lunes, 28 de enero de 2019

El eclipse en Majadahonda

Hace una semana quienes trabajan en horario nocturno, los que se levantan muy temprano o se acuestan bien entrada la noche, o cualquiera que teniendo curiosidad por los espectáculos astronómicos y hubiera dispuesto al mismo tiempo de la fuerza de voluntad de abandonar el lecho y asomarse a la ventana, pudieron contemplar el eclipse lunar.

Los eclipses de Luna se producen cuando el satélite se alinea con el Sol y la Tierra, de forma que ésta proyecta su sombra sobre la Luna. Es un fenómeno que siempre se da cuando hay luna llena, pero no siempre cuando se cumple esta circunstancia se produce un eclipse; esto es debido a que el plano en el que orbita la Luna no está del todo alineado con el de la órbita de nuestro planeta en torno al Sol, coincidencia que es imprescindible para que se den estas situaciones inusuales. A diferencia de lo que ocurre en los eclipses totales de Sol, cuando la Luna se interpone entre la Tierra y nuestra estrella y la oculta por completo, en los eclipses de luna el satélite no desaparece, sino que se vuelve de un tono rojo cobrizo. Esto ocurre porque la atmósfera de la Tierra refracta los rayos del Sol y los dirige hacia la Luna, pero a longitudes de onda más largas, al igual que cuando observamos los tonos anaranjados y rojizos de las puestas de Sol.

La Luna durante el eclipse de 21 de enero de 2019 (Reuters/Mike Blake)

Este último sucedió a horas un tanto intempestivas ya que el oscurecimiento -que se pudo ver completo sobre el horizonte Oeste- comenzó a eso de la tres y media de la madrugada, alcanzó su totalidad sobre las seis menos cuarto y terminó más o menos una hora después. Lo singular de esta ocasión es que el eclipse coincidió con la primera superluna del año, con lo cual la escena que se pudo ver en el cambio de luminosidad y de color fue magnífica. Es lo que se llama popularmente como luna de sangre y, al igual que sucede a la mayoría de fenómenos anormales, se le asocian curiosas historias y supersticiones

Afortunadamente, el rumbo del astro por el firmamento puede seguirse sin mucha dificultad desde las zonas despejadas de Majadahonda gracias fundamentalmente a sus espacios abiertos y la escasa altura de las edificaciones. Si uno está bien situado en alguna de las zonas más elevadas de las afueras, puede incluso verla asomarse por el Este y, dependiendo de la época estacional, juguetear escondiéndose entra las cuatro torres para luego elevarse sobre ellas y seguir su órbita por el oscuro manto estrellado hasta que se oculta por el horizonte opuesto o el amanecer disuelve su resplandor.


Luna llena de 25 de octubre de 2015 (Javier Martínez)

El anterior eclipse total de superluna tuvo lugar el 27 de julio del año pasado. Entonces, favorecido por mejores condiciones horarias y ambientales, fue seguido por muchos vecinos de esta localidad que acudieron a lugares de poca contaminación lumínica y buena panorámica para recrearse con el acontecimiento a eso de la media noche. Según ingenieros de la NASA, hasta julio de este año no podremos volver a ver otro evento similar, porque son fenómenos que no ocurren con frecuencia.

En mi pueblo es diferente. En Majadahonda el eclipse se instaló hace varios lustros y sigue apalancado aquí, día tras día, restándole brillo y luminosidad a los suyos propios y haciendo que esta ciudad, que en otro tiempo fue vanguardia y admiración de nativos y extraños, y punto de mira donde enfocaban quienes querían imitarla para parecerse a ella, hoy marcha en el furgón de cola del tren en el que otras poblaciones del noroeste madrileño tratan de no quedarse rezagadas del progreso y la modernidad.

No lo digo yo; lo dicen sus vecinos y las estadísticas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario