Si
hay un lugar donde la eficacia de una campaña electoral ha sido modélica para
el Partido Popular ese es, sin duda alguna, Majadahonda. Y no lo digo porque la
empresa en sí haya sido buena y estuviera bien planificada, aspectos que no he
seguido de cerca y por tanto desconozco, sino por el resultado final obtenido
en relación con el bagaje que esta formación política podía aportar como frutos
de la pasada legislatura en la cual ha estado al frente del gobierno municipal
que – hay que recordarlo- no ha dejado de ejercer desde hace treinta años.
No
puede conseguirse más por menos. Ni propios ni extraños dan crédito a los excelentes
datos finales. Ni siquiera los más optimistas podían haber imaginado un
escenario tan favorable: ser el partido más votado y haber conseguido 10 concejales
(tan solo uno menos de los que ya tenían; haber superado ampliamente a su rival
directo, Ciudadanos, que solo consigue 7 ediles; el crecimiento moderado del
PSOE que en circunstancias favorables solo aumenta su número en dos,
consiguiendo sumar 5 concejales; y la irrupción de un nuevo partido al que
todos quieren dejar de lado (VOX, con 3 sillones) pero que puede ser un
excelente aliado para echar una mano en situaciones comprometidas.
Pero
lo que constituye la novedad más sorprendente en la futura composición de la
corporación municipal es la desaparición del resto de formaciones que han
venido teniendo representación, aunque fuera con distintas siglas, desde la constitución
de los ayuntamientos democráticos. De un plumazo han desaparecido del mapa
político local los partidos de izquierda y de centro que, aún teniendo en
cuenta sus limitadas fuerzas en razón del escaso número de representantes, no
dejaban de ser voces discordantes y molestas que servían de contrapunto a los
dictados del monocorde gobierno conservador y sus dubitativos aliados.
Igual
suerte han corrido los herederos del 15M que también han quedado fuera de juego
después de su inesperada emergencia en las pasadas elecciones de 2015, lo que les
permitió ganar 3 concejales. Claro que eso ya se veía venir, pues no hace falta
entender mucho de política ni ser un experto analista para aventurar que la
dispersión de sus votantes en diferentes opciones solo podía conducir a un
suicidio colectivo, como así ha sucedido.
Sin
embargo, que una veterana de la resistencia como Mercedes Pedreira (que tantos
malos ratos ha hecho pasar a Narciso de Foxá en enfrentamientos dialécticos que
animaban los plenos) tenga que recoger sus bártulos y abandonar su silla de
concejal después de tantos años, o que a Izquierda Unida le pase lo mismo tras
varias legislaturas en las que ha conseguido a duras penas mantenerse a flote, no
deja de ser una sorpresa inesperada.
Así
que, echando cuentas, el horizonte que se le presenta al Partido Popular para
gobernar esta localidad durante los próximos años no solo es bastante favorable
sino que además está completamente despejado de elementos díscolos que puedan
entorpecer sus propósitos, con lo cual pueden campear a sus anchas como lo han
estado haciendo durante las tres últimas décadas.
A
quienes esta ciudad les importa un bledo pero les gusta que las rotondas estén
llenas de flores aunque el pueblo huela literalmente a mierda, supongo que los
resultados de las elecciones del pasado domingo les tranquilizará y les hará
sentirse satisfechos. Pero para quienes somos un poco más críticos y exigentes
con el gobierno municipal nos preocupa el hecho de que los votos refrenden una mala
gestión de los recursos y una pésima política de inversiones, porque con ello
se pierde el acicate que supone la pérdida del apoyo vecinal para indagar en la
búsqueda de nuevas fórmulas, imaginar nuevos proyectos y dotar del empuje necesario
a la nueva corporación de modo que se consigan recuperar la confianza y la
ilusión de los majariegos.
Cabe,
no obstante, preguntarse si el más que probable futuro alcalde José Luis Álvarez Ustarroz está decidido
a cambiar el rumbo decadente que ha padecido esta ciudad en la última década y
a terminar con la parálisis administrativa de su Ayuntamiento o, a la vista de
lo bien que han salido las cosas para su partido, considere que es preferible
mantener el mismo tono de abulia y aceptar la chaquetilla de barman de su
antecesor para seguir repartiendo privilegios.