viernes, 31 de enero de 2020

Majadahonda, ciudad de acogida

Continúo con la última entrada para terminar la relación de noticias que entresaqué en la lectura de la prensa local y que quedó a medias, un poco por no extenderme demasiado y un poco por falta de tiempo. Así que, sin más demora y antes de que termine enero, intentaré completar la tarea de forma breve y lo más ligera posible, no vaya a ser que me pille el toro con la avalancha de buenas nuevas que nos esperan en los próximos meses. Voy a ello.

Del número 57 de Majariegos informados restaban, además del repaso al Pleno de diciembre, dos temas que me habían parecido interesantes y que en cierto modo estaban relacionados con el primero; ambos aparecen en la página 4. Uno de ellos es la decisión del Consistorio de ceder temporalmente pisos de emergencia para solicitantes de asilo y refugio, conforme al protocolo firmado entre nuestro alcalde, José Luis Álvarez Ustarroz, y el de la capital, José Luis Martínez Almeida que, aparte de unirles un mismo nombre bautismal, comparten la misma generación e idéntica orientación política. Gracias a este acuerdo, Majadahonda cede para estos casos diez alojamientos. Lo que no queda claro es desde cuándo, porque tal como está redactada la noticia parece que se refiere a estas fechas y una vez que esas viviendas hayan sido acondicionadas. Si fuera así, con la prisa que se dan en este pueblo para hacer cualquier cosa, lo mismo están listas para las próximas navidades. De todas formas, no hay que restar mérito a nuestro ofrecimiento si tenemos en cuenta que en virtud de ese acuerdo con Madrid, Pozuelo y Las Rozas, Majadahonda ofrece 10 de las 20 viviendas puestas a disposición en ese protocolo, lo que dice mucho a favor de la localidad menos poblada de las cuatro (la nuestra) y da idea de la racanería de las otras dos, que suman la otra mitad del total. En cualquier caso, una cifra que en absoluto está acorde con el número de habitantes de estas ciudades y con el espíritu solidario y generoso que esta región siempre ha demostrado.


Los alcaldes firmantes junto al delegado de Familias, Igualdad y Bienestar Social, el 21 de diciembre de 2019 (EFE)


Entroncando con ese encarte, en la columna lateral de la misma página se expone con más detalle la moción del grupo socialista para que las 18 viviendas gestionadas por PAMMASA (Patrimonio Municipal de Majadahonda) que actualmente se encuentran vacías sean puestas a disposición de vecinos que estén pasando una situación económica y social de emergencia.

El otro tema merece mi atención se esconde bajo en titular Majadahonda prepara un gran plan de encolegios de más de 1,5 millones” que completa la cuarta página y que choca frontalmente con la desestimación de la moción presentada en el Pleno por el grupo Ciudadanos a este respecto. Uno se queda bastante perplejo, máxime cuando después de leer el contenido que sigue al encabezamiento deduce que se trata prácticamente de lo mismo que fue rechazado: un programa de actuación para acometer obras en las guarderías y colegios y públicos con el fin de mejorar sus instalaciones. Da la sensación de que el Equipo de Gobierno se encarga de tumbar las mociones razonables en el caso de que no hayan sido presentadas por sus respectivos grupos políticos. De cualquier forma yo soy bastante escéptico con este anuncio porque eso que dice el regidor majariego de que se ha reunido varias veces con los directores de los centros para hacer un inventario de sus necesidades, de que se van a acometer las obras con la máxima prioridad, de que se va a hacer un gran contrato para mejorar la conservación y el mantenimiento de los edificios, y cosas por el estilo ya estamos hartos de escucharlo a principios de cada legislatura sin que después de haya traducido en resultados en ninguna de ellas


Un aula de la Escuela Infantil Tamaral en octubre de 2017 (Majadahonda Magazin)



El otro periódico local que he tenido ocasión de hojear ha sido el número 19 de Soy de… Majadahonda, al que también hemos hecho mención alguna vez. Como en el caso anterior, ese ejemplar corresponde al mes de enero y trata también algunas de las informaciones relativas a la modificación de las Ordenanzas Fiscales, al ofrecimiento de cobijo para refugiados y a la moción rechazada para reformar los colegios públicos, ya comentadas anteriormente. Pero, además, se ocupa de temas distintos aunque en alguno de ellos se muestren las mismas contradicciones a las que hacíamos antes referencia.

En la página 2 se recoge la denuncia que hace el PSOE sobre la escasez de policías locales y su preocupación ante la oleada de robos perpetrados en el centro de Majadahonda, situación que contrasta con la imagen que -según dice este grupo municipal- el alcalde quiere dar afirmando que siguen disminuyendo los índices delictivos en nuestra ciudad. Dos páginas más adelante, en el recuadro inferior, se incluye la noticia de que el alcalde anuncia 10 plazas nuevas para la Policía Local. ¿Otra vez el juego del ratón y el gato? Parece como si ante cualquier situación comprometida, el Ayuntamiento se saque una respuesta de la chistera que aplaque o tranquilice a la oposición, tratando de desmentir o aminorar la gravedad del asunto. Y digo yo: ¿no sería más fácil anticiparse a que esos problemas de pongan de manifiesto?

El resto de noticias se reducen a un tema menor como es la colocación de placas con los nombres de las calles en “Los Satélites”, aunque pueda entender que para quienes vivan por ese barrio sea de fundamental importancia, y un tema mucho más serio como son las explicaciones que Ciudadanos pidió en el pleno del pasado 27 de diciembre por invitación de la Concejalía de Familia (recordemos que está a cargo de un edil de Vox) a que el controvertido escritor Pío Moa diera una charla en una “actividad familiar”. Hecho tan grave e injustificable que prefiero no entrar a comentar hasta que no disponga de más información.


Página 4 del nº 19 del periódico local  Soy de Majadahonda, nº 19 (enero 2020)



jueves, 30 de enero de 2020

Pasar página

Parece que la Concejalía de Festejos ha caído en la cuenta de que ya va siendo hora de eliminar los vestigios que quedaban de las fiestas navideñas y pasar página de una vez. Lo digo porque, por fin, ya se han quitado los postes y cables que servían de sustento a la iluminación ornamental de la Gran Vía y, salvo alguna excepción, ya nada queda en las calles que recuerde a la pasada Navidad. Cuando digo alguna excepción me refiero concretamente a la parte de los soportales de la Plaza Mayor que ocupaba el Belén municipal de gran altura y que, aunque éste ya ha sido desmontado y dentro de ese recinto no queda nada, sigue cerrado con sus cristaleras de las que llevan varios días colgando unos papelotes a medio caerse que da una sensación de abandono y dejadez impresentable a las puertas de nuestro Ayuntamiento, pareciendo que los estragos del reciente terremoto del este de Turquía han llegado hasta aquí.


Cierre del Belén municipal en la Plaza Mayor

Yo también he de reconocer que ya es hora de dejar de dar la matraca con este tema que me ha ocupado las últimas entradas, y pienso que ya está bien de tantear la paciencia de los lectores con el mismo rollo que, además de aburrir, puede hacerles creer que tengo una fijación enfermiza con las secuelas navideñas. Dado que mi intención era solo poner de relieve la lentitud con que en este pueblo se hacen las cosas más sencillas -de las complicadas, mejor no hablar de momento-, y que creo que esta cuestión ha quedado suficientemente documentada, doy el tema por cerrado.

