En estos días de
derroche y desmadre colectivo en los que el gasto desmesurado en fiestas,
comidas y regalos es la tónica común de la sociedad, hay quienes justo al lado
nuestro no tienen ni para lo más necesario. Y en esto nuestro pueblo no es una
excepción. Eso es, al menos, lo que dice la voz oficial del Ayuntamiento en la
separata del boletín municipal dedicada al programa de las fiestas navideñas.
Lo encontramos en las páginas finales destinadas a reseñar las actividades
religiosas en la que hace hincapié en la ayudas a personas necesitadas.
Yo no acabo de
dilucidar si se debe a algún desliz informativo o es algo totalmente
premeditado. Lo digo porque en esta ciudad en la que para su Equipo de Gobierno
todo es color de rosa, en esta maravillosa y privilegiada población cuyo modelo
pergeñado por sus sucesivos regidores en las últimas décadas es el paradigma del
municipio moderno y próspero, admitir que existe gente sin hogar, personas menesterosas
que precisan ayuda es algo como decir que aquí también hay pobreza.
Páginas 38 y 39 del programa de festejos navideños de Majadahonda |
Esto no es nada que
nos deba sorprender porque aquí pobres ha habido siempre, aunque a nuestros
gobernantes no les guste reconocerlo. Hay quien piensa que la irrupción de Vox
como fuerza política en nuestro Consistorio y en el Equipo de Gobierno tiene
mucho que ver con que se hable abiertamente de estas cosas. El problema de Vox es
que para esa formación no todos los pobres son iguales: solo si son españoles
de largo pedigrí y católicos confesos son considerados dignos de atención; al
resto todo lo más que ofrecen es un billete de vuelta a su lugar de origen para
dejen de sangrar a nuestro país. Una forma peculiar de entender el
cristianismo.
En cualquier caso, esa
es la realidad y es una situación que quizá se haya acentuado con la última crisis
económica, pero que se lleva arrastrando desde hace mucho tiempo. A pesar de
esa evidencia, que puede contrastarse con la información de Cáritas y la Cruz
Roja –por citar dos organizaciones que conocen el problema de cerca y que
pueden catalogarse de independientes al carecer de otros intereses que no sean
la ayuda al necesitado- nuestro Ayuntamiento prefiere que la Iglesia resuelva esta
espinosa cuestión mediante recolecta de ayuda o donativos de sus feligreses en
lugar de involucrarse decididamente en atajar esta contrariedad mediante
asignaciones presupuestarias acorde con sus ingresos y el supuesto poder adquisitivo
de su población.
En el reciente
informe DEC 2018, redactado elaborado por la Asociación
Estatal de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales, que analiza el grado
de inversión en servicios sociales y promoción social de los municipios españoles que superan los 20.000
habitantes y han presentado ante el Ministerio de Hacienda la liquidación de su
presupuestos del año 2018, nuestro pueblo sigue ocupando un lugar distinguido
dentro del pelotón de los torpes, es decir del grupo de los municipios que siguen siendo precarios en ese aspecto. Para ser justo, hay que decir que hemos
avanzado algo ya que ese año se alcanzó la cifra de 49,54 € por habitante en
lugar de los 41,05 € del 2017, lo que denota el considerable esfuerzo realizado
por uno de los municipios más rico de España de acuerdo con la renta per cápita de sus habitantes.
Si nos atenemos a
estos datos, no es de extrañar que tengan que ser los vecinos los que, además
de contribuir a esas tareas de forma indirecta con sus impuestos, tengan que
acudir al auxilio de los desheredados mediante su acción directa a través de
las campañas navideñas. Lo que está muy bien desde el punto de vista de la
caridad; pero yo me pregunto si esas personas solo comen en Navidad o lo tienen
que hacer todo el año, en cuyo caso esas actividades deberían tener una
vigencia permanente.
De todas formas no
deja de ser vergonzoso que los responsables municipales, reconociendo esta
situación, se desentiendan de ella recurriendo a la caridad ajena para resolver
o paliar la penuria de los desfavorecidos a base de donativos, mientras a la
Concejalía de Asuntos Sociales destina un presupuesto irrisorio para atender
esas necesidades. Eso sí, nuestro modelo de ciudad no se toca aunque para ello
tengamos que gastarnos verdaderas fortunas en poblar de flores las rotondas,
medianas y parterres durante las cuatro estaciones del año.
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