viernes, 4 de marzo de 2022

Bombas en Majadahonda

En diciembre de 2020, un buscador de tesoros enterrados de esos que van peinando el terreno con un detector de objetos metálicos mediante ultrasonidos que va moviendo acompasadamente como si estuviera segando el aire, se llevó un susto tremendo cuando se percató que lo que había descubierto el aparatito que portaba no era ninguna cosa de valor, sino todo lo contrario: un obús de la guerra civil que no explotó cuando tenía que haberlo hecho.

Cinco años atrás se había repetido un descubrimiento similar, solo que en esa ocasión el protagonista de la historia no fue un aficionado a los inventos mecánicos sino un trabajador de la construcción que de milagro no salió volando por los aires. Estaban realizándose movimientos de tierra para configurar la orografía de lo que sería el Parque Adolfo Suárez, cuando se topó con el artefacto y a poco no se moja los pantalones el pobre hombre. Ese mismo 2015 también apareció un proyectil de esa naturaleza en las obras de remodelación de un edificio en el casco.

Afortunadamente, ninguno de estos -incidentes tuvo consecuencias graves, y en ambos la participación de especialistas artificieros de la Guardia Civil fue suficiente como para desactivar o explosionar de forma controlada las bