viernes, 8 de marzo de 2019

El velódromo de Majadahonda

Paseaba el otro día tranquilamente con mis hijos por la Gran Vía camino del Conservatorio para dejar a uno de ellos en su clase de trompa, cuando de repente casi fuimos embestidos por un meteoro en forma de ciclista que de milagro no se llevó por delante al pequeño. Incomprensiblemente no ocurrió nada grave, salvo el susto de muerte que nos llevamos los tres y unos cuantos viandantes que presenciaron atónitos la escena. Todos los testigos se quedaron de piedra e igualmente asustados, no porque les tocase de cerca a ellos sino porque ya veían a mi hijo bajo las ruedas de aquel agresivo vehículo. Todos menos el causante del incidente, que siguió a toda velocidad su camino esquivando personas y otros obstáculos hasta que le perdimos de vista. Gracias a Dios, la cosa quedó en un sobresalto que casi acaba con mi equilibrio cardiovascular pero no fue más allá que un desagradable sobresalto y la posterior digestión del arrebato subsiguiente.

Peor suerte tuvo mi vecino de abajo. En una situación y lugar similar, a su hija de seis años la golpeó levemente otro ciclista. Aunque no llegó a tirarla, el incidente fue tan aparatoso que obligó al velocípedo a detenerse, momento que aprovechó mi amigo para encararse con su conductor y exigirle disculpas y más precaución; éste, sin arrugarse lo más mínimo, le respondió que lo que tenía que hacer es no dejar a la niña suelta y llevarla bien agarradita de la mano porque es un riesgo para la seguridad el circular sin poder adivinar los inopinados movimientos de los pequeños. Y de muy mal genio se volvió a montar en su bicicleta y se marchó sin pedir disculpas ni preocuparse lo más mínimo por el llanto desconsolado de la pobre hija.

Está claro que el Ayuntamiento no sabe gestionar lo que tiene que ver con las bicicletas por muy buenas intenciones que tenga. Un antecedente no muy lejano es el fracaso del sistema de alquiler público que venía funcionando desde 2011 y que quedó suspendido en junio de 2017 sin muchas explicaciones. Al parecer las razones que alegaba el Consistorio era la falta de seguridad de las bicicletas debido a un deficiente mantenimiento. Por contra, el argumento de la empresa concesionaria de este servicio era su inviabilidad económica por su baja utilización. Sin embargo, entendidos en estas cuestiones consideraban que las causas del poco uso por los vecinos de Majadahonda eran derivadas de la mala planificación, del tipo de bicicleta prestado y de las características de la red de carriles, entre otros motivos.


Imágenes para la Historia

El caso es que desde entonces y a pesar de las reiteradas promesas de que esta prestación quedaría restablecida en un plazo no muy largo, los puntos de préstamo y atraque siguen vacíos y sin muchas perspectivas de que puedan colgarse en ellos otra cosa que añoranza y suciedad. Más de una vez he sido usuario de esas bicis de alquiler y, la verdad, no he tenido muy buenas experiencias. Cuando no le fallaba el cambio, no frenaban o el sillín estaba rajado o el guardabarros rozaba en una rueda o…. No recuerdo ninguna ocasión en que hubiese quedado medianamente satisfecho.

Tampoco es que la red de carriles-bici sea muy atractiva. Las obras que ampliaron las escasas rutas que había en nuestra ciudad adolecen de un diseño peculiar alternando zonas exclusivas con otras compartidas con peatones, muchos cruces peligrosos, y algunos cambios de dirección imposibles pensados más para funambulistas saltarines que para ciclistas normales. Algunos tramos se estrechan de tal manera que uno teme dejarse las rodillas y los tobillos con las barandillas de protección, las jardineras, los bordillos de los parterres o los bancos adyacentes a los circuitos. Y si hablamos de los carriles antiguos, llenos de calvas y baches, mejor es no decir nada sino prestar atención a no dejarse la llanta en cualquier falla o quebranto. Así que tampoco es de extrañar que los majariegos sin mucha afición no se sientan entusiasmados por el uso de esa opción para desplazarse.

