Emulando
al execrable dictador cuyos despojos están dando tanto de qué hablar
últimamente, nuestro alcalde ha procedido a dejar las cosas atadas y bien atadas antes de marcharse.
En un alarde de hábil prestidigitador, con una sutil maniobra la conseguido que
se haga efectiva la cesión gratuita de suelo público a una confesión religiosa que, como todos pueden imaginar, no
es otra que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana en su sección española.
En
esta ocasión se trata de una parcela de propiedad municipal en el sector de
Roza Martín, un nuevo barrio de ricos cerca del límite con Boadilla que puede
llegar a convertirse en una especie de La Florida o La Moraleja pero venido a
menos, pues aunque con amplias calles y mejores vistas de la sierra madrileña,
su aspecto es a día de hoy bastante desangelado.
Como
buen cristiano y con el apoyo de Ciudadanos, Narciso de Foxá ha promovido y llevado a buen término esta iniciativa
un tanto contradictoria con el carácter
de independencia respecto a las distintas confesiones que a las instituciones de este país les confiere el artículo 16 de nuestra Constitución, haciendo prevaler sus afinidades religiosas y las de su partido
político frente a la imparcialidad con que debería gestionarse este tipo de
actuaciones, y pese a la oposición de los partidos de izquierda IU y PSOE, y las críticas de las asociaciones vecinales.
Con
la quinta parte de siglo XXI casi cumplida, hechos como éste –que, dicho sea de
paso, no son excepcionales- demuestran la clara preferencia de las
instituciones por una determinada corriente religiosa en detrimento de otras
confesiones. La proliferación de las sedes de la iglesia “oficial” y su
acertada ubicación mediante dádivas o concesiones contrasta con la penuria con
que subsisten otras confesiones cristianas que no reciben el mismo trato y han
de reunirse en discretos locales destinados a garajes o uso comercial. Algo
parecido sucede con la comunidad musulmana, cuya mezquita se encuentra en medio
del campo, frente al polideportivo de La Sacedilla, y que se mantiene tan velada
que pasa prácticamente desapercibida. De judíos, masones y otras creencias
desconozco sus lugares de reunión, si es que existen, dada la discreción con
que sus miembros suelen desenvolverse.
La mezquita de Majadahonda |
En
cualquier caso, lo que queda claro es que para la mayoría de la Corporación municipal
la asistencia religiosa (católica, por supuesto) es una necesidad tan vital
para el vecindario majariego, que obliga a la donación del patrimonio por un periodo
de larga duración a una institución religiosa que no puede presumir
precisamente de ser insolvente o carecer de medios, teniendo en cuenta los
haberes que acredita gracias entre otras cosas a los estipendios que recibe directamente
de sus feligreses o a través de las contribuciones que el Estado le asigna
graciosamente.
Y
también queda claro que en nuestro pueblo los partidos políticos que
representan a los votantes de derecha pueden discrepar en asuntos terrenales
como la construcción del nuevo cementerio porque, en definitiva, ¿qué importancia tiene que no haya sitio
para enterrar a los muertos? Ahora bien, en lo que se refiere a las cuestiones
espirituales no cabe discusión posible. Con eso no se juega. Todo sea por la
salvación de nuestras almas.
Así
que, si Dios no lo remedia, Majadahonda tendrá una iglesia más que se sumará a
las cinco ya existentes (Santa Catalina Mártir, Santa María, Santo Tomás Moro,
Santa Genoveva Torres Morales y Beato Manuel Domingo y Sol) y al resto de
congregaciones y centros religiosos de la misma cuerda.
Y
Narciso de Foxá habrá conseguido –supongo- un buen crédito para allanar el camino
de su salvación en la esfera de lo sobrenatural, ya que la concesión de un
nuevo privilegio para la Iglesia como mínimo ha de ser recompensada con el
beneplácito de la indulgencia plenaria.
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