Está
disponible en varios centros oficiales un folleto que informa del protocolo a
seguir en caso de avistamiento de jabalíes en la zona urbana. Se trata de un
díptico a doble cara en el que se explican las causas que pueden motivar la
aparición de estos animales cerca de las
casas y de cómo actuar en caso de que esto suceda y puedan ser vistos.
Lo
que más me llama la atención de este prospecto no es el hecho de que esas
bestias se acerquen a nuestro pueblo. No es vano Majadahonda es un destino turístico relevante de nuestra Comunidad
y, aparte de eso, sigue siendo un referente para todos aquellos que buscan un
lugar donde vivir acorde con sus aspiraciones. ¿Acaso no tienen esos pobres
suidos asilvestrados el mismo derecho que otros animales (racionales o no) que
se acercan a esta ciudad, ya sean oriundos, endémicos, extraños u ocasionales?
No,
no es eso lo que me resulta chocante del panfleto sino la imagen que ha sido elegida para identificar a esta ciudad y que aparece en
la portada: un edificio
moderno, de estilo impersonal y anodino, sin ninguna conexión con su historia
pero que tiene la suerte de encontrase en un cruce de caminos frecuentado por
vehículos y paseantes. Me resulta no solo extraño sino también alarmante que
los responsables municipales de su diseño y edición hayan aceptado esa elección
habiendo como hay otras opciones que cualquier vecino –exceptuando, si se
quiere, a los dueños de ese inmueble y a los que tienen colgados carteles en su fachada- consideraría más acertadas.
Si
hablamos de edificios tenemos desde varios restos un poco adulterados pero aún
simbólicos de la arquitectura de Regiones Devastadas como la Iglesia, el
Ayuntamiento y algunas casas de labranza que todavía quedan en pié, hasta otros de
reciente construcción como la Biblioteca o el edificio de Policía, pasando
entre ambas épocas por algunos de tiempos intermedios que han sido y siguen siendo insignias
municipales como la Casa de Cultura, el Auditorio y el Zoco por citar algunos. Si
nos referimos a conjuntos urbanos podemos citar la Plaza Mayor, Jardinillos, la barriada
Escudero, la plaza de Colón y sus jardines, y, cómo no, la Gran Vía.
Pero
también hay otros elementos singulares cuya imagen está asociada inherentemente
a nuestro pueblo aunque no sean excesivamente bellos; estoy hablando del tótem policromado
revestido de teselas que languidece en medio de una plaza desvencijada, la
morera centenaria que agoniza en la Plaza de la Constitución, las fuentes de
las rotondas, etc. Si me apuran un poco, hasta las medianas floreadas que
adornan algunas calles. Y si me aprietan en extremo por la derecha, incluso el monumento a los mártires rumanos junto al cementerio.
Cualquiera
de ellos forma parte del patrimonio histórico y afectivo de los majariegos y
representaría con mucha más dignidad a nuestro pueblo que la imagen cutre de un
vulgar edificio de oficinas que se ha elegido.
Todo
esto me hace pensar en que tal vez vendría bien hacer una consulta vecinal
acerca de la opinión que tienen sus habitantes sobre los símbolos u objetos
emblemáticos que identifican a nuestra ciudad. O, simplemente, las cosas que
sin otra ayuda que su propia imagen evocan a Majadahonda sin ningún tipo de
confusión. Aunque es posible que no hubiera unanimidad al respecto, al menos
serviría para saber cuáles son los más
votados o a potenciar algún otro que pueda aspirar a ponerse a su altura.
Y
ya de paso, para actualizar también el blasón de esta localidad. Porque
derribados ya los castillos, erradicadas las ovejas que daban sentido a su nombre
y expoliadas las viñas que cubrían su paisaje ¿qué sentido tiene que sigan
ocupando un espacio preferente en su escudo? Aunque miedo me da de que, si
confiamos en los que actualmente se encargan de esos menesteres, el resultado
pueda ser nefasto.
Evolución histórica del escudo de Majadahonda |
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