Por suerte o desgracia Majadahonda siempre da motivos para hablar de sus cosas, y no hay que temer quedarse sin inspiración en algún momento porque siempre hay material interesante. No hace falta ir a la búsqueda de argumentos ni hacer pesquisas innecesarias: las noticias llegan solas sin otro trabajo que hojear la prensa local, leer el boletín municipal -que, la verdad sea dicha, cada vez exige más fuerza de voluntad- o simplemente darse una vuelta por el pueblo. Esto último no es tan fácil para las personas que trabajamos y que tenemos que dejar los paseos para los días de descanso o cuando aprovechamos algún hueco entre las horas de dejada y recogida de nuestros hijos en sus actividades extraescolares. Pero en esta época esas tareas coinciden con la tarde-noche, en horas de escasa luz, con lo que se pierden muchos detalles por mucho que uno ponga la mayor atención. Además, con las prisas que se hacen estos traslados y las interrupciones continuas de las llamadas al móvil de tu esposa o de los hijos mayores apenas te queda tiempo ni ganas de pasear, de modo que prefiero usar la otra opción y quedarme los escasos minutos que tengo libres de tensión en las zona de espera de los centros donde doman temporalmente a mis vástagos, echando un vistazo a los periódicos que hay a mano para ponerme al día.

Y así, pasando páginas, encuentro que en el número 57 de Majariegos informados, publicación mensual que ya hemos comentado en más de una ocasión, se incluyen tres informaciones de interés. La página 2 se ocupa casi por completo de los temas debatidos en el último pleno del año pasado, en especial en la aprobación Pleno del Plan Estratégico de Subvenciones del Área de Educación que da título al artículo, que salió adelante gracias a los votos a favor de los partidos que gobiernan el municipio. Según defendió la concejala del área, María José Montón, el plan incluye tres vías de apoyo: una dirigida a las familias, otra a la dinamización artística, y la tercera a servicios complementarios. Sin embargo, la oposición criticó que se hubieran suprimido las becas de comedor, a lo que la misma concejala respondió que “eso no significa que a los alumnos con necesidades especiales no se les garantice la cobertura del coste de comedor”. ¿En qué quedamos? ¿Se quitan o no? Si alguien lo entiende que, por favor, me lo explique.

El grupo socialista puso de manifiesto que siguen existiendo muchas deficiencias en los colegios públicos y escuelas infantiles y denunció que se siguen realizando recortes sistemáticos en la educación pública, comparando el presupuesto anual  destinado al mantenimiento de los colegios (78.000 €) en comparación con el gasto que ha supuesto la iluminación (170.000 €). Si esas cifras son ciertas, es realmente preocupante que en nuestro pueblo, aparte de lo irrisorio en sí de la partida asignada a conservar los edificios –la mayoría con más de un cuarto de siglo cumplido y con bastantes deficiencias- donde nuestros hijos pasan un tercio de su jornada, se destine más del doble en fruslerías tan efímeras e innecesarias como puede ser la iluminación de Navidad, por muy bonitas y espectaculares que hayan sido sus luces.

El otro punto fuerte del Pleno se centró en las Ordenanzas Fiscales de Impuestos para 2020 defendidas por el concejal de Hacienda, Ángel Alonso, quien de un plumazo desestimó todas las alegaciones presentadas por otros grupos políticos y por la Asociación de Vecinos de Majadahonda. Como era de esperar, las modificaciones propuestas por PP y Vox para estas ordenanzas se aprobaron definitivamente con sus propios votos, lo que entre otras cosas significará unos descuentos importantes para los integrantes de las familias numerosas que quieran participar en las actividades municipales, y una significativa bonificación para las estas familias en los impuestos locales.



Fotograma de la película española 'La familia y uno más' (Fernando Palacios, 1965)

Finalmente, se aprobó por unanimidad la moción presentada por el grupo socialista para que las viviendas de PAMMASA que se encuentren vacías en la actualidad, se adjudiquen urgentemente a casos de emergencia social.

