martes, 21 de mayo de 2019

Últimas representaciones

¡Aprovechemos!

Todavía quedan algunos días de teatro. Aún podremos ver a nuestros políticos pisando la calle, mezclándose con la gente corriente como si fuera uno más, a su misma altura y compartiendo el mismo espacio. Puro espejismo. Porque esto, que sería el comportamiento lógico de quienes se han postulado como representantes de la población que ha depositado su confianza en ellos otorgándoles su voto, en la realidad es bastante inusual y sólo se da durante apenas un mes cada cuatro años.

Defiendan las ideas que defiendan y sea cual sea el color que los distingan, andan todos en la proximidad de sus chiringuitos con caras de buenos amigos y obsequian con palabras amables a sus interlocutores como si se conocieran de siempre. Entregan su octavilla a diestro y siniestro y regalan una sonrisa por doquier como si eso fuera lo más normal, sin que se les note demasiado el ímprobo esfuerzo que hacen por parecer empáticos y mostrarse simpaticos. Los más generosos exponen en los puestos chapas, mecheros, bolígrafos y baratijas diversas con logos estampados. También suelen tener globos que regalan a los niños como si ellos entendieran ese intercambio. Yo, sin embargo, pienso que sería mucho más atractivos si ofrecieran un refresco callejero a la concurrencia.


Propuesta para un puesto electoral callejero más sugerente


Si uno viera esto de nuevas o borrara de su memoria los recuerdos que acumula de tiempos pasados, podría pensar que se han transmutado. Los más incautos incluso llegarían a  imaginar que se ha producido un milagro. Pero quien más quien menos ya está escarmentado de ocasiones anteriores, y considera estas aparentes transformaciones como lo que son: estudiadas sobreactuaciones para obtener votos. Porque, desgraciadamente, pasado este periodo de engaño y agitación, la función toca a su fin y todo vuelve a su estado normal. Los políticos retornan a sus despachos, se quitan la careta y se disponen a pasar cuatro años escondidos; los ciudadanos, condenados a echarlos de menos y a volver a la cruda realidad de esperar las promesas que nunca llegan.

Si uno tiene la precaución de guardar los programas electorales de cada partido, especialmente los de la formación que consigue el objetivo de formar gobierno, y vuelve a releerlas al final de cada legislatura, además de sonreír para sí mismo –o partirse a carcajadas- podrá comprobar dos cosas: que gran parte de las propuestas que contienen no se han cumplido y, lo que es más chocante, que vuelven a incluir en los nuevos programas las cosas que fueron incapaces de llevar a cabo.

Otra curiosidad que se da por estas fechas tienen que ver con los bailes de candidatos en las diferentes agrupaciones. Abundan caras nuevas y, sin embargo, es prácticamente imposible ver a las conocidas que han sido apartadas o defenestradas como si no hubieran existido nunca. No sé si eso obedece a una estrategia electoral o simplemente es la respuesta comprensible de quien se siente defraudado por no haber sido premiado con la continuidad y es natural que tengan muy pocas ganas de aparecer precisamente con quienes le han desplazado. Pero no hay que perder de vista que ellos han adquirido un compromiso con la ciudadanía y con su propia formación, y hasta el último día que comprenda el periodo que dure su trabajo deben estar a las duras y a las maduras, que para eso reciben sus estipendios religiosamente. Si no, mejor sería –o, por lo menos, más honesto y digno por su parte- que presentasen la dimisión de inmediato, como ya ha hecho alguno.   

Así que, aprovechemos: sólo quedan unos días de comedia; luego nos espera una larga temporada de dramas y tragedias.

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