciudadanos que no lo tienen incorporado.

En fin, una vez más tendremos que comulgar con las decisiones que nuestros dirigentes locales toman en ese empecinado empeño de seguir aireando su persecución de lo que ellos consideran su modelo de ciudad: más parques nuevos o arreglados –como si ya no hubiera suficientes- para dejarlos estropear hasta el punto de necesitar nuevas intervenciones en un futuro no muy lejano, y un flamante sistema de señalización para dirigir convenientemente a los vehículos que se acercan a nuestra ciudad, pero sin rematar la faena convenientemente.