viernes, 31 de mayo de 2019

Más por menos

Si hay un lugar donde la eficacia de una campaña electoral ha sido modélica para el Partido Popular ese es, sin duda alguna, Majadahonda. Y no lo digo porque la empresa en sí haya sido buena y estuviera bien planificada, aspectos que no he seguido de cerca y por tanto desconozco, sino por el resultado final obtenido en relación con el bagaje que esta formación política podía aportar como frutos de la pasada legislatura en la cual ha estado al frente del gobierno municipal que – hay que recordarlo- no ha dejado de ejercer desde hace treinta años.

No puede conseguirse más por menos. Ni propios ni extraños dan crédito a los excelentes datos finales. Ni siquiera los más optimistas podían haber imaginado un escenario tan favorable: ser el partido más votado y haber conseguido 10 concejales (tan solo uno menos de los que ya tenían; haber superado ampliamente a su rival directo, Ciudadanos, que solo consigue 7 ediles; el crecimiento moderado del PSOE que en circunstancias favorables solo aumenta su número en dos, consiguiendo sumar 5 concejales; y la irrupción de un nuevo partido al que todos quieren dejar de lado (VOX, con 3 sillones) pero que puede ser un excelente aliado para echar una mano en situaciones comprometidas.

Pero lo que constituye la novedad más sorprendente en la futura composición de la corporación municipal es la desaparición del resto de formaciones que han venido teniendo representación, aunque fuera con distintas siglas, desde la constitución de los ayuntamientos democráticos. De un plumazo han desaparecido del mapa político local los partidos de izquierda y de centro que, aún teniendo en cuenta sus limitadas fuerzas en razón del escaso número de representantes, no dejaban de ser voces discordantes y molestas que servían de contrapunto a los dictados del monocorde gobierno conservador y sus dubitativos aliados.




Igual suerte han corrido los herederos del 15M que también han quedado fuera de juego después de su inesperada emergencia en las pasadas elecciones de 2015, lo que les permitió ganar 3 concejales. Claro que eso ya se veía venir, pues no hace falta entender mucho de política ni ser un experto analista para aventurar que la dispersión de sus votantes en diferentes opciones solo podía conducir a un suicidio colectivo, como así ha sucedido.

Sin embargo, que una veterana de la resistencia como Mercedes Pedreira (que tantos malos ratos ha hecho pasar a Narciso de Foxá en enfrentamientos dialécticos que animaban los plenos) tenga que recoger sus bártulos y abandonar su silla de concejal después de tantos años, o que a Izquierda Unida le pase lo mismo tras varias legislaturas en las que ha conseguido a duras penas mantenerse a flote, no deja de ser una sorpresa inesperada.

Así que, echando cuentas, el horizonte que se le presenta al Partido Popular para gobernar esta localidad durante los próximos años no solo es bastante favorable sino que además está completamente despejado de elementos díscolos que puedan entorpecer sus propósitos, con lo cual pueden campear a sus anchas como lo han estado haciendo durante las tres últimas décadas.

A quienes esta ciudad les importa un bledo pero les gusta que las rotondas estén llenas de flores aunque el pueblo huela literalmente a mierda, supongo que los resultados de las elecciones del pasado domingo les tranquilizará y les hará sentirse satisfechos. Pero para quienes somos un poco más críticos y exigentes con el gobierno municipal nos preocupa el hecho de que los votos refrenden una mala gestión de los recursos y una pésima política de inversiones, porque con ello se pierde el acicate que supone la pérdida del apoyo vecinal para indagar en la búsqueda de nuevas fórmulas, imaginar nuevos proyectos y dotar del empuje necesario a la nueva corporación de modo que se consigan recuperar la confianza y la ilusión de los majariegos.

Cabe, no obstante, preguntarse si el más que probable futuro alcalde José Luis Álvarez Ustarroz está decidido a cambiar el rumbo decadente que ha padecido esta ciudad en la última década y a terminar con la parálisis administrativa de su Ayuntamiento o, a la vista de lo bien que han salido las cosas para su partido, considere que es preferible mantener el mismo tono de abulia y aceptar la chaquetilla de barman de su antecesor para seguir repartiendo privilegios.




martes, 21 de mayo de 2019

Últimas representaciones

¡Aprovechemos!

Todavía quedan algunos días de teatro. Aún podremos ver a nuestros políticos pisando la calle, mezclándose con la gente corriente como si fuera uno más, a su misma altura y compartiendo el mismo espacio. Puro espejismo. Porque esto, que sería el comportamiento lógico de quienes se han postulado como representantes de la población que ha depositado su confianza en ellos otorgándoles su voto, en la realidad es bastante inusual y sólo se da durante apenas un mes cada cuatro años.

Defiendan las ideas que defiendan y sea cual sea el color que los distingan, andan todos en la proximidad de sus chiringuitos con caras de buenos amigos y obsequian con palabras amables a sus interlocutores como si se conocieran de siempre. Entregan su octavilla a diestro y siniestro y regalan una sonrisa por doquier como si eso fuera lo más normal, sin que se les note demasiado el ímprobo esfuerzo que hacen por parecer empáticos y mostrarse simpaticos. Los más generosos exponen en los puestos chapas, mecheros, bolígrafos y baratijas diversas con logos estampados. También suelen tener globos que regalan a los niños como si ellos entendieran ese intercambio. Yo, sin embargo, pienso que sería mucho más atractivos si ofrecieran un refresco callejero a la concurrencia.


Propuesta para un puesto electoral callejero más sugerente


Si uno viera esto de nuevas o borrara de su memoria los recuerdos que acumula de tiempos pasados, podría pensar que se han transmutado. Los más incautos incluso llegarían a  imaginar que se ha producido un milagro. Pero quien más quien menos ya está escarmentado de ocasiones anteriores, y considera estas aparentes transformaciones como lo que son: estudiadas sobreactuaciones para obtener votos. Porque, desgraciadamente, pasado este periodo de engaño y agitación, la función toca a su fin y todo vuelve a su estado normal. Los políticos retornan a sus despachos, se quitan la careta y se disponen a pasar cuatro años escondidos; los ciudadanos, condenados a echarlos de menos y a volver a la cruda realidad de esperar las promesas que nunca llegan.

Si uno tiene la precaución de guardar los programas electorales de cada partido, especialmente los de la formación que consigue el objetivo de formar gobierno, y vuelve a releerlas al final de cada legislatura, además de sonreír para sí mismo –o partirse a carcajadas- podrá comprobar dos cosas: que gran parte de las propuestas que contienen no se han cumplido y, lo que es más chocante, que vuelven a incluir en los nuevos programas las cosas que fueron incapaces de llevar a cabo.

Otra curiosidad que se da por estas fechas tienen que ver con los bailes de candidatos en las diferentes agrupaciones. Abundan caras nuevas y, sin embargo, es prácticamente imposible ver a las conocidas que han sido apartadas o defenestradas como si no hubieran existido nunca. No sé si eso obedece a una estrategia electoral o simplemente es la respuesta comprensible de quien se siente defraudado por no haber sido premiado con la continuidad y es natural que tengan muy pocas ganas de aparecer precisamente con quienes le han desplazado. Pero no hay que perder de vista que ellos han adquirido un compromiso con la ciudadanía y con su propia formación, y hasta el último día que comprenda el periodo que dure su trabajo deben estar a las duras y a las maduras, que para eso reciben sus estipendios religiosamente. Si no, mejor sería –o, por lo menos, más honesto y digno por su parte- que presentasen la dimisión de inmediato, como ya ha hecho alguno.   

Así que, aprovechemos: sólo quedan unos días de comedia; luego nos espera una larga temporada de dramas y tragedias.

viernes, 17 de mayo de 2019

Pasear por la Gran Vía

La Gran Vía es, sin duda, la calle más representativa de Majadahonda y también, sin duda, la más transitada. Antes y ahora. Desde que la Dirección General de Regiones Devastadas emprendió la reconstrucción de este pueblo arrasado por la guerra dotándolo de un nuevo trazado urbano donde antes solo había campo, e incorporando el Camino Ancho situado por entonces en los arrabales como nuevo eje de comunicación que servíría no solo para conectar las nuevas construcciones con el casco viejo sino como ruta directa de enlace entre las localidades situadas al norte y al sur de este municipio, la Gran Vía cobró un protagonismo que sigue vigente en nuestros días. Antes, como una de las pocas calzadas pavimentadas por donde circulaba el tráfico (más de paso que propio) con aceras bordeadas con jardineras de ladrillo que protegían a los caminantes de los vehículos y salvaban las diferencias de cota entre ambas. Luego, como vía rápida en ambas direcciones en las que se instaló uno de los primeros carril-bici de la provincia, que quedaba separado de los coches con una baranda metálica llena de jardineras de uralita. Y más tarde, convertida ya en ruta peatonal, con una fisonomía parecida a la actual, escondiendo el tráfico de vehículos bajo un túnel subterráneo.

