martes, 26 de marzo de 2019

Una entrada vergonzante a Majadahonda

No quiero decir con el título de esta entrada que pretenda en ella descubrir o dar relevancia a alguna cosa oculta que pueda poner en vergüenza a la ciudad donde vivo. Nada más lejos de mis intenciones. Es mucho más sencillo: solo hay que atenerse al sentido literal de esa frase para saber de qué voy a tratar seguidamente.

Dicen los historiadores que Majadahonda nació y se desarrolló a partir de un cruce de los caminos que seguían las rutas de la trashumancia y las vías hacia otros núcleos importantes de la corte. Quizás eso tenga que ver con que actualmente sea la localidad más transitada de la zona y que a ella se pueda llegar desde la capital del Reino por varias rutas, y desde los pueblos vecinos por otras tantas. Afortunadamente, la red de carreteras de la Comunidad ha respetado la integridad de su casco urbano sin afectarlo apenas, pero dotándolo al mismo tiempo de numerosas y relativamente cómodas alternativas para llegar a él por tráfico rodado. A eso ha ayudado también –justo es reconocerlo- la acertada planificación urbanística tratando de desviar la circulación rodada por vías circundantes, aunque algunas de ellas estén hoy día bastante congestionadas y otras se hayan quedado pequeñas e insuficientes para absorber tanto vehículo.

En lo que se refiere a la configuración física de sus accesos desde el extrarradio cabe decir que el Ayuntamiento se esfuerza porque quienes lleguen a esta localidad se vayan familiarizando desde un principio con lo que van a encontrarse a medida que se adentren en él. Tal vez la entrada más sugerente sea la que llega por el Este, desde El Plantío, a través de la rotonda situada bajo las vías de Cercanías, en la cual un gran cartel de metal oxidado muestra su nombre tendido sobre una pequeña ladera de césped. Cruzado este punto la vía de acceso se desdobla, separando ambos sentidos con una estrecha mediana continuamente resembrada de flores de temporada y jalonada con arbolitos enanos y arbustos de escaso porte que apenas medran y fácilmente se secan, a pesar de sus reiteradas reposiciones y de la iluminación nocturna con que se pretende engalanarlos. Siguiendo por ella se van sorteando rotondas sucesivas en las que se bifurcan calles y avenidas que se entrelazan conformando la trama urbana.


Rotonda de la Estación viniendo desde El Plantío


Otro de los accesos más transitados es el que llega por el Norte, desde Las Rozas, por la Avenida de los Reyes Católicos, que es parecido al anterior pero más amplio, al ser las calzadas más anchas y estar las construcciones más separadas, hasta casi entrar en el casco por la plaza de la Cruz. Dejando atrás el paso elevado peatonal existente casi en el límite territorial con Las Rozas, que se yergue como un portalón enorme, los espacios vacíos o ajardinados en los flancos de la avenida dotan a ésta de mayor profundidad visual.


Rotonda de Reyes Católicos viniendo desde La Rozas


El tercera vía de entrada en importancia es la opuesta a la anterior, situada en la otra punta del eje Norte-Sur que coincide con la prolongación de la Gran Vía y en la que confluyen a su vez las procedentes de Pozuelo (pasando por el Cerro del Espino) y Boadilla (que recoge también el Polígono de El Carralero y en recinto ferial) y los lujosos barrios del extrarradio que han ido surgiendo en sus márgenes. Este acceso asume también el denso tráfico procedente de las autovías M-503 y M-50 en ambas direcciones, y permite la conexión con la autovía de los Satélites que enlaza con Villanueva de la Cañada y Valdemorillo. Al igual que los anteriores, los trazados con amplias avenidas y rotondas, junto con la proliferación de zonas verdes y focos de interés turístico (véase la entrada correspondiente a esta cuestión) y una excelente panorámica de la sierras de Guadarrama y Gredos, confieren a este acceso un sensacional aspecto.


Rotonda de acceso desde la carretera de Pozuelo 


Queda por último, la ruta de ingreso que viene de Villanueva del Pardillo y que topa con el casco por el barrio de San Roque. Aun siendo ésta la última en ser remodelada y haber sido hecha a semejanza de sus hermanas, con doble calzada y rotondas con fuentes o motivos florales, algo hay en ella que no resulta del todo atractiva. Tiene también a ambos lados espacios abiertos y urbanizaciones descongestionadas; tiene igualmente una magnífica vista de la sierra y de las lomas que se ondulan hacia ella desde la hondonada del río Guadarrama. Tiene una mediana bastante más generosa que las otras entradas llena asmiismo de arbolado y setos agrupados, algo que contrasta con los escasos árboles en hilera que bordean las calzadas y que subsisten a duras penas, supervivientes de todos aquellos que plantaron cada cinco metros la mayoría de los cuales se han perdido. Pero lo que realmente destaca por encima de todo son dos enormes centrales de hormigón que emergen del paisaje como monstruos de otro planeta, dotando a ese entorno de una fealdad indescriptible y contaminándolo todo con el polvo de cemento que tiñe esa zona de un característico color grisáceo. Una a cada lado de la vía -supongo que para compensar- y ambas ubicadas desde hace décadas en suelo rústico, levantadas sin licencia ni permiso y que siguen funcionando a pleno ritmo con la connivencia de las autoridades municipales a pesar de constituir en los dos casos claros delitos urbanísticos.


Rotonda de la hormigonera Lafarge viniendo desde Villanueva del Pardillo


Quizá sea por eso que ese acceso no esté indicado en los carteles de la M-50 que señalizan las salidas hacia Las Rozas y el Pardillo viniendo desde El Pinar, cuyas vías de servicio terminan en las mismas raquetas o rotondas que sirven para llegar a Majadahonda, obligando a quienes no conocen las rutas a rodearla unos cuantos kilómetros para entrar por otros puntos más vistosos y acordes con el nivel cualitativo de un pueblo de postín. Y es que cualquier extraño que se aventure por esa dirección, se creería más que se encuentra en un paraje parecido a las graveras del Henares que en una ciudad que pretende ser el paradigma de la calidad de vida.


jueves, 21 de marzo de 2019

Bisoño en Majadahonda

Se corrió el velo y salto la liebre. Si lo que pretende Pablo Casado es sorprender a propios y extraños con cada frase que suelta, cada decisión que toma o cada designación para cargos de cierta responsabilidad, de veras que lo consigue. Otra cosa es que eso sea del agrado de sus allegados o del resto de ciudadanos de bien, bien entendido que en este grupo de personas incluyo por extensión a sus correligionarios, pese a que la familia popular no haya sido ejemplo de bondad en las últimas décadas ni tampoco siquiera de estar bien avenidos.

Me refiero en este caso concreto a la elección de José Luis Álvarez Ustarroz como candidato a la alcaldía de Majadahonda por el Partido Popular. Imagino que, aparte de la mayúscula extrañeza de esa decisión, inexplicable para muchos e inesperada para la mayoría, ésta habrá caído como una bomba incendiaria en el seno de sus afiliados y simpatizantes de nuestro pueblo, especialmente entre los concejales y otros satélites que aspiraban a suplantar al veterano Narciso de Foxá una vez que éste hubo decidido hace tiempo no presentarse en la próxima legislatura. Así que ese tiempo de codazos y zancadillas por mejor colocarse uno mismo en detrimento de los demás que comentábamos en la entrada precedente ya no tiene sentido. Quizás se prolongue en el tiempo un poco más, pero en el caso de que así sea lo hará con mucha menor intensidad y crudeza porque el premio gordo ya ha salido, y solo quedan otros de consolación y, en última instancia, la pedrea, es decir, mantener una concejalía, recompensa ésta que, aunque menos relevante desde el punto de vista político y de prestigio social, sigue siendo suficientemente interesante si nos atenemos a la relación retribución/esfuerzo como ya vimos en su día.

Aunque si tenemos en cuenta las salidas de tono que se gasta esta formación en ocasiones de este tipo, no me extrañaría nada que los concejales actuales estén temblando. Recordemos sin ir más lejos lo que sucedió en las últimas elecciones municipales en las que en el plantel de propuestos para ocupar las concejalías no figuraba ninguno de los responsables anteriores excepto uno (una, para ser más exactos). El Sr. de Foxa –desconozco si motu proprio o por indicaciones de la anterior Presidenta de Comunidad, Esperanza Aguirre- defenestró a todo su equipo (excepto a una) como si fueran apestados y los mandó a galeras, pero tuvo la desvergüenza de mantenerse él mismo. Y digo desvergüenza porque no puede entenderse esa actitud de otra manera, ya que si se acepta que el equipo no ha funcionado bien las causas no solo hay que buscarlas en la esfera de lo individual sino achacarlas más bien al fracaso de toda la corporación y, por ende, al de su máximo responsable. Y si a éste le queda una mínima dosis de sentido de la dignidad, lo que debió hacer era reconocerlo y dimitir.

