martes, 26 de marzo de 2019

Una entrada vergonzante a Majadahonda

No quiero decir con el título de esta entrada que pretenda en ella descubrir o dar relevancia a alguna cosa oculta que pueda poner en vergüenza a la ciudad donde vivo. Nada más lejos de mis intenciones. Es mucho más sencillo: solo hay que atenerse al sentido literal de esa frase para saber de qué voy a tratar seguidamente.

Dicen los historiadores que Majadahonda nació y se desarrolló a partir de un cruce de los caminos que seguían las rutas de la trashumancia y las vías hacia otros núcleos importantes de la corte. Quizás eso tenga que ver con que actualmente sea la localidad más transitada de la zona y que a ella se pueda llegar desde la capital del Reino por varias rutas, y desde los pueblos vecinos por otras tantas. Afortunadamente, la red de carreteras de la Comunidad ha respetado la integridad de su casco urbano sin afectarlo apenas, pero dotándolo al mismo tiempo de numerosas y relativamente cómodas alternativas para llegar a él por tráfico rodado. A eso ha ayudado también –justo es reconocerlo- la acertada planificación urbanística tratando de desviar la circulación rodada por vías circundantes, aunque algunas de ellas estén hoy día bastante congestionadas y otras se hayan quedado pequeñas e insuficientes para absorber tanto vehículo.

En lo que se refiere a la configuración física de sus accesos desde el extrarradio cabe decir que el Ayuntamiento se esfuerza porque quienes lleguen a esta localidad se vayan familiarizando desde un principio con lo que van a encontrarse a medida que se adentren en él. Tal vez la entrada más sugerente sea la que llega por el Este, desde El Plantío, a través de la rotonda situada bajo las vías de Cercanías, en la cual un gran cartel de metal oxidado muestra su nombre tendido sobre una pequeña ladera de césped. Cruzado este punto la vía de acceso se desdobla, separando ambos sentidos con una estrecha mediana continuamente resembrada de flores de temporada y jalonada con arbolitos enanos y arbustos de escaso porte que apenas medran y fácilmente se secan, a pesar de sus reiteradas reposiciones y de la iluminación nocturna con que se pretende engalanarlos. Siguiendo por ella se van sorteando rotondas sucesivas en las que se bifurcan calles y avenidas que se entrelazan conformando la trama urbana.


Rotonda de la Estación viniendo desde El Plantío


Otro de los accesos más transitados es el que llega por el Norte, desde Las Rozas, por la Avenida de los Reyes Católicos, que es parecido al anterior pero más amplio, al ser las calzadas más anchas y estar las construcciones más separadas, hasta casi entrar en el casco por la plaza de la Cruz. Dejando atrás el paso elevado peatonal existente casi en el límite territorial con Las Rozas, que se yergue como un portalón enorme, los espacios vacíos o ajardinados en los flancos de la avenida dotan a ésta de mayor profundidad visual.


Rotonda de Reyes Católicos viniendo desde La Rozas


El tercera vía de entrada en importancia es la opuesta a la anterior, situada en la otra punta del eje Norte-Sur que coincide con la prolongación de la Gran Vía y en la que confluyen a su vez las procedentes de Pozuelo (pasando por el Cerro del Espino) y Boadilla (que recoge también el Polígono de El Carralero y en recinto ferial) y los lujosos barrios del extrarradio que han ido surgiendo en sus márgenes. Este acceso asume también el denso tráfico procedente de las autovías M-503 y M-50 en ambas direcciones, y permite la conexión con la autovía de los Satélites que enlaza con Villanueva de la Cañada y Valdemorillo. Al igual que los anteriores, los trazados con amplias avenidas y rotondas, junto con la proliferación de zonas verdes y focos de interés turístico (véase la entrada correspondiente a esta cuestión) y una excelente panorámica de la sierras de Guadarrama y Gredos, confieren a este acceso un sensacional aspecto.


Rotonda de acceso desde la carretera de Pozuelo 


Queda por último, la ruta de ingreso que viene de Villanueva del Pardillo y que topa con el casco por el barrio de San Roque. Aun siendo ésta la última en ser remodelada y haber sido hecha a semejanza de sus hermanas, con doble calzada y rotondas con fuentes o motivos florales, algo hay en ella que no resulta del todo atractiva. Tiene también a ambos lados espacios abiertos y urbanizaciones descongestionadas; tiene igualmente una magnífica vista de la sierra y de las lomas que se ondulan hacia ella desde la hondonada del río Guadarrama. Tiene una mediana bastante más generosa que las otras entradas llena asmiismo de arbolado y setos agrupados, algo que contrasta con los escasos árboles en hilera que bordean las calzadas y que subsisten a duras penas, supervivientes de todos aquellos que plantaron cada cinco metros la mayoría de los cuales se han perdido. Pero lo que realmente destaca por encima de todo son dos enormes centrales de hormigón que emergen del paisaje como monstruos de otro planeta, dotando a ese entorno de una fealdad indescriptible y contaminándolo todo con el polvo de cemento que tiñe esa zona de un característico color grisáceo. Una a cada lado de la vía -supongo que para compensar- y ambas ubicadas desde hace décadas en suelo rústico, levantadas sin licencia ni permiso y que siguen funcionando a pleno ritmo con la connivencia de las autoridades municipales a pesar de constituir en los dos casos claros delitos urbanísticos.


Rotonda de la hormigonera Lafarge viniendo desde Villanueva del Pardillo


Quizá sea por eso que ese acceso no esté indicado en los carteles de la M-50 que señalizan las salidas hacia Las Rozas y el Pardillo viniendo desde El Pinar, cuyas vías de servicio terminan en las mismas raquetas o rotondas que sirven para llegar a Majadahonda, obligando a quienes no conocen las rutas a rodearla unos cuantos kilómetros para entrar por otros puntos más vistosos y acordes con el nivel cualitativo de un pueblo de postín. Y es que cualquier extraño que se aventure por esa dirección, se creería más que se encuentra en un paraje parecido a las graveras del Henares que en una ciudad que pretende ser el paradigma de la calidad de vida.


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