Al lado de esta noticia, y en la misma página, se ha reservado el espacio de una estrecha columna para incluir una carta del Alcalde José Luis Álvarez Ustarroz en la que desea un feliz año a todos los lectores, y de paso aprovecha para hablar de lo de siempre: las energías renovadas, los retos a los que nos enfrentamos, los compromisos adquiridos, y el “ambicioso plan de reformas, obras, proyectos e inversiones en los que estamos trabajando desde el primer día y que en este año confío en que podremos visibilizarlo”. Yo le sugeriría a nuestro regidor que si no quiere que los vecinos acaben por convencerse que lo que dice es más de lo mismo con lo que ya nos han engañado en las anteriores legislaturas, debería ser más concreto y, en vez de cacarear la misma cantinela que ya conocemos, hacer público a través de estos medios los objetivos que cubre su programa electoral y las fechas previstas para que cada una de esas obras, proyectos e inversiones se plasmen en realidad. Concretando se entiende la gente y es la única forma de saber si se cumplen las promesas y sus planificaciones. Todo lo demás suelen ser palabras que se lleva el viento y que, como mucho, acaban en agua de borrajas.


sábado, 25 de enero de 2020

Un poco más, y no lo cuento

Que nadie se alarme. No me ha pasado nada importante ni digno de reseñar, ni mucho menos he sufrido un episodio que pusiera en riesgo mi integridad como alguien pueda deducir del título que encabeza este post. No tiene nada que ver con eso sino con una cuestión baladí relacionada con la retirada de las luces de Navidad a la que me refería en la entrada anterior y que ahora voy a explicar.

Supongo que será pura casualidad pero justo al día siguiente de decir que esos adornos seguían colgados en la Gran Vía empezaron a desmontarlos. Y digo que será casualidad porque no creo que mis comentarios hayan influido de modo alguno en la decisión de retirarlos; es más, no creo ni siquiera que los hayan leído. Y si fuera de otro modo, es decir, si por alguna remota carambola alguien del Ayuntamiento que tenga algo que ver con el asunto hubiera tenido ocasión de echar un vistazo a este blog y se hubiera detenido en esa entrada, tampoco creo que fuera tenido en cuenta porque lamentablemente en nuestro pueblo se hace muy poco caso a las críticas, avisos o sugerencias vecinales.

El caso es que, sea por el motivo que sea, las luces las descolgaron de sus cables en poco más de una mañana. Lo hicieron dos operarios y una camioneta con una góndola hidráulica: uno, subido en la cesta, iba cortando con una tenaza los latiguillos que sujetaban los círculos luminosos a los cables donde se soportaban, mientras el otro se encargaba de recogerlos y almacenarlos en un lado de la caja. Y así una hilera tras otra, de un extremo a otro de la vía peatonal. Total que en unas 4 o 5 horas terminaron con la tarea.







Al día siguiente, a media mañana ya habían desmontado el armazón metálico que hacía de abeto navideño con todos sus complementos incluyendo el vallado de rollizos que hacía de vallado, y habían dejado la zona tan limpia que nadie diría que aquel armatoste había estado allí durante varias semanas.

Aclarado, pues, el significado del título que no quiere decir otra cosa que si tardo un día más en decidirme a hablar de ese tema se me hubiera esfumado la posibilidad. Cosa que, por otra parte, de haber sucedido de esa manera tampoco habría tenido la menor importancia.

No obstante, la aparente sencillez del trabajo y la rapidez con que se hacía me lleva a preguntarme, aun si cabe con mayor insistencia, por qué se ha retrasado tanto en hacerlo y no se ha acometido con la misma presteza que los servicios de limpieza dejaron la Gran Vía impecable inmediatamente después de la Cabalgata de Reyes en un alarde de diligencia y eficacia. No digo yo que se hubieran puesto a quitar las luces esa misma noche, que no hay tanta necesidad; pero hacerlo pasados quince días después me parece un poco desmedido.

Lo que sí me deja un poco preocupado es el riesgo que los ciudadanos corren cuando se realizan esos trabajos. Afortunadamente casi nunca pasa nada pero durante el tiempo en que pude observar cómo se desarrollaban las operaciones de desmontaje de esos artilugios, la gente pasaba por debajo como si tal cosa, expuestos a que por cualquier descuido un cacharro lleno de lucecitas le cayera en la cabeza y le hiciera ver estrellitas de colores. O una herramienta; o, puestos a elucubrar, hasta la cesta entera con el operario dentro. Ni un cartel, ni el más mínimo balizamiento ni señalización ni nada de nada. Una arriesgada manera de ejecutar esas operaciones a las bravas, sin ajustarse a las recomendaciones u obligaciones de la normativa de seguridad. Una forma admirable de tentar a la suerte.

