miércoles, 5 de enero de 2022

Reencuentro navideño

He aprovechado esos momentos de relativa tranquilidad que nos deparan las vacaciones navideñas, para escribir algunas notas que sirvan de reencuentro con este blog que tengo casi abandonado. Y digo de relativa tranquilidad porque tener a tres criaturas alborotando en casa, por mucho que te guste disfrutar de su compañía liberados de aspectos pues, aunque uno se esfuerza en ser optimista, las noticias que cada jornada bombardean nuestros oídos son como para tener el corazón encogido en un puño. Al menos, eso es lo a mí me ocurre. Pero quizá es que sea propenso a que me venza el desánimo, pues cuando veo cómo están las terrazas de los bares en mi pueblo, llenas de gente tomando sus aperitivos, fumando, comiendo y bebiendo sin guardar las más elementales medidas de precaución sanitaria, llego a pensar las tensiones que acompañan su vida cotidiana en la época escolar, no deja de ser un elemento (tres elementos, si tenemos en cuenta su número) distorsionador.

Y tampoco podemos considerar que este tiempo de descanso que estamos viviendo sea tranquilo en otros que en Majadahonda se ha desterrado al virus.

 

Lamentablemente, no es así.  Es lo que atestiguan los elevados índices de contagio que nuestra ciudad padece que, según las datos de hace unos días, están por encima de los 2.500 casos por cada 100.000 habitantes, cifra que debería hacernos reflexionar acerca de si esta actitud es la más recomendable, y si realmente nos estamos comportando seriamente y con responsabilidad.

 

Habrá quien diga que eso es una cuestión de elección personal, que cada cual hace lo que cree conveniente y que eso debe respetarse. Y yo estoy de acuerdo hasta cierto punto, sin por ello aceptar ese concepto tan cacareado por algunos políticos de libertad mal entendida. El dilema se reduce –como muchas veces ocurre- a un problema de fronteras. Porque si, por poner un ejemplo, me apetece dar un paseo por la Gran Vía, las terrazas y sus inquilinos se extienden indefinidamente de tal manera que por mucho que quiera no podré cumplir nunca la distancia de separación recomendada a no ser que vaya dando saltos furtivos por las fachadas, brincando de puerta a puerta entre los establecimientos comerciales y los portales de viviendas.

 

 

Terrazas de bares en la Plaza de Jardinillos

 

Pero, reconduzcamos la situación. No parece oportuno que en este tiempo de hermanamiento y buena voluntad venga a expresar mis quejas; debería hacer todo lo contrario: estar contento y feliz de poder cantar las alabanzas de vivir en un lugar tocado por la mano de Dios. Y a eso me pongo.

 

Hojeo con cierta curiosidad un ejemplar del mes de diciembre de un periódico de difusión gratuita de ámbito local que ya hemos mencionado en algunas entradas precedentes: Majariegos informados. Abre la portada en letras grandes el anuncio de que contaremos con 10 millones más para inversiones, y no hay duda de que es una buena noticia. Sin embargo, una cosa es el titular y otra bien distinta es la letra mediana. Leyendo el texto de la página siguiente en la que se amplía esta reseña, vemos que 3 de esos 10 millones se destinará a nuevas obras y mejoras en los centros educativos y el resto para mejora de las infraestructuras municipales (alumbrado público, acondicionamiento de parques y zonas públicas, recuperar pistas deportivas al aire libre). Además –dice el redactor- se invertirá en movilidad con las obras de creación de nuevos puntos de recarga para vehículos eléctricos y la creación de nuevos caminos escolares seguros. Y, como no podía faltar, para dotar de más medios a la Policía Local.


Todo eso está muy bien. Invertir en la ciudad es necesario, nadie lo discute. Sobre todo teniendo en cuenta el estado en que se encuentra nuestro pueblo después de décadas de funesta gestión sin acometer las obras de mantenimiento en edificios e instalaciones de uso público que ha conducido al lastimoso estado que presentan la mayoría de ellas. Pero hay algo que se echa de menos y es un Plan Director ordenado y coordinado que sirva de punto de inflexión a esa política de brazos cruzados. O, si ese plan existe, que no se dé a conocer.

 

No me cabe ninguna duda de que el Equipo de Gobierno tiene buenas intenciones y que –como recuerda el Alcalde en esa noticia- hay que reconocer el esfuerzo inversor de la Corporación. Pero en mi modesta opinión ese esfuerzo no se traduce en resultados que los vecinos aprecien, sino que más bien hace sospechar que se trata de una sucesión de parches para lavado de cara, en tanto que los problemas de fondo siguen avanzando. Pongamos, sin ir más lejos, el caso de la piscina municipal de Huerta Vieja. De la noche a la mañana, a mediados del pasado septiembre ese centro se cerró al público alegando problemas de corrosión estructural. “¿Así, de pronto?” -nos preguntamos todos- “¿De veras es tan grave la cosa? ¿Corre riesgo de caerse?. Y si es así ¿cómo es que no se lleva un mantenimiento adecuado ni se cumplen las disposiciones obligatorias sobre las inspecciones técnicas periódicas que determinan el estado de conservación de los edificios? ¿Puede ser que entre los numerosos servicios municipales no haya ninguno que se ocupe de eso?”.



Piscina cubierta de Huerta Vieja, en la Avenida de Guadarrama


Pues bien, para la Corporación municipal ese tema no parece ser importante. Es más, ni siquiera está dentro de sus prioridades porque ni se menciona al citar de inversiones, ni se habla de ella para nada. Es como si no existiera. Así que mucho me temo que ese centro pasará a formar parte del catálogo de edificios fantasmas al que ya pertenecen el antiguo colegio de Santa Catalina (sede anterior de la Policía Local), el edifico que ocupaba la Concejalía de Empleo y Comercio en El Carralero, o la malograda London School of Economics and Political Science –nombre rimbombante donde los haya-, por poner algunos ejemplos; un catálogo que cada año se engrosa con algún que otro miembro ilustre. Lo más triste de todo es que la piscina cubierta de Huerta Vieja es la primera de carácter público que se abrió en Majadahonda y la única que se encuentra relativamente cerca del casco, peculiaridades que por lo visto carecen de importancia para los que rigen los destinos de nuestro pueblo.

 

Yo estaba por la labor de empezar el año optimista; pero, como ven, ni aún poniendo todo de mi parte puedo sentirme contento de ser majariego.



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