No fue así, y así nos ha ido: otros cuatro años tirados a la basura en los que nuestra ciudad ha permanecido absolutamente paralizada, acentuándose el retraso respecto a las poblaciones vecinas en todos los aspectos que no sean colocar flores en las rotondas.

José Luis Álvarez Ustarroz, es un joven abogado con escaso bagaje político. Actualmente es Director General de Juventud de la Comunidad de Madrid, cargo para el que fue nombrado en octubre de 2018, y Vicesecretario de Organización del Partido Popular de Majadahonda. Ente 2011 y 2014 fue Presidente de Nuevas Generaciones en esta localidad. También es vocal del Comité Nacional de Derechos y Garantías de su partido. En el ámbito de la gestión municipal ha sido Jefe de Gabinete de la Alcaldía de Pozuelo, bajo las órdenes de la alcaldesa Susana Pérez Quislant.


José Luis Álvarez Ustarroz

Para los ciudadanos de a pie que no sienten predilección por un partido político determinado (lo que no quiere decir que no comulguen con alguna ideología) y por ello no están condicionados en sus opiniones ni necesitan justificar lo que hacen sus respectivos dirigentes, el hecho de nombrar como candidato a un joven prácticamente desconocido en el orbe no deja de ser un bombazo. No resto méritos a este político novel, que seguro que los tiene. Pero elegir a alguien con apenas recorrido en la gestión municipal para ponerlo al frente de una localidad del peso de Majadahonda, con el riesgo que eso supone, es una muestra evidente de que las cosas no se ven muy claras en el partido azul. No obstante, si eso significa que hay deseos de que algo cambie por fin en el municipio, bienvenida sea esa decisión. Ahora bien, si lo único que se pretende es cambiar la cara desgastada del Sr. de Foxá por otra más tersa y todavía desconocida pero seguir manteniendo la inercia de inactividad, ausencia de ideas, mortal aburrimiento y parálisis atrofiante de que adolece nuestro gobierno local y que le ha llevado a incumplir reiteradamente su programa electoral en las últimas legislaturas, ya se puede ir a paseo.

Yo, que soy bastante escéptico en eso de la política y quienes se dedican a ella, creo que tal como está el cotarro, las cosas seguirán igual si no peor. Porque, siendo este un feudo poblado mayoritariamente por gente con recursos y con ideas más bien conservadoras, si nadie lo remedia tendremos alcalde “popular” (aunque curiosamente no lo conozca nadie), y mucho me temo que o Pablo Casado nos sorprende otra vez sacándose de la manga un programa riguroso con la orden de cumplirlo, o seguiremos en el marasmo que soportamos desde hace tiempo. Y es que, como postuló aquel ingeniero aeroespacial de apellido irlandés, si algo puede ir a peor…., irá.

viernes, 15 de marzo de 2019

El que no corre, vuela

Andan nuestros concejales preocupados por colocarse en buenas posiciones y situarse en mejores condiciones de medrar o, si no, por lo menos de mantener el puesto en las próximas elecciones municipales. Es tiempo de codazos y zancadillas, de olvidarse de favores, de parecer mejor que otros colegas y de aparentar que uno ha cumplido satisfactoriamente la misión para la que le encomendaron. Hay que presentar la cartilla rellena de cupones y esperar a que en los niveles superiores de cada partido se sepa apreciar el trabajo bien hecho.


En el grupo azul andan las cosas especialmente revueltas. Los que, según los entendidos, tenían algunas papeletas para ir de número uno en la lista, han perdido fuelle por no decir que han sido defenestrados. Uno de ellos que se había postulado para el puesto –y que por lo visto no le han hecho mucho caso- se ha cogido tal rebote que ha decidido largarse antes de tiempo, y ha manifestado que deja la concejalía en estas fechas y que también va a abandonar el ejercicio de la política. Corre el bulo de que le han ofrecido un trabajo muy interesante en la empresa privada, y puede ser. Pero a nadie le entra en la cabeza que se tenga que ir corriendo y no pueda esperar dos meses a terminar la legislatura, y más aún siendo portavoz de su partido. Para mí que ha sido un gesto de despecho y que ha preferido dejar con un palmo de narices a su grupo y a su partido que admitir humildemente
que no se cuenta con él para ese menester. Además, hace poco ya le habían quitado una parcela importante de sus delegaciones a favor de una colega y esto último ha debido ser la gota que hace rebosar el vaso (de ultrajes).

