domingo, 21 de abril de 2019

Terrazas invasivas...

En más de una ocasión se han mencionado aquí los privilegios que nuestro alcalde, sirviéndose de la administración municipal, concede generosamente, sin aportar más información ni datos concretos que justifiquen que esta denuncia no es cosa supuesta o inventada sino que tiene todo su fundamento.

Hoy es una buena ocasión para abrir una nueva línea de comentarios en la que se irán desgranando los indicios o pruebas que avalan lo que decimos sobre los distintos tipos de prerrogativas. Y para ello empezaremos con uno de los privilegios más claros y extendidos por la escena urbana que no solo están a la vista y al alcance de todos los que quieran verlos, sino que por su naturaleza y las molestias que producen a muchos vecinos podrían conceptuarse de odiosos, de acuerdo con las explicaciones y calificaciones que se dieron en su día.

Se trata, ni más ni menos, que uno de los ejemplos más cercanos y evidentes de apropiación de los espacios públicos para uso o beneficio privado: las terrazas de bares y establecimientos de hostelería. Para ver modelos de esta usurpación no hay que irse muy lejos ni a zonas recónditas; basta con darse una vuelta cualquier día de primavera por la Gran Vía y sus alrededores, donde el muestrario de este tipo de espacios usurpados es suficientemente explícito como para hacer una verdadero tratado de infracciones urbanísticas en este terreno. Porque los establecimientos hosteleros no se contentan con incumplir las condiciones que regulan su licencia –si es que la tienen- sino que extienden sus límites más allá de lo permitido, colonizando las áreas perimetrales sin ningún tipo de control. 


Invasión del pasillo libre central


Y no sólo lo hacen hacia el interior de la calle invadiendo el teórico pasillo libre central que marca la ordenanza (2,00 metros a cada lado del eje central), sino que avanzan en sentido lateral más allá del ámbito que ocupa su fachada (condición también de obligado cumplimiento) siempre que no haya competencia de otro rival. Y como tampoco quedan satisfechos, inundan asimismo la franja que existe entre la terraza y la fachada de su establecimiento manteniendo permanentemente barriles, macetas, mesas y otro mobiliario auxiliar, creando de esa manera serias dificultades para el tránsito peatonal de forma que traspasar esos territorios se convierte en una exigente prueba de regateo o yincana. Es más, si en un acto de resolución o valentía alguien se atreve a circular por esas zonas suele toparse con la cara de pocos amigos de los camareros, que muestran su gesto amenazante al intruso que se ha decidido a penetrar en lo que entienden que es su parcela privada.


Invasión del pasillo libre junto a fachada


Pero no queda ahí la cosa porque, puestos a desobedecer la ordenanza, la colocación de macetones, vallas, suelos postizos y toldos también se hace de modo indiscriminado y si atenerse a lo prescrito. Refiriéndonos a estos últimos y de acuerdo con lo que hemos visto, puede afirmarse que solo una terraza de la numerosas que existen en la Gran Vía cumple los requisitos que debe reunir en relación con su altura, la separación a farolas, papeleras y banco y otros elementos de mobiliario urbano o servicios generales.


Toldos invadiendo la zonas libres bajo farolas


Y ya que se han mencionado los bancos diré que un vecino mío al que este tema le lleva por la calle de la amargura me contaba el otro día su indignación por la desvergonzada retirada de los bancos públicos que quedan en ámbito de estas terrazas y que, en lugar de exigir que las mesas de éstas queden a la distancia que obliga la normativa, lo que se hace es sencillamente quitarlos para que no molesten. Decía el buen hombre que había hecho un recuento de los bancos eliminados y que en un tramo concreto habían sido retirados 6 de los 18 que existían inicialmente, lo que venía a suponer la tercera parte de los originalmente instalados. Si eso fuera verdad, me pregunto cómo diablos los responsables del orden y del cumplimiento de las normativas municipales (servicios de vigilancia, Policía, técnicos de disciplina urbanística, etc.) pueden permanecer pasivos ante lo que significa un claro latrocinio del patrimonio público, tanto en el aspecto económico que supone la sustracción de un material que ha sido pagado por todos los vecinos como en la dolosa supresión de un elemento destinado al servicio de los ciudadanos.


En la zona ocupada por esa terraza había dos bancos como el que se ve un poco más allá


Otro de los aspectos relacionados con esta actividad es la vulneración sistemática y general de las normas que se refieren a la recogida diaria de los elementos que componen las terrazas de hostelería con el fin de dejar expeditas en el horario nocturno las zonas ocupadas durante el día. La semana pasada me di un paseo para comprobar si estas disposiciones se cumplían y pude verificar que todos, absolutamente todos los establecimientos mantenían su respectivas mesas y sillas apiladas en montones dentro de los recintos delimitados por sus maceteros o hitos, que igualmente permanecen fijados al suelo en el mismo sitio durante las veinticuatro horas de casa jornada.


Mobiliario acopiado en la calle (con el local cerrado)


Ante esta abusiva y caótica situación que los vecinos tenemos que soportar, más de uno se preguntará qué hace el Ayuntamiento al respecto. Pues, lo que nadie se podría imaginar: absolutamente nada. A este respecto cabe mencionar la noticia recogida en el boletín municipal de octubre de 2018, que daba cuenta de la iniciativa para realizar un marcaje de los límites correspondientes a cada licencia de terraza con el fin de regular su ocupación territorial. Transcribo parcialmente lo que se decía de ella en la página 20.

“A finales del mes de julio se procedió a señalizar con pintura en espray la ocupación de las terrazas con licencia de los distintos hoteleros que ocupan el espacio público en el recorrido de la Gran Vía, y de parte de la plaza de Colón. Se ha empezado por estas zonas porque son las más concurridas, pero el objetivo es señalizar todas las terrazas del municipio.”


Página 20 del boletín municipal de octubre de 2018


Es cierto que durante algún tiempo se pudieron a ver unas extrañas marcas de color azul en el suelo ocupado por algunas de las terrazas de la Gran Vía. Por lo general quedaban en el interior de las áreas cubiertas por las mesas, sillas y toldos, y algunas quedaban bajo los postes o las macetas, de modo que era prácticamente imposible hacerse una idea de cuáles eran los límites reales que amparaba cada licencia. Pero el tema principal reside en la pregunta de saber qué se ha hecho desde entonces. De acuerdo con lo que se percibe sobre el terreno, la respuesta depende de a quien vaya dirigida. Si es al Ayuntamiento, éste no podrá contestar otra cosa que dejar que las marcas se diluyan con el tiempo sin hacer otra cosa que absolutamente nada. Si se la hacemos a los hoteleros lo más seguro es que pongan cara de circunstancias y se encojan de hombros mientras esconden disimuladamente el cepillo y los abrasivos con que sus empleados restriegan todos los días sobre las marcas para ver si terminan por desaparecer.


Restos del marcaje municipal del límite de las terrazas


A esa laxitud en la vigilancia del cumplimiento de las ordenanzas vulneradas, a esa silenciosa permisividad ante el descarado abuso cotidiano yo lo puedo llamar de muchas maneras. Y una de ellas es: concesión de privilegios.

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