viernes, 1 de marzo de 2019

Las cruces de Majadahonda

Como todos los lugares geográficos, Majadahonda tiene sus soles y sus sombras, sus caras y sus cruces. A las caras y los soles (que no tienen nada que ver con el “Cara al sol”, himno fascista español por antonomasia) ya se encargan de darles brillo los voceros oficiales del Ayuntamiento y sus incondicionales. De las sombras y las cruces tenemos que ocuparnos otros con una visión más crítica, sin que por ello perdamos la objetividad y el juicio ecuánime, y admitamos que ni todo es oscuro en nuestro pueblo ni todo bello y lustroso como se empeñan en tratar de convencernos.

Una de las cruces más hirientes que tiene que soportar esta ciudad es el desinterés que demuestran sus regidores por sus raíces y su patrimonio histórico que es la esencia básica del acervo cultural y del amor patrio, entendiendo por el primer dúo de palabras el conjunto de bienes morales o culturales acumulados por tradición o herencia, y por el segundo par el sentimiento de afecto o inclinación por la tierra natal o adoptiva a la que se pertenece por distintos lazos. No es que yo sea muy partidario de sacar a relucir estos conceptos un tanto conservadores y, si se quiere, algo rancios; pero hago ahora uso de ellos por emularlos en la forma que los citados suelen pregonarlos cuando necesitan echar mano de esos sentimientos tradicionalistas para otras cosas.

Hace unos días nuestra atención se centraba en la bochornosa actuación municipal en el acoso y derribo de la Casa de la Radio. Este era uno de los pocos edificios emblemáticos de Majadahonda, tanto por su antigüedad como por su ejemplar historia, que aún quedaban en pie a duras penas en nuestro entorno, gracias al olvido y abandono a que ha sido condenado durante mucho tiempo. Pero ese no deja de ser el último episodio de un largo expediente de tropelías en lo que se refiere cuidado y conservación de los bienes patrimoniales que tienen que ver con nuestra historia, de los que hoy día apenas quedan rastro.

Por poner un ejemplo entroncado con el título que encabezan estas letras, vamos a hablar de las cruces de piedra que todavía quedan en el pueblo. Dejaremos al margen (y no por desinterés sino por ser más reciente y quedar un poco alejada del casco urbano) la existente en la Dehesa, levantada tras la guerra civil en recuerdo del falangista Antonio Martínez Santa-Olaya, que fue fusilado en Paracuellos del Jarama por las tropas republicanas en las primeras sacas de noviembre de 1936. Su fina labra y el perfil de sus aristas denotan su relativamente reciente construcción y no tienen, desde el punto de vista histórico, mayor interés que el de recordarnos las terribles consecuencias del conflicto armado que padeció este país hace más de 80 años. No obstante quien quiera conocer más sobre este monumento puede consultar en el blog Frente de Batalla la página que habla de él.


Cruz de la Dehesa (Frente de Batalla)

Las otras dos cruces están situadas a ambos extremos de la Gran Vía en lo que antes eran también los cruces de caminos más transitados: al norte, en la intersección del camino de Las Rozas con el de Villanueva del Pardillo y El Escorial; al sur, en la bifurcación de los caminos de Boadilla y de Pozuelo. Desgraciadamente no he podido encontrar información sobre su origen ni en la web municipal ni en otros medios por lo que ignoro en qué época se levantaron y por qué motivo. Dado los vestigios sarracenos de la torre de la iglesia de Santa Catalina, lo mismo se colocaron tras la reconquista para señalar con ellas que este pueblo era territorio ganado a los moros, y por lo tanto recuperado para la fe cristiana. O igual su posición servía para orientarse a los rebaños trashumantes en sus recorridos hacia mejores pastos. O simplemente fueron colocadas al principio y al final del “caminancho” como aviso a los maleantes para que se anduvieran con cuidado si no querían ser ajusticiados allí mismo.



Cruz de la Plaza de la Cruz

Cruz de la Ermita del Cristo de los Remedios

Sea como fuere, lo cierto es que según los cronistas de la villa esas cruces llevan en su sitio mucho más tiempo que el que han vivido sus padres y sus abuelos, según el testimonio de éstos, y por ese motivo habrían de considerarse piezas históricas de cierta relevancia. Sin embargo, la realidad es otra ya que se mantienen prácticamente olvidadas y sin ningún tipo de protección o indicación de que no son simples piedras. Una de ellas, la que está junto a la plaza de su nombre, permanece junto a la parada de los taxis semiengullida por las sucesivas crecidas de los pavimentos de modo que sus brazos quedan a la altura adecuada para que dejen las latas de refrescos o los pichos de tortilla mientras charlan a la espera de clientes. La otra, que conserva su basamento escalonado y es más alta en su conjunto, se ubica en los jardines de la Ermita rodeada de una cerca baja de hierro forjado. Ambas tienen un tamaño y forma latina similar y con el fuste y el brazo de la misma sección octogonal, por lo que podrían datar de la misma época, En sendos casos, carecen de señalización, rótulos o referencias de ningún tipo, y milagro es que todavía sigan allí y no hayan sucumbido a la tentación de algún preboste para colocarlas en su jardín particular.

De seguir con la misma política de desprecio por nuestra historia y los restos que la atestiguan, cuando haya desaparecido la generación de los ancianos actuales, y a más tardar cuando pase lo mismo con la de sus hijos, a estas cruces se les habrá arrebatado su memoria definitivamente y cuando alguien las vea, si es que todavía siguen en pie, no solo no tendrá ni idea de quien las puso ni porqué están allí (como ya nos pasa a muchos) sino que pensará que tal vez sería mejor quitarlas porque molestan al paso e incluso afean la ciudad.

3 comentarios:

  1. Ambas cruces, al inicio y final de la Gran Vía, se erigieron en recuerdo de los caídos de los dos bandos durante la guerra civil (1936/39) en dos cruentos enfrentamientos a la ballloneta.
    La cercana al cementerio recuerda a unos brigadistas rumanos que allí murieron.
    Alguna vez se celebra una misa en su recuerdo.

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    1. La que dices tú está detrás del cementerio, a las que se refiere el artículo no tienen nada que ver con esa.

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    2. Es como dices. Gracias por la réplica.

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