En este sentido también hay que decir que aún quedan en la calle los postes metálicos y los cables y tensores que sirven para sujetarlos y para colgar las guirnaldas de luces. A esos no sabemos cuando les tocará la hora, de modo que lo mismo seguirán acompañándonos uno cuantos días más. Me pregunto cuál será la razón de no hacer todas estas operaciones al mismo tiempo, lo que evitaría tener que causar más molestias a los vecinos y sobre todo volver a crear situaciones de riesgo. Por cierto, si quieren ver un manual completo de cómo no se deben hacer las cosas, pásense por la Gran Vía y vean cómo y dónde están amarrados los vientos y latiguillos: árboles, cornisas, fachadas, barandillas y cualquier elemento susceptible de admitir enganche son las víctimas de todo un compendio de soluciones erróneas que han dado disgustos más de una vez. Otra ingeniosa manera de seguir tentando a la suerte. Y de dar pie a reclamaciones patrimoniales.



martes, 21 de enero de 2020

Si no son buenas, que sean largas

Esa idea debe de estar rondando en las mentes de los próceres municipales a la vista del poco tirón que han tenido las fiestas navideñas en el propio municipio y del escaso interés que han despertado allende nuestro pueblo, pese al rimbombante título que habíamos obtenido de Ciudad Europea de la Navidad. “Si no han tenido un carácter intenso, al menos que sean duraderas”, habrán pensado. Eso explica que a día de hoy, dos semanas después de que los Reyes hicieran su recorrido por las calles majariegas, aún no se hayan retirado las luces que cuelgan en la Gran Vía ni el artilugio metálico que hace las veces de abeto de Navidad.


Árbol y luces de Navidad en la Gran Vía

Ahora que pienso, tal vez haya utilizado un adjetivo equivocado y en vez de intensas debería haber escogido otro. Lo digo por el volumen de las tres piezas musicales de corte anglosajón que acompañaban al juego de luces de los rosetones colgados en la Gran Vía. Eso realmente sí que era intenso. Intenso y abrumador en tal nivel que, según me confesaba un vecino que vive en esa calle, había recuperado unas orejeras invernales que le había regalado su hijo para abrigarse del frio, con el fin de colocárselas en cada ocasión que daba comienzo la función audiovisual en la que se repetían una tras otra con la misma secuencia, y una y otra vez coincidiendo con las medias horas de la cada tarde-noche. El hombre me confesaba que había tenido la tentación de mudarse de lugar hasta que pasaran las fiestas porque era insoportable el ruido que tenía que soportar todas las tardes, y que según él rebasaba sobradamente los límites de decibelios tolerados por la ordenanza.

Lástima que la vida cotidiana tenga que ajustarse a los dictados del calendario y que la última Navidad haya pasado a la historia. Porque por mucho que se empeñen nuestros mandatarios locales, la vida sigue su ritmo y ya nadie va cantando villancicos por la calle sino que ahora está obsesionado con la cuesta de enero y dándole vueltas a cómo va a afrontar el pago de los gastos que ha cargado -de forma muchas veces inconsciente- en su tarjeta de crédito.

Quizás sea solo obsesión mía pero tengo la impresión de que la tardanza en retirar la parafernalia navideña es un síntoma más del retraso que nuestra ciudad mantiene con respecto a las localidades cercanas. Así, cuando en otros pueblos ya se han recogido los bártulos y  se ha recobrado la normalidad, en Majadahonda perduran hasta quien sabe cuándo. Y no es que esto sea una cosa anormal sino que ya se está convirtiendo en una costumbre. Lo mismo pasó con la iluminación de las fiestas patronales: tardaron tanto en retirarlas que yo llegué a pensar que las iban a dejar hasta diciembre y así tener que ahorrarse el trabajo de volver a colocarlas.