Otro que también estaba bien situado aunque no haya hecho méritos para ello, anda con líos de faldas y de tribunales, y eso en estos momentos es un hándicap insalvable para seguir optando a ocupar el puesto de alcalde, y ya veremos si algún otro.

Los demás andan ahí, cada cual haciendo su jugada: unas acaparando competencias que arrebatan a otros, y los de más allá irguiendo la testuz a ver si pueden pillar algo. El resto, aunque aparentan estar al margen y dar la sensación de permanecer agazapados, en realidad están a la expectativa moviendo los hilos de la urdimbre para ver si entre tanto enredo pueden cazar cualquier cosa al vuelo.

Lo más sorprendente es que todo este caldillo se cuece bajo la mirada mitad incrédula, mitad indiferente de su jefe que, aun conservando todavía la batuta de director de orquesta, permite impasible que sus músicos desafinen de mala manera o que cada uno toque una partitura diferente. Pero, a decir verdad, eso no es nada extraño ya que ese es el talante de que ha hecho gala en los catorce años que lleva al frente de la Alcaldía.

En el partido rojo no pueden decir que el tema vaya mejor. Para un portavoz que tenían que merecía la pena, van y se lo cargan hace meses. Y rescatan para salvar la situación a un personaje del que ya nadie se acordaba y que no dejó buen recuerdo en el tiempo en que dirigió a su grupo. “Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras”.

Algo parecido sucede con el partido morado. A media legislatura su portavoz, un diplomático de verbo exquisito, dejó su puesto por atender la llamada de su profesión y –supongo yo- por el espanto que le produjo el intento de hacer política con sensatez en este pueblo. Los otros dos ediles y la nueva sustituta tampoco parece que se coordinen muy bien entre sí, ni siquiera que estén muy unidos como podría suponerse de sus proclamas.

En el partido naranja parece que la cosa está más calmada, pero puede ser solo un espejismo. Ya veremos si no salen por peteneras ya que por lo que se oye, algunos concejales de ese grupo están bastante decepcionados.

Quedan los partidos “monoparentales”. En éstos no hay conflictos ni disputas ya que no hay mejor compañía que la de uno mismo llevándose bien. El problema en ambos viene del temor a quedarse fuera, pues las encuestas no son muy favorables para la continuidad ni de la una, ni del otro.


Pero todo esto no son más que conjeturas y pueden darse sorpresas de todo tipo. Y es que en el mundo de la política la línea que separa ser agraciado, de hacerse el gracioso o de caer en desgracia es muy sutil y casi imperceptible, y traspasarla no depende tanto de los méritos o virtudes de cada sujeto como de las veleidades o desvaríos de los partidos, que a veces adoptan decisiones totalmente incomprensibles no solo para sus propios religionarios sino también para el resto de los mortales.

viernes, 8 de marzo de 2019

El velódromo de Majadahonda

Paseaba el otro día tranquilamente con mis hijos por la Gran Vía camino del Conservatorio para dejar a uno de ellos en su clase de trompa, cuando de repente casi fuimos embestidos por un meteoro en forma de ciclista que de milagro no se llevó por delante al pequeño. Incomprensiblemente no ocurrió nada grave, salvo el susto de muerte que nos llevamos los tres y unos cuantos viandantes que presenciaron atónitos la escena. Todos los testigos se quedaron de piedra e igualmente asustados, no porque les tocase de cerca a ellos sino porque ya veían a mi hijo bajo las ruedas de aquel agresivo vehículo. Todos menos el causante del incidente, que siguió a toda velocidad su camino esquivando personas y otros obstáculos hasta que le perdimos de vista. Gracias a Dios, la cosa quedó en un sobresalto que casi acaba con mi equilibrio cardiovascular pero no fue más allá que un desagradable sobresalto y la posterior digestión del arrebato subsiguiente.

