lunes, 31 de enero de 2022

Novedades en Navidades (y 2)

Además de los cambios experimentados en el medio de difusión oficial del Ayuntamiento, las Navidades nos han deparado otras novedades  de las que vamos a seguir dando cuenta.

 

Quiero empezar por aquella que es más notoria y más evidente a la vista de todos: la carpa de los Jardinillos. Por fin las preclaras mentes de nuestros políticos han caído en que muchos de los actos programados para estas fechas, requieren que tanto actores como espectadores estén un poco resguardados del frío. Y es de agradecer que hayan pensado en instalar una carpa provisional que aloje a unos y a otros durante el tiempo que duren las actuaciones, sin necesidad de que unos y otros sufran congelamiento. Aunque también es cierto que al final el resguardo no es tanto, porque las corrientes que se producen entre las aperturas de los cierres laterales (obligadas por eso del Covid) son tan molestas, que uno no deja de preguntarse si estaría mejor al aire libre y no deja de desear para sus adentros que se acabe el espectáculo cuanto antes.

 


Carpa en la Plaza de Jardinillos

 

En lo que creo que no han acertado es en la elección de su emplazamiento. Estoy convencido de que hay lugares en Majadahonda más adecuados para eso, sobre todo si pensamos que la plaza de los Jardinillos es un espacio constreñido donde solo cabe una caseta relativamente pequeña, y que tal vez sea uno de los sitios más fríos del casco, por permanecer muchas horas a la sombra, y en el que frecuentemente los pavimentos están helados. Me pregunto cuál es la razón de no haber montado esta instalación en un sitio más amplio y cálido como es el semicírculo pavimentado del parque de Colón, al pie de la Casa de Cultura y por tanto con cierta proximidad a un centro donde radican eventos de una naturaleza similar. Si hubiera sido así, también habría servido para hacer un poco de compañía al solitario pseudo-árbol de luces que allí han colocado.

 

Desde que Majadahonda también se ha apuntado a la triste moda de que los abetos naturales sean sustituidos por imponentes conos huecos realizados con módulos metálicos sin alma, el sitio escogido para colocar el único ejemplar que se instala en este pueblo ha sido en la zona en que la Gran Vía se ensancha y se confunde con la plaza de Colón. Ese ha sido su posición de siempre -y pienso que acertada- por ser un lugar preferente en la calle más importante de esta ciudad. Desde allí podía ser testigo de los paseos que sus habitantes, imbricado en el eje más representativo, rodeado de la iluminación navideña y, a la postre, de frente al estrado desde donde los Magos leen su mensaje la noche de Reyes. Este año, como novedad, ha sido desbancado incomprensiblemente de esa posición y trasladado unos cientos de metros más lejos para situarlo en la plazoleta del Parque de Colón, ese lugar inhóspito en que se ha convertido gracias en buena medida al abandono que padece y las nulas tareas de mantenimiento que se realizan en él, de tal modo que la gente prefiere dar rodeos para evitarlo. Y mucho más de noche, cuando la escasa iluminación hace que atravesarlo sea una auténtica osadía y sólo unos cuantos valientes se atreven a internarse en la penumbra sin saber si temen más ser víctimas de un atraco y que les roben el móvil, o dar de bruces en el suelo por algún inesperado tropiezo debido a las irregularidades del pavimento, cuyas consecuencias y lesiones son totalmente imprevisibles.


 

(Foto obtenida de la cuenta de Twitter @alvarezustarroz)


 

Pues sí, ahí justo lo han desplazado este año sin que sepamos por qué. ¿O tal vez sí? ¿Tendrán la culpa, acaso, esas furgonetas de comida (Food-Trucks, creo que las llaman) que han ocupado su lugar? Yo, desde luego, no encuentro otra razón para que el pobrecillo árbol haya sido castigado al ostracismo, como desterrado y desconectado del abigarrado ambiente de la Gran Vía. En lo que a mí se refiere, qué quieren que les diga: aunque no sea un trasto de mi devoción, prefiero mil veces ver ese armatoste galvanizado con sus hierros envueltos en lucecitas, que unas cuantas antiguallas invadiendo el espacio con sus sillas y mesitas, e inundando el aire con sus malolientes vahídos de fritangas encebolladas. Pero, amigo, las atenciones que los dirigentes de nuestra Comunidad Autónoma prestan a los negocios de restauración tiene que tener una respuesta similar en nuestra ciudad, que para eso son todos del mismo equipo. Aunque ello signifique prescindir de la presencia de un viejo amigo. Un viejo amigo tan triste y olvidado que no ha sido merecedor de salir en ninguna foto oficial.


