lunes, 5 de julio de 2021

Inundaciones

Nunca pude suponer que reanudar la costumbre de escribir unas letras en este blog interrumpido pudiera costarme tanto. Y no será por falta de ganas ni de ilusión: les aseguro que de eso no me falta. De hecho durante todo el tiempo en que he estado alejado siempre he tenido presente el deseo de hacerlo. Sobre todo en los últimos días de mi exilio, cuando ya veía cercano el regreso, y me transportaba desde las lejanas tierras a mi cómodo y entrañable rinconcito hogareño donde me veía sentado frente a la pantalla del ordenador, aporreando torpemente su teclado. Era una imagen recurrente tan clara como anhelada, y en esas ensoñaciones no me detenía en averiguar de qué trataban los textos; para mí lo verdaderamente importante era verme de nuevo escribiendo. Lo demás quedaba en un plano casi borroso.

 

Pues bien, eso mismo que ansiaba es lo que ahora está pasando: me siento delante de la computadora, acerco las manos al teclado y… me quedo parado como un muñeco a la espera de que me venga la inspiración, una idea en la que centrarme para escribir sobre ella, algo que compartir con las personas que siguen esta bitácora. Pero me quedo en blanco. Son tantas y tantas cosas de las que hablar que al final no consigo centrarme en ninguna. Tengo la sensación de que este ansiado regreso está volcando sobre mí una avalancha de impresiones y sentimientos que no puedo poner en orden.

 

Por supuesto que no me agobio. Al fin y al cabo esto no forma parte de mi trabajo ni nadie me obliga a hacerlo. Sin embargo, no dejo se sentir un cierto desasosiego. Intento convencerme a mí mismo que es algo normal que después de una larga temporada viviendo en un lugar extraño, entre gente prácticamente desconocida con costumbres tan desparejas a las nuestras, en un clima tan distinto y dentro de un paisaje tan diferente, uno necesite un tiempo para volver a recolocarse en su sitio de siempre.

 

Otras veces me da por pensar que tal vez ese viaje insospechado, esa experiencia tan imprevista como intensa, haya podido cambiarme de algún modo sin saber exactamente la manera en que ha podido influir en mi carácter. Yo creo que sigo siendo el mismo, pero soy consciente de que las vivencias de este último año han dejado su poso, algo que entiendo como positivo porque me ha dado la oportunidad de abrir horizontes. Ahora veo las cosas desde más de una perspectiva, me he vuelto una persona menos categórica y más permisiva, y siempre estoy abierto a otra posibilidad. Creo, en fin, que sigo creciendo y eso me satisface, aunque en ocasiones pueda ver las cosas un poco borrosas. Pero de vez en cuando me angustia el presentimiento de que en mi entorno personal realmente el extraño pueda ser yo.



 

Y en esas estamos. Habrá que tener un poco de paciencia para que ese desbordamiento de impresiones termine por anegar el territorio, esperar a que las aguas vayan retirándose poco a poco hasta que retornen a su cauce, y volver a emprender el camino confiando en no quedar atrapados en el lodazal.



miércoles, 16 de junio de 2021

Regreso a Majadahonda

Ha pasado más de un año desde que en este blog se colgó su última entrada.  Exactamente quince meses y medio con todos sus días, algo que, se mire como se mire, es mucho tiempo para haber permanecido en silencio si no hubiera existido una razón justificada. Al menos, eso intuyo yo que deben pensar quienes han tenido la generosidad y el atrevimiento de seguir esta bitácora de forma habitual, pues es lógico y razonable llegar a creer que desaparecer de repente y sin despedirse es una falta de consideración. En eso estoy totalmente de acuerdo, de ahí que estime oportuno dar una explicación al respecto.


Hay ocasiones en las que uno no es dueño de su destino y mucho menos en lo que se refiere al ámbito laboral. Y mucho menos, ahora en una etapa de nuestra vida en que tener un puesto de trabajo seguro es una bendición y que nuestra edad no nos permite demasiadas alegrías. Lo que en principio iba a ser un desplazamiento temporal fuera de España, se convirtió en una situación incómoda que, por unas razones o por otras y para mi desesperación, se prorrogaba indefinidamente.

 

Es cierto que podría haber escrito una especie de despedida provisional o una nota aclaratoria, pero no lo hice porque pensaba la vuelta sería tan pronto que no merecía la pena ni comentarlo. Y tampoco lo hice después, cuando la cosa se prolongaba, porque semana tras semana me aseguraban que el regreso estaba cercano. Algo que todavía no sé –ni quiero saberlo- es si todo ese montaje se desarrolló de forma inesperada para mis superiores o estaba totalmente planificado.

 

También podría haber optado por continuar con el blog en la distancia. Sin embargo, pensé que no había sido muy honesto hablar de asuntos de los que tienes noticias a través de otros medios, sin vivirlos de cerca y, sobre todo, sin poder desimpregnados de ese tinte subjetivo de nostalgia que da estar tan lejos.

 

Afortunadamente, ya estoy de vuelta y con ánimos de restablecer esa vía de comunicación que se interrumpió indeseablemente, y con una ilusión pareja a la que ha representado para mí  regresar a casa. Y con muchas ganas de que el hecho de reiniciar estas páginas signifique para todos un feliz reencuentro.