Peor suerte tuvo mi vecino de abajo. En una situación y lugar similar, a su hija de seis años la golpeó levemente otro ciclista. Aunque no llegó a tirarla, el incidente fue tan aparatoso que obligó al velocípedo a detenerse, momento que aprovechó mi amigo para encararse con su conductor y exigirle disculpas y más precaución; éste, sin arrugarse lo más mínimo, le respondió que lo que tenía que hacer es no dejar a la niña suelta y llevarla bien agarradita de la mano porque es un riesgo para la seguridad el circular sin poder adivinar los inopinados movimientos de los pequeños. Y de muy mal genio se volvió a montar en su bicicleta y se marchó sin pedir disculpas ni preocuparse lo más mínimo por el llanto desconsolado de la pobre hija.

Está claro que el Ayuntamiento no sabe gestionar lo que tiene que ver con las bicicletas por muy buenas intenciones que tenga. Un antecedente no muy lejano es el fracaso del sistema de alquiler público que venía funcionando desde 2011 y que quedó suspendido en junio de 2017 sin muchas explicaciones. Al parecer las razones que alegaba el Consistorio era la falta de seguridad de las bicicletas debido a un deficiente mantenimiento. Por contra, el argumento de la empresa concesionaria de este servicio era su inviabilidad económica por su baja utilización. Sin embargo, entendidos en estas cuestiones consideraban que las causas del poco uso por los vecinos de Majadahonda eran derivadas de la mala planificación, del tipo de bicicleta prestado y de las características de la red de carriles, entre otros motivos.


Imágenes para la Historia

El caso es que desde entonces y a pesar de las reiteradas promesas de que esta prestación quedaría restablecida en un plazo no muy largo, los puntos de préstamo y atraque siguen vacíos y sin muchas perspectivas de que puedan colgarse en ellos otra cosa que añoranza y suciedad. Más de una vez he sido usuario de esas bicis de alquiler y, la verdad, no he tenido muy buenas experiencias. Cuando no le fallaba el cambio, no frenaban o el sillín estaba rajado o el guardabarros rozaba en una rueda o…. No recuerdo ninguna ocasión en que hubiese quedado medianamente satisfecho.

Tampoco es que la red de carriles-bici sea muy atractiva. Las obras que ampliaron las escasas rutas que había en nuestra ciudad adolecen de un diseño peculiar alternando zonas exclusivas con otras compartidas con peatones, muchos cruces peligrosos, y algunos cambios de dirección imposibles pensados más para funambulistas saltarines que para ciclistas normales. Algunos tramos se estrechan de tal manera que uno teme dejarse las rodillas y los tobillos con las barandillas de protección, las jardineras, los bordillos de los parterres o los bancos adyacentes a los circuitos. Y si hablamos de los carriles antiguos, llenos de calvas y baches, mejor es no decir nada sino prestar atención a no dejarse la llanta en cualquier falla o quebranto. Así que tampoco es de extrañar que los majariegos sin mucha afición no se sientan entusiasmados por el uso de esa opción para desplazarse.

Tal vez por eso quienes van en bicicleta prefieren atajar por el camino más recto para cruzar el pueblo y, en consecuencia, la Gran Vía que es la calle peatonal por excelencia de nuestro pueblo se convierte en un trayecto incierto e inseguro para los viandantes que tienen que estar pendientes de no ser abordados por los ciclistas que han convertido esa vías en un verdadero velódromo donde algunos ponen a prueba la potencia de sus piernas alcanzando velocidades increíbles, otros practican slalom esquivando todo tipo de puertas fijas y en movimiento, y los más diestros hacen piruetas sobre una rueda elevando la parte contraria mientras pedalean sin parar.

A continuación se transcribe el artículo 24 de la Ordenanza de Movilidad de este municipio, publicada en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid nº 98, de 26 de abril de 2014,


Artículo 24. Condiciones de circulación de las bicicletas en espacios peatonales.

Las condiciones de circulación de las bicicletas en los espacios reservados para peatones serán las siguientes:

a) Deberán respetar siempre la preferencia de los peatones.
b) Adecuarán en todo momento la velocidad a la de los peatones.
c) Deberán evitar circular cerca de las fachadas.

