Quien
vea detenidamente la lista que el Partido Popular ha preparado para las
próximas elecciones municipales no puede quedarse menos que estupefacto. Por
segunda vez consecutiva los populares, que llevan las riendas del gobierno
local de forma ininterrumpida desde que se alzara con ellas Ricardo Romero de Tejada en el año
1989, han hecho limpieza intensiva mandando a la mayoría de los actuales concejales
a paseo, sumando también en esta ocasión al edil supremo.
Lo
de nuestro alcalde ya se conocía de antes puesto que el mismo Narciso de Foxá lo había anunciado
previamente, no se sabe bien si porque está un poco cansado del puesto –no en
vano lleva más de 14 años en el cargo desde que se hiciera con él a raíz de la
dimisión del tristemente famoso Guillermo Ortega- o porque ya intuía que su
estrella había decaído alarmantemente y carecía de los apoyos que siempre le
habían brindado ciertos gerifaltes de su partido que ya no están en activo o están
pasando una temporada a la sombra. Lo que ocurre es que la gente ya no se fía de
lo que le cuentan ni aunque lo digan los mismísimos propios, y quien más quien
menos todavía no se creía que fuera a abandonar el sillón que tanto tiempo
había acariciado sus posaderas. Finalmente no se han cumplido esos temores y,
como ya comentamos hace unos días, han
cambiado la cartelera suplantando el rostro de palo, ya desgastado y –hasta me
atrevería a decir- aburrido de una persona envejecida, por la de un joven sonriente
con cara de buena gente y pinta de no haber roto un plato en su vida.
Pero
lo que sí ha sido una mayúscula sorpresa es la criba que han puesto en práctica
con el resto del equipo, ya anticipada con alguna silenciosa renuncia y otra más reciente desbandada. Y no porque más de uno
y más de una no hayan hecho méritos suficientes para enviarlos a galeras, sino
porque en cambio algunas otras y algunos otros tenían un buen cartel y, si puede
ser mucho decir que eran apreciados por los vecinos, al menos se les reconocía
su esfuerzo e interés en el desempeño de sus funciones. Dentro, por supuesto,
de los estrechos límites que el alcalde o sus propios compañeros les permitían
maniobrar.
Cosas
raras deben estar pasando dentro del Partido Popular para que hayan elegido a
un grupo de jóvenes aprendices para acompañar a otro igualmente inmaduro -dicho
esto con todo respeto porque me refiero solo a sus edades, no a sus capacidades-
en la tarea de formar el equipo de gobierno municipal, en el caso hipotético de
que obtengan buenos resultados. Hay que puntualizar que intercalados en la
lista aparecen tres concejales de esta legislatura que pueden orientar a estos
muchachos en el desempeño de sus funciones. Uno de ellos, en la cuarta
posición, es el actual portavoz del
partido después de la espantada que protagonizó recientemente Manuel Ortiz -uno de los hombres fuertes-, Ángel
Alonso, que ostenta una amplia cartera de responsabilidades y que ha sido
invitado honorífico de este blog en varias ocasiones. Los otros dos son: Manuel
Troitiño, asignado a una concejalía menor (Consumo y Bienestar Animal), y María
José Montón, una auténtica especialista en supervivencia de las purgas, que ha
sabido conservar la confianza del partido durante tres convocatorias
electorales consecutivas y que tras las carambolas que ha tenido que inventarse
el Alcalde para recomponer su equipo, ha asumido la tercera tenencia de
alcaldía y varias competencias adicionales a las propias de su área de Atención
Social y Familia. Aunque lo cierto es que ambos, por los lugares no punteros
que ocupan en la lista (sexto y séptima, respectivamente) y ateniéndonos a las estimaciones
menos optimistas que circulan, si entran será por los pelos.
Cosas
raras, como decía, o un miedo exasperado a seguir perdiendo votos en ese vertiginoso
tobogán que cada cuatro años le resta apoyos, menguando progresivamente el
número de papeletas. Quizás sea esta una huida hacia adelante y la decisión de
hacer tabla rasa y colocar a unos cuantos cachorros para salvar los muebles se deba
a una medida desesperada para taponar la sangría. Poner a jóvenes a manejar el
timón puede dar sensación de cambio y de que soplan aires nuevos en la gestión
municipal. Sin embrago, los que llevamos tiempo viviendo aquí sabemos que para
gobernar esta ciudad se precisan personas expertas y con cierto rodaje, dado el
grado de desmadre y desorganización en el que está sumido el Ayuntamiento. Para
poner orden en ese proceloso caos es imprescindible conocerlo a fondo, y para
eso es necesario haber navegado por él y padecerlo en las propias carnes; de ahí
la importancia fundamental de la experiencia que este grupo de noveles no puede
acreditar.
Aunque
también puede ser que la Ejecutiva Regional de los populares haya decidido convertir
a Majadahonda en un banco de pruebas para la formación de sus pupilos, una escuela
para futuros valores en la que pipiolos apenas salidos del cascarón y con
escaso bagaje se curtan en la gestión municipal, tutelados por esos tres
maestros de ceremonias que sepan conducirlos
por los vericuetos senderos de la política local.
Bien
es verdad que para saltar por encima del listón que han dejado sus antecesores
no es necesario ni ser excesivamente brillantes ni gastar demasiadas energías.
Porque a nada que hagan, aunque se equivoquen, será más de lo que se ha hecho en
este pueblo en los últimos 8 años. Y a poco que se esfuercen podrán demostrar
que gestionar bien un municipio, aún siendo complicado, es posible si se tiene
interés, se pone ilusión, y se dispone de ganas de trabajar.
En
fin, ellos sabrán. Pero se arriesgan a que, como yo, muchos otros vecinos de este
pueblo no les concedan el voto. Y no por la mayor o menor sintonía con su
ideario político o sus propuestas sino por una razón mucho más contundente: Majadahonda
no es un laboratorio de ensayo y no se merece participar en esa veleidad. El
destino de nuestra ciudad en los próximos años está en juego y no podemos
permitirnos más retraso.