Nunca pude suponer
que reanudar la costumbre de escribir unas letras en este blog interrumpido
pudiera costarme tanto. Y no será por falta de ganas ni de ilusión: les aseguro
que de eso no me falta. De hecho durante todo el tiempo en que he estado
alejado siempre he tenido presente el deseo de hacerlo. Sobre todo en los
últimos días de mi exilio, cuando ya veía cercano el regreso, y me transportaba
desde las lejanas tierras a mi cómodo y entrañable rinconcito hogareño donde me
veía sentado frente a la pantalla del ordenador, aporreando torpemente su
teclado. Era una imagen recurrente tan clara como anhelada, y en esas
ensoñaciones no me detenía en averiguar de qué trataban los textos; para mí lo
verdaderamente importante era verme de nuevo escribiendo. Lo demás quedaba en
un plano casi borroso.
Pues bien, eso mismo
que ansiaba es lo que ahora está pasando: me siento delante de la computadora,
acerco las manos al teclado y… me quedo parado como un muñeco a la espera de
que me venga la inspiración, una idea en la que centrarme para escribir sobre
ella, algo que compartir con las personas que siguen esta bitácora. Pero me
quedo en blanco. Son tantas y tantas cosas de las que hablar que al final no
consigo centrarme en ninguna. Tengo la sensación de que este ansiado regreso
está volcando sobre mí una avalancha de impresiones y sentimientos que no puedo
poner en orden.
Por supuesto que no
me agobio. Al fin y al cabo esto no forma parte de mi trabajo ni nadie me
obliga a hacerlo. Sin embargo, no dejo se sentir un cierto desasosiego. Intento
convencerme a mí mismo que es algo normal que después de una larga temporada
viviendo en un lugar extraño, entre gente prácticamente desconocida con
costumbres tan desparejas a las nuestras, en un clima tan distinto y dentro de
un paisaje tan diferente, uno necesite un tiempo para volver a recolocarse en
su sitio de siempre.
Otras veces me da por
pensar que tal vez ese viaje insospechado, esa experiencia tan imprevista como
intensa, haya podido cambiarme de algún modo sin saber exactamente la manera en
que ha podido influir en mi carácter. Yo creo que sigo siendo el mismo, pero soy
consciente de que las vivencias de este último año han dejado su poso, algo que
entiendo como positivo porque me ha dado la oportunidad de abrir horizontes.
Ahora veo las cosas desde más de una perspectiva, me he vuelto una persona
menos categórica y más permisiva, y siempre estoy abierto a otra posibilidad.
Creo, en fin, que sigo creciendo y eso me satisface, aunque en ocasiones pueda ver
las cosas un poco borrosas. Pero de vez en cuando me angustia el presentimiento
de que en mi entorno personal realmente el extraño pueda ser yo.
Y en esas estamos.
Habrá que tener un poco de paciencia para que ese desbordamiento de impresiones
termine por anegar el territorio, esperar a que las aguas vayan retirándose poco
a poco hasta que retornen a su cauce, y volver a emprender el camino confiando en
no quedar atrapados en el lodazal.