En estos espacios, las bicicletas podrán circular en ambos sentidos de la marcha, y siempre que se respete la prioridad del peatón, se adecúe la velocidad a la de los viandantes, sin sobrepasar nunca los 10 Km/h, y no se realicen maniobras negligentes o temerarias que puedan afectar a la seguridad de los peatones o incomodar su circulación.

El Ayuntamiento podrá establecer zonas debidamente señalizadas de transito compartido entre peatones y bicicletas. En estas zonas, las bicicletas deberán atenerse a todas las restricciones anteriormente impuestas para las zonas peatonales.

Siempre que el ciclista circule por una zona peatonal en la que haya edificios, deberá mantener una distancia de al menos 2 metros con la fachada de los mismos.

Los menores de 12 años, bajo la responsabilidad de la persona que ostente su tutela, podrán circular por las aceras, andenes y paseos, con triciclos, bicicletas, adecuando su velocidad a la de los peatones y con sujeción a aquello que dispone el artículo de circulación de bicicletas en zona de peatones.

Ha de estarse expresamente a lo previsto en el artículo 21 de la presente ordenanza.

En las zonas de peatones y vías con prioridad para peatones donde se produzca aglomeración y/o concentración habitual de personas, el Ayuntamiento establecerá aquellas restricciones que considere oportunas, señalizando pertinentemente la zona y estableciendo rutas alternativas seguras para todos los usuarios potenciales.
Se entenderá que hay aglomeración cuando no sea posible circular dejando siempre 1,5 metros de distancia entre la bicicleta y cualquiera de los peatones que circulan.

Cuando las restricciones se apliquen a las bicicletas, se harán extensivas al resto de vehículos no motorizados y motorizados (excepto los vehículos en servicios especiales).


Cualquiera que pasee por la Gran Vía podrá comprobar que estas prescripciones raramente se cumplen. Y me pregunto que si hay unas normas que establecen las condiciones para circular en bicicleta por las calles peatonales como son la velocidad límite y las distancias mínimas de separación respecto de las personas, qué razones justifican que no se obligue a su cumplimiento. Y si, como parece -aunque yo no lo comparta-, es tan difícil hacer que se respeten, por qué no se opta por prohibir definitivamente que se circule por ellas a quienes no sean niños acompañados. O si, como también parece por lo que se ve por doquier, las autoridades municipales no quieren ser tan radicales porque eso de prohibir está mal visto, al menos que pongan unos caminos protegidos para quienes optan por ir a pie puedan sentirse suficientemente seguros y sin el temor de ser embestidos en cualquier momento. Dejando, eso sí, espacio suficiente para instalar unas gradas desde las que ver pasar a los esforzados ciclistas.


El velódromo de Majadahonda

Confiemos en que los responsables municipales pongan solución pronto a este problema y no esperen a hacerlo después de que ocurra un accidente grave, como es costumbre. De esa forma evitarían tener que buscar culpables de las desgracias, cuando lo cierto es que la única responsabilidad les corresponde a ellos.

viernes, 1 de marzo de 2019

Las cruces de Majadahonda

Como todos los lugares geográficos, Majadahonda tiene sus soles y sus sombras, sus caras y sus cruces. A las caras y los soles (que no tienen nada que ver con el “Cara al sol”, himno fascista español por antonomasia) ya se encargan de darles brillo los voceros oficiales del Ayuntamiento y sus incondicionales. De las sombras y las cruces tenemos que ocuparnos otros con una visión más crítica, sin que por ello perdamos la objetividad y el juicio ecuánime, y admitamos que ni todo es oscuro en nuestro pueblo ni todo bello y lustroso como se empeñan en tratar de convencernos.

Una de las cruces más hirientes que tiene que soportar esta ciudad es el desinterés que demuestran sus regidores por sus raíces y su patrimonio histórico que es la esencia básica del acervo cultural y del amor patrio, entendiendo por el primer dúo de palabras el conjunto de bienes morales o culturales acumulados por tradición o herencia, y por el segundo par el sentimiento de afecto o inclinación por la tierra natal o adoptiva a la que se pertenece por distintos lazos. No es que yo sea muy partidario de sacar a relucir estos conceptos un tanto conservadores y, si se quiere, algo rancios; pero hago ahora uso de ellos por emularlos en la forma que los citados suelen pregonarlos cuando necesitan echar mano de esos sentimientos tradicionalistas para otras cosas.