Además es, sin duda, la calle más bonita del municipio. Larga, amplia y despejada; arbolada con hileras de magnolios y liquidámbares; con esa cierta uniformidad en las fachadas de los edificios que la conforman en tonos mayoritariamente blancos….Si a eso añadimos su linealidad prácticamente ininterrumpida a lo largo de los más de 5 hectómetros que recorre entre las Jardinillos y la plaza de Colón, y otro largo más que suma por su ampliación hasta la calle Rosalía de Castro, y las espectaculares vistas de la Sierra de Guadarrama cuyos montes asoman por Reyes Católicos, puede decirse, sin duda, que es una vía privilegiada.


La Gran Vía de Majadahonda


Sin embargo, lamentablemente, no todos pueden disfrutarla. Fundamentalmente, a causa del estado de su pavimento en la parte central. Ésta está solada con adoquines de labra irregular que van enmarcando cuadrados de losas de granito alternando zonas lisas y uniformes con franjas en relieve, lo que se traduce en un verdadero suplicio para las personas mayores o para las que tienen dificultad en caminar o moverse autónomamente. E igualmente se hace insufrible para quienes empujan un carrito o van montados en él, de modo que se les castiga a ir dando incómodos saltitos entre los remanso llanos.

Si éstos optan por desplazarse a los laterales, que están pavimentados con baldosas convencionales de bajo relieve, tienen que sortear un buen número de obstáculos (mesas, sillas, barriles, carteles, macetones, etc.) que colocan los establecimientos de hostelería incumpliendo las ordenanzas, además de toparse con mayor número de viandantes que entran y salen de los comercios y bares, y atreverse a afrontar los cambios de niveles, rampas y acuerdos en los cruces de calles, y los que algunos de los locales han realizado sin autorización para adecuar sus entradas al nivel de las aceras sin crear escalones.

Los vecinos llevamos reclamando desde hace mucho tiempo que se aborde la solución a este problema de una forma adecuada de tal modo que la Gran Vía cumpla las condiciones de accesibilidad para todos. Pero, desgraciadamente, ha pasado un nueva legislatura sin que el Ayuntamiento haya sido capaz de llevarlo a cabo ni de buscar una alternativa a este problema.

A pesar de todo, muchos somos los que concurrimos a esa calle para hacer ejercicio, realizar alguna compra o sencillamente por el simple placer de pasear. Somos muchos y nos solemos reconocer aunque no nos conozcamos de otra cosa. Padres con niños, parejas, grupos de jubilados, empleados que terminan sus tareas, personajes públicos…. Uno de los asiduos era Alfredo Pérez Rubalcaba. Podías encontrarlo a cualquier hora aunque con mayor frecuencia a últimas de la tarde. Con su caminar tranquilo, a veces solo a veces acompañado, hasta hace poco recorría discretamente la Gran Vía de punta a cabo con el rostro semioculto por una gorra de visera gastada y descolorida. Hoy, sin duda, andará por otros paseos con su caminar pausado y llevando la misma gorra. Sin duda que, quienes nos cruzábamos con él, le vamos a echar de menos.



Caricatura de Rubalcaba (Peridis)


lunes, 6 de mayo de 2019

Fantasmas en el Mercadillo

Caminar por el Mercadillo de Majadahonda sin estar angustiado por pisar los puestos furtivos que se asientan en medios de las calles ni pasar las estrecheces a que obliga su ocupación inadecuada es una suerte que raramente se da. El pasado sábado fue una de esas infrecuentes ocasiones en que algunos números uniformados de la Policía Local permanecían apostados en los cruces estratégicos ahuyentando a los habituales vendedores no autorizados que se aposentan en esas latitudes. Eso me llevó a pensar por un momento que los encargados del orden estaban cambiando de estrategia y que por fin habían encontrado un método para evitar el establecimiento ocasional de los manteros.