Lo que sí se han llevado, gracias a Dios, son esos monstruosos altavoces que sonaban a todo volumen y que más bien parecían ataúdes colgados y enfundados en plástico. Debían de ser muy valiosos porque si no, no se entiende la premura en recogerlos. Afortunadamente, el hecho de que ya no estén significa que al menos hayamos ganado en la tranquilidad y sosiego que supone la certeza de que no se van a poner a berrear en el momento más inesperado.


Altavoces para la música navideña a alto volumen

A la vista de lo que cuesta quitar los adornos navideños, trabajo que debe de dar mucha pereza, sería bueno pensar algún motivo para no tener que hacerlo. Se me ocurre, por ejemplo, declarar más fiestas intermedias a lo largo del año; pongamos una cada mes, con lo cual tendría una justificación que las luces permanecieran colgadas siempre y lo único que habría que hacer sería cambiar los rótulos de cabecera y algún color que otro, por eso de no caer en la monotonía. Aunque, si tenemos en cuenta que estamos en la era de la realidad virtual y la facilidad que nos brindan los avances tecnológicos, mejor solución sería desarrollar una aplicación informática que permitiera convertir las luces de las farolas en efectos lumínicos virtuales adecuados para cada evento. ¡Eso sí que sería la bomba!




lunes, 13 de enero de 2020

El bluf de un eslogan

Ahora que las fiestas ya han pasado y que hemos podido comprobar la magnífica y completa programación de actividades que los encargados de esa tarea han elaborado para nuestra municipio, podemos decir con total conocimiento de causa y la más categórica afirmación que el eslogan  que nos habían adjudicado (previo pago de 3.000 € al organismo que otorga ese título, en concepto de modesta cuota de inscripción) de Majadahonda, Ciudad Europea de la Navidad 2019’ es un auténtico bluf. Como decía en una entrega anterior reciente, aunque tuviera mis sospechas en ese sentido no quería precipitarme a hacer un valoración definitiva sin tener la absoluta certeza de que las navidades en nuestro pueblo no hubieran tenido una significancia especial que nos hiciera merecedores de ese reconocimiento, no fuera a ser que bajo la apariencia de ese pobre programa -que desgranábamos tan pronto  tuvimos la ocasión de analizarlo- se escondiera alguna mayúscula sorpresa de esas que tanto gusta pregonar a nuestro Concejal de Festejos y nos hiciera cambiar de opinión. No ha sido así. Y ahora que de las fiestas apenas solo quedan sus últimos estertores (léase una estructura metálica de forma cónica en la plaza de Colón y unos círculos de luces que no lucen colgados por la Gran Vía), podemos confirmar que nuestros temores eran ciertos y que se han corroborado esos recelos y ratificado nuestros presentimientos.

Todo esto no habría tenido mayor importancia si ese titulillo de farsa no hubiera salido a la luz y se hiciera de él tanto uso mediático, porque a las cutres celebraciones navideñas en este pueblo ya nos habíamos acostumbrado –como también lo hemos hecho a otras carencias más importantes- sus habitantes. A mí, particularmente, me daría igual que las actividades programadas por el Ayuntamiento para estas fechas sean más o menos espectaculares si no fuera porque a mis hijos, como a toda la población de corta edad, les hace mucha ilusión estas fiestas y las viven con auténtica pasión y mucha expectación por toda la simbología que tienen no solo en el aspecto religioso y tradicional sino también en el otros mucho más prácticos y beneficiosos para ellos como son las vacaciones y los regalos. Y, al final, uno acaba contagiándose de ese furor navideño que viven los niños y termina montándose con ellos en el trenecito acarreando las bolsitas de regalo que dan a los peques (las de mis propios hijos y las de los amiguitos que les acompañan a mi cargo), guardando cola para que los Reyes les sienten en sus rodillas en sus tronos de los bajos de la Plaza Mayor, o soportando empujones y pisotones de otros padres en pleno éxtasis de la Cabalgata, suplicando para mis adentros que por favor no lancen caramelos recordando la extraordinaria puntería que demostró uno de los pajes de hace un par de años cuando un proyectil impactó directamente en mi ojo derecho.