Tal vez por eso quienes van en bicicleta prefieren atajar por el camino más recto para cruzar el pueblo y, en consecuencia, la Gran Vía que es la calle peatonal por excelencia de nuestro pueblo se convierte en un trayecto incierto e inseguro para los viandantes que tienen que estar pendientes de no ser abordados por los ciclistas que han convertido esa vías en un verdadero velódromo donde algunos ponen a prueba la potencia de sus piernas alcanzando velocidades increíbles, otros practican slalom esquivando todo tipo de puertas fijas y en movimiento, y los más diestros hacen piruetas sobre una rueda elevando la parte contraria mientras pedalean sin parar.

A continuación se transcribe el artículo 24 de la Ordenanza de Movilidad de este municipio, publicada en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid nº 98, de 26 de abril de 2014,


Artículo 24. Condiciones de circulación de las bicicletas en espacios peatonales.

Las condiciones de circulación de las bicicletas en los espacios reservados para peatones serán las siguientes:

a) Deberán respetar siempre la preferencia de los peatones.
b) Adecuarán en todo momento la velocidad a la de los peatones.
c) Deberán evitar circular cerca de las fachadas.

En estos espacios, las bicicletas podrán circular en ambos sentidos de la marcha, y siempre que se respete la prioridad del peatón, se adecúe la velocidad a la de los viandantes, sin sobrepasar nunca los 10 Km/h, y no se realicen maniobras negligentes o temerarias que puedan afectar a la seguridad de los peatones o incomodar su circulación.

El Ayuntamiento podrá establecer zonas debidamente señalizadas de transito compartido entre peatones y bicicletas. En estas zonas, las bicicletas deberán atenerse a todas las restricciones anteriormente impuestas para las zonas peatonales.

Siempre que el ciclista circule por una zona peatonal en la que haya edificios, deberá mantener una distancia de al menos 2 metros con la fachada de los mismos.

Los menores de 12 años, bajo la responsabilidad de la persona que ostente su tutela, podrán circular por las aceras, andenes y paseos, con triciclos, bicicletas, adecuando su velocidad a la de los peatones y con sujeción a aquello que dispone el artículo de circulación de bicicletas en zona de peatones.

Ha de estarse expresamente a lo previsto en el artículo 21 de la presente ordenanza.

En las zonas de peatones y vías con prioridad para peatones donde se produzca aglomeración y/o concentración habitual de personas, el Ayuntamiento establecerá aquellas restricciones que considere oportunas, señalizando pertinentemente la zona y estableciendo rutas alternativas seguras para todos los usuarios potenciales.
Se entenderá que hay aglomeración cuando no sea posible circular dejando siempre 1,5 metros de distancia entre la bicicleta y cualquiera de los peatones que circulan.

Cuando las restricciones se apliquen a las bicicletas, se harán extensivas al resto de vehículos no motorizados y motorizados (excepto los vehículos en servicios especiales).


Cualquiera que pasee por la Gran Vía podrá comprobar que estas prescripciones raramente se cumplen. Y me pregunto que si hay unas normas que establecen las condiciones para circular en bicicleta por las calles peatonales como son la velocidad límite y las distancias mínimas de separación respecto de las personas, qué razones justifican que no se obligue a su cumplimiento. Y si, como parece -aunque yo no lo comparta-, es tan difícil hacer que se respeten, por qué no se opta por prohibir definitivamente que se circule por ellas a quienes no sean niños acompañados. O si, como también parece por lo que se ve por doquier, las autoridades municipales no quieren ser tan radicales porque eso de prohibir está mal visto, al menos que pongan unos caminos protegidos para quienes optan por ir a pie puedan sentirse suficientemente seguros y sin el temor de ser embestidos en cualquier momento. Dejando, eso sí, espacio suficiente para instalar unas gradas desde las que ver pasar a los esforzados ciclistas.


El velódromo de Majadahonda

Confiemos en que los responsables municipales pongan solución pronto a este problema y no esperen a hacerlo después de que ocurra un accidente grave, como es costumbre. De esa forma evitarían tener que buscar culpables de las desgracias, cuando lo cierto es que la única responsabilidad les corresponde a ellos.

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