 

Los Food-Tucks asaltando el lugar que siempre ha estado reservado para al árbol de Navidad


 

Quienes sí han salido en todos los medios, ya sean locales, regionales, genéricos o de otro tipo, en el y anunciado a bombo y platillo, ha sido el grupo musical Taburete y su concierto celebrado en el mismísimo parque de Colón y la mismísima tarde del encendido de luces navideñas. Así se cumplía el deseo que expresaba nuestro Alcalde en la carta de presentación de las fiestas de que el arranque de éstas se hiciera de una manera potente. Y así fue. Hay que ver lo contentos que demuestran estar José Luis Álvarez Uztarroz y su adlátere el Concejal de Deportes y Fiestas, Eduardo González-Camino Montojo, según se les ve de alborozados compartiendo escenario con los verdaderos protagonistas del evento. Vean si no la fotografía que el munícipe ha colgado en su cuenta de Twitter.

 


(Foto obtenida de la cuenta de Twitter @alvarezustarroz)

 

Los que no estarán tan entusiasmados, me imagino, son algunos ediles de la oposición. Alguna periodista avezada se ha interesado por la cuantía de la operación y por lo visto, desde las propias fuentes municipales admiten  haber realizado un gasto importante para la celebración de dicho concierto. Hablan de 150.000 euros, cifra que a mí también me parece una barbaridad tratándose de quienes se trata, musicalmente me refiero. Porque si lo miramos desde otra perspectiva, tratándose de quienes se trata no es de extrañar que el caché de ese grupo alcance esos extremos. Y precisamente por tratarse de quienes se trata, tampoco resulta descabellado de que se les eche una manita teniendo en cuenta lo mal que lo está pasado el padre de uno de ellos.

 

Estas últimas frases no son de mi cosecha, sino que transcribo más o menos los pensamientos verbalizados que asaltan la calenturienta mente de mi amigo Lucio. El pobre siempre está buscando fantasmas donde no lo hay. Pero, dejando a un lado esas desvariadas sospechas, lo que yo quiero poner de relieve es que para eso sí que se cuenta con el parque de Colón que 3n esta ocasión no solo aloja un concierto mayormente dirigido a la gente joven sino que además se cierra al tránsito peatonal –hay que aclarar que no era gratuito sino que las entradas costaban el módico precio de 15 €- de manera que ni siquiera los más valientes que se atreven a cruzar ese paraje, pudieron culminar su hazaña por encontrarlo vallado. Algo que ha soliviantado a una vecindad que ve como el Ayuntamiento solo se acuerda de ese espacio para algunas cosas y se olvida permanentemente de cuidarlo y mantenerlo en las debidas condiciones. Y tienen razón; porque si en vez de gastarse un dineral en que los más jóvenes escuchen a una banda de pop-rock con influencias de rancheras, boleros y ska –eso dice el programa-, lo hubieran empleado en costear su adecuación y conservación, todos estaríamos mucho más satisfechos.

 

Por último, citaré que la novedad también ha alcanzado al último acto de las fiestas navideñas que, como todos conocemos, es la Cabalgata de los Reyes Magos. No es que haya mejorado mucho respecto a ediciones anteriores, no. En ese aspecto sigue siendo igual de cutre. Lo novedoso ha consistido en que en la parada real también han participado dos conjuntos a los que nunca se les había invitado: un rebaño de ovejas y una reata de ocas. Centenar y medio de cada especie desfilaron por la avenida de los Reyes Católicos y la Gran Vía a los sones de las bandas y charangas ante la sorpresa de los presentes, a los que no pararon de asediarles con cosas más extrañas todavía, como fue la aparición de una enorme bandera española en medio de la cabalgata.


De la bandera, mejor es no comentar nada. Y de lo otro, como gracia no está mal. Tal vez las merinas sean merecedoras de un reconocimiento especial por su impagable trabajo en labores de limpieza y prevención de incendios en el Monte del Pilar (aunque, en realidad solo hacen comer y cagar). Pero, ¿las ocas? Díganme que pintan los ánades en una cabalgata, como no sea reivindicar algo que nuestros ediles les da tanto repelús y a lo que no suelen prestarle demasiada atención: nuestro pasado rural. Si así fuera, tiene un pase. Pero más les valdría a esas distinguidas damas y gentiles caballeretes que se preocuparan de salvar nuestro patrimonio histórico y cultural de una manera más seria y rescataran de la ruina a la Casa de Labor, único enclave de nuestro término municipal de aquella época ancestral que aún resiste, pero cuyo abandono es tan patente que se está cayendo a pedazos sin que nadie mueva un dedo. Ni siquiera para que las ovejas y las ocas tengan un sitio seguro donde resguardarse.

 


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