El tren de la Navidad en la plaza de Colón

Quiero decir con esto que los majariegos nos hemos ido conformando con pocas cosas, así como a entender que el hecho de que nuestros festejos navideños sean sencillos y humildes entra dentro de lo comprensible, si tenemos en cuenta la racanería de nuestro Consistorio en todo lo que se refiere a la generosidad en la oferta de servicios y entretenimiento hacia sus paisanos. De modo que no hace falta sacar los pies del plato ostentando la consecución –con dudosas artimañas- de títulos o galardones tan falsos como innecesarios, sobre todo cuando al final no hay apenas diferencias que justifiquen esa distinción en comparación con lo realizado en años anteriores.

No obstante, creo que es de justicia reseñar algunos pequeños detalles a los que  sí hay que concederles el grado de novedosos. Uno de ellos es la piña que forma el Equipo de Gobierno a la hora de asistir a los actos representativos: van juntos casi todos ellos y en plan de buenos amigos, como si de una excursión del colegio se tratara. Eso vi yo, al menos el día en que se inauguraba el Belén Municipal y el encendido de luces, acontecimientos sobre los que aprovecho para hacer algunos comentarios.

Belén municipal en los soportales del Ayuntamiento

Sobre el primero, nada de particular salvo que en su bonito diseño no se ha tenido en cuenta que el portal y su misterio quedan a una altura demasiado alta para la gente de poca estatura, es decir, los niños y los ancianos, que son precisamente los que no pueden valerse por sí mismos para elevarse. Lo que conlleva a los padres a sostener en brazos a sus hijos para que puedas percibir la grandeza del Nacimiento…. hasta que se le agoten al fuerzas al porteador. Ese fue mi caso, que tuve que ir levantando sucesivamente a mis hijos pequeños y sus amiguitos de la misma edad, que estaban a mi cargo, durante más o menos un cuarto de hora y que me dejó con los brazos y los riñones agotados. Menos mal que mi padre, que también nos acompañaba, desistió de que también le izara, que si no… ¡Ah! Y otro apunte de menor importancia para mejorar en próximas ediciones: la transición entre el día y la noche es verdaderamente tajante e instantánea, nada parecida a la realidad, lo que se puede solucionar con un potenciómetro de intensidad automático de bajo coste.

Sobre el segundo, las luces de la Gran Vía, hay mucho que decir. Y no tanto por lo acertado de los motivos y los colores como por el acompañamiento. Este año –lo que también constituye una novedad- todas los días entre las seis de la tarde y las diez de la noche, coincidiendo con las medias, una algarabía de berridos musicales a todo volumen inundaban la paz navideña durante unos minutos para lanzar al aire tres canciones en inglés. (¡Como si no hubiera villancicos en castellano! Y bien bonitos, por cierto). El caso es que durante ese tiempo, las luces se sincronizaban con los aullidos que salían de unos enormes altavoces -nunca los había visto de ese tamaño en estos acontecimientos- encendiéndose y apagándose, yendo y viniendo de adelante para atrás y de un lado a otro, al son de la música. Un espectáculo curioso que todo el mundo quería inmortalizar grabándolo en sus móviles… una vez repuestos del primer susto.


Luces navideñas en la Gran Vía de  Majadahonda (ABC)

Y eso es lo que puedo decir que más me ha llamado la atención de estas fiestas. Bueno, eso y que la tarde del 14 de diciembre, fecha en que se dio el pistoletazo de salida, los asistentes fuimos obsequiados con un chocolate con churros recién cocinados en los soportales del Ayuntamiento. Todo un detalle que hemos de agradecer… a medias, porque cuando nos tocó el turno después de hacer una buena cola ya se había acabado el chocolate y casi no quedaban churros. Pero eso es lo de menos,  lo importante es la intención. De todas formas, mientras miraba a mi hijo pequeño como se relamía con su cucurucho no podía dejar de pensar: “¡Cómelo con gusto, hijo; que no te puedes hacer idea de lo que cuesta ese churro!”