Hace unos días nuestra atención se centraba en la bochornosa actuación municipal en el acoso y derribo de la Casa de la Radio. Este era uno de los pocos edificios emblemáticos de Majadahonda, tanto por su antigüedad como por su ejemplar historia, que aún quedaban en pie a duras penas en nuestro entorno, gracias al olvido y abandono a que ha sido condenado durante mucho tiempo. Pero ese no deja de ser el último episodio de un largo expediente de tropelías en lo que se refiere cuidado y conservación de los bienes patrimoniales que tienen que ver con nuestra historia, de los que hoy día apenas quedan rastro.

Por poner un ejemplo entroncado con el título que encabezan estas letras, vamos a hablar de las cruces de piedra que todavía quedan en el pueblo. Dejaremos al margen (y no por desinterés sino por ser más reciente y quedar un poco alejada del casco urbano) la existente en la Dehesa, levantada tras la guerra civil en recuerdo del falangista Antonio Martínez Santa-Olaya, que fue fusilado en Paracuellos del Jarama por las tropas republicanas en las primeras sacas de noviembre de 1936. Su fina labra y el perfil de sus aristas denotan su relativamente reciente construcción y no tienen, desde el punto de vista histórico, mayor interés que el de recordarnos las terribles consecuencias del conflicto armado que padeció este país hace más de 80 años. No obstante quien quiera conocer más sobre este monumento puede consultar en el blog Frente de Batalla la página que habla de él.


Cruz de la Dehesa (Frente de Batalla)

Las otras dos cruces están situadas a ambos extremos de la Gran Vía en lo que antes eran también los cruces de caminos más transitados: al norte, en la intersección del camino de Las Rozas con el de Villanueva del Pardillo y El Escorial; al sur, en la bifurcación de los caminos de Boadilla y de Pozuelo. Desgraciadamente no he podido encontrar información sobre su origen ni en la web municipal ni en otros medios por lo que ignoro en qué época se levantaron y por qué motivo. Dado los vestigios sarracenos de la torre de la iglesia de Santa Catalina, lo mismo se colocaron tras la reconquista para señalar con ellas que este pueblo era territorio ganado a los moros, y por lo tanto recuperado para la fe cristiana. O igual su posición servía para orientarse a los rebaños trashumantes en sus recorridos hacia mejores pastos. O simplemente fueron colocadas al principio y al final del “caminancho” como aviso a los maleantes para que se anduvieran con cuidado si no querían ser ajusticiados allí mismo.



Cruz de la Plaza de la Cruz

Cruz de la Ermita del Cristo de los Remedios

Sea como fuere, lo cierto es que según los cronistas de la villa esas cruces llevan en su sitio mucho más tiempo que el que han vivido sus padres y sus abuelos, según el testimonio de éstos, y por ese motivo habrían de considerarse piezas históricas de cierta relevancia. Sin embargo, la realidad es otra ya que se mantienen prácticamente olvidadas y sin ningún tipo de protección o indicación de que no son simples piedras. Una de ellas, la que está junto a la plaza de su nombre, permanece junto a la parada de los taxis semiengullida por las sucesivas crecidas de los pavimentos de modo que sus brazos quedan a la altura adecuada para que dejen las latas de refrescos o los pichos de tortilla mientras charlan a la espera de clientes. La otra, que conserva su basamento escalonado y es más alta en su conjunto, se ubica en los jardines de la Ermita rodeada de una cerca baja de hierro forjado. Ambas tienen un tamaño y forma latina similar y con el fuste y el brazo de la misma sección octogonal, por lo que podrían datar de la misma época, En sendos casos, carecen de señalización, rótulos o referencias de ningún tipo, y milagro es que todavía sigan allí y no hayan sucumbido a la tentación de algún preboste para colocarlas en su jardín particular.

De seguir con la misma política de desprecio por nuestra historia y los restos que la atestiguan, cuando haya desaparecido la generación de los ancianos actuales, y a más tardar cuando pase lo mismo con la de sus hijos, a estas cruces se les habrá arrebatado su memoria definitivamente y cuando alguien las vea, si es que todavía siguen en pie, no solo no tendrá ni idea de quien las puso ni porqué están allí (como ya nos pasa a muchos) sino que pensará que tal vez sería mejor quitarlas porque molestan al paso e incluso afean la ciudad.