lunes, 12 de agosto de 2019

Galardones a los alcorques

No siempre ni de todo lo que sucede en nuestra ciudad tienen la culpa los políticos, aunque no por ello se les pueda eximir de la parte de responsabilidad que les corresponde pues en última instancia es a ellos a quienes se les ha otorgado el derecho y las obligaciones inherentes al control de sus respectivas áreas.

En muchos casos son los empleados municipales, generalmente funcionarios cualificados para el desempeño de sus tareas, los que en un alarde de exposición y puesta en práctica de sus brillantes ideas, hacen gala sin ningún tipo de reserva ni pudor de las facultades por las cuales fueron asignados a sus funciones. Bien es cierto que, por suerte o desgracia, ese prurito exhibicionista solo sale a luz en contadas ocasiones y que generalmente atañe a temas menores; sin embargo esa limitada causalidad no impiden ni reducen las repercusiones que en mayor o menor medida producen en el vecindario. Pongamos como ejemplo ilustrativo un caso de rabiosa actualidad.


Recientemente se ha llevado a cabo el arreglo de los alcorques de las dos hileras de falsos plátanos situadas en la parte en que la Gran Vía se ensancha donde antes se unía la calle del Cristo con la plaza de Colón. Estos árboles, que otrora unían sus ramas como lo hacen muchos congéneres en distintos lugares de nuestra geografía formando paseos abovedados en verde -de los que quizás sea arquetipo el paseo del Espolón en la capital burgalesa- ahora lucen independizados sin saber muy bien por qué: si para preservarlos unos de otros de plagas contagiosas o como tributo a la individualidad, virtud y actitud social que hoy está tan en boga. Al utilizar esa referencia no quiero ni mucho menos comparar nuestro recoleto y minimalista paseo con el que antes he citado, de mucha más entidad, historia y abolengo, pero salvando las dimensiones y las distancias que separan a ambos el nuestro no tiene nada que envidiar al otro que no sea la proximidad del río Arlanza. 

Paseo de plátanos en la Gran Vía de Majadahonda


Paseo del Espolón en Burgos

Estos árboles –decía- han tenido a lo largo de su vida distintos tipos de alcorques en función de las modas o tendencias. La última de ellas, que ahora ha sido sustituida, consistía en una mezcla heterogénea de materiales sintéticos fijos imitando cantos rodados de pequeño tamaño: rígidos en la parte externa, y flexibles en la corona que circunda al tronco. Lo cierto es que había sido una solución más estética que duradera, a la vista del desigual estado de conservación que todavía puede apreciarse en algunos elementos que aún se mantienen en otras zonas de la misma calle, ya que si unos todavía se mantienen en condiciones aceptables otros se muestran bastante deteriorados. Hay una buena parte de ellos que han precisado una intervención anterior a base de sustituir la mayor superficie del hueco por un adoquinado de piezas imitando a un suelo antiguo pero manteniendo el núcleo flexible alrededor del árbol. También en estos casos el transcurrir del tiempo y el empuje vital de la naturaleza ha hecho que muchos de ellos se hayan levantado o deformado, lo que viene a decir que este tipo de soluciones no son adecuadas ya que apenas duran unos cuantos años. 

Estado que presentan algunos alcorques ejecutados con materiales sintéticos

Arreglos realizados en años anteriores

No obstante, el nuevo diseño que ahora presentan es un simple adoquinado de piezas de cemento en color amarillento (bastante feo, por cierto) que por su forma prismática dejan en el centro un hueco de forma rectangular adecuado al tamaño de cada pie, que se rellena –y ahí está la brillante idea- de minúsculas piedrecitas sueltas sin ningún tipo de ligamento o protección. De este modo, lo que inicialmente era un plano nivelado de áridos naturales que quedaban enrasados con los adoquines, se convierte a los pocos días en un boquete desigual que escupe piedrecitas a su alrededor dispersándose cada vez más lejos cuales cuerpos celestes en el cosmos tras el Big Bang. Y, por lo visto, ha debido de gustar porque ese mismo modelo ya se está ejecutando en otras zonas de la Gran Vía.


Nueva solución de alcorques llevada a cabo recientemente

Quienes hayan decidido este modelo son merecedores de las más sinceras felicitaciones. Mi reconocimiento está fundado en los aspectos funcionales más que en los puramente estéticos, que pasarían a un segundo plano. Y estas son las razones: en primer lugar, por el hecho de haber tenido en cuenta que en una zona frecuentada por niños, -no hace falta recordar que en su proximidad se encuentra el único parque infantil de esta vía peatonal- y que los pequeños siempre respetan escrupulosamente todo lo que hay a su alrededor por muy delicado que sea, y por supuesto no suelen hurgar en la tierra ni jugar con piedrecitas por mucho que esas tentaciones se les ponga a su alcance; y en segundo, por haber considerado que en un pueblo donde los perros campan a sus anchas y se les permite miccionar y defecar donde les plazca – y no hace falta ser un experto en comportamiento animal para saber que las esquinas, las farolas y los árboles son sus lugares preferidos- colocar piedrecitas sueltas de relleno en los alcorques no solo es una solución higiénica y duradera sino que tampoco presenta ningún peligro para la salud de los niños que jueguen con ellas y no existe ningún razón para pensar que se las pueden llevar a la boca.

Desde aquí propugno la creación de galardones BIU (Brillantes Ideas Urbanas), distinciones que de instaurarse en nuestro municipio servirían para premiar anualmente a las mejores propuestas para las dotaciones y el equipamiento de nuestras calles y espacios exteriores. Y, por supuesto, que mi voto de esta edición sería para la nueva solución de alcorque. Se lo merece.


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