Esta ilusoria suposición se fue al garete en cuanto me pude apercibir de que el verdadero motivo de esta vigilancia inusual no era otro que conseguir que la visita del señor Alcalde, que bajaba por la cuesta principal repartiendo propaganda para las próximas elecciones, se desarrollara sin apreturas y en las debidas condiciones. Nuestro edil supremo iba, como siempre, impecablemente vestido, y le acompañaba una adlátere que también portaba su resma de octavillas para ir entregando a la concurrencia, y al cabo se adentraron por una de las a calles paralelas de la zona baja para seguir con su tarea.

A pesar de lo breve, e inesperada por infrecuente, esa fugaz aparición sirvió para confirmar que si lo que mis ojos vieron no era un fantasma, Narciso de Foxá es una persona de carne y hueso (al menos eso parecía por los gestos y porque se movía autónomamente), y por tanto no solo la hierática imagen que aparece con profusión en el boletín municipal y en otros medios. Y también que, aunque sea en muy contadas ocasiones, ese hombre es capaz de mezclarse con el vecindario en lugares de alta concentración de personas como es un mercado al aire libre, ya que de todos es sabido que nuestro actual alcalde no es nada propenso a compartir el ambiente callejero con los habitantes de su pueblo a menos que lo impongan obligaciones forzadas.


El Alcalde de Majadahonda y la Presidenta de la Comunidad de Madrid vistan el Mercadillo el 15 de abril de 2018

En el discurrir hacia la zona alta, me crucé un poco más arriba con el joven candidato a ocupar el puesto que el Sr. de Foxá dejará en breve, haciendo la misma actividad de endosado de papeletas con las virtudes y promesas de su partido político para la próxima legislatura. Me extrañó que fuera sin acompañamiento y a una cierta distancia de los anteriores, sumiéndome en la duda de si esa circunstancia obedecía a una actitud deliberada o era una cuestión de pura casualidad. Aunque tampoco habría que descartar que, tal como están las cosas en su grupo tras los últimos desplantes, solo fuera una situación forzada para mejor aprovechamiento de los recursos disponibles.

La lástima es que, como suele ocurrir en las visitas institucionales, se prepara el recorrido de tal manera que quienes se asoman a estos eventos no se enteren de cómo funcionan normalmente y no perciban la incapacidad de la Policía Local en mantener las calles expeditas de vendedores indocumentados –que, por otro lado, son archiconocidos  porque siempre son los mismos- haciendo cumplir no solo la disciplina de las actividades sometidas a licencias o permisos, sino lo que es más importante: las condiciones mínimas de seguridad que requieren estos establecimientos temporales en relación con la aglomeración de personas y las dimensiones de las vías de evacuación en casos de emergencia, de acuerdo con las ordenanzas municipales y la normativa vigente.

Quienes acudimos al Mercadillo con cierta frecuencia estamos un poco hartos de sortear las prendas que se colocan bajo un trapo o un cartón en medio de las calles, que no hacen sino entorpecer el tránsito de las personas y no digamos ya si éstas portan un carrito de compra o tienen que empujar una sillita de bebé. Y también hartos de ser espectadores de esos juegos sabatinos del ratón y el gato, que consisten básicamente en ver cómo los manteros recogen apresuradamente las mercancías tras el chivatazo de un compinche que avisa de la proximidad de la ‘pasma’, y las vuelve el colocar en el mismo sitio una vez ha pasado la patrulla de ronda. Eso, en el mejor de los casos, porque en otra ocasiones los agentes se entretienen mirando para otro lado o hablando en corrillo dando la espalda a los presuntos infractores, como si ese asunto no fuera con ellos.




En fin, con esta líneas termino expresando mi congoja por el hecho de que para una vez que nuestro alcalde se decide a vivir de cerca esa vorágine que tanta fama da a nuestra ciudad, pierda la oportunidad de verla en su verdadera salsa y de poder llevarse la impresión auténtica, y no una versión edulcorada de la realidad. Aunque me queda la esperanza de que por lo menos tuviera ocasión de percatarse del lamentable estado general de los pavimentos, llenos de zonas craqueladas, cuarteadas y con calvas en el asfalto que son causa de algunas caídas, y de  muchos traspiés y tropezones que son parados gracias a la proximidad de tanto personal. Pero también es posible que le señalaran una ruta con suelos en buen estado que obviara las zonas deterioradas, evitando así el riesgo de  dañar sus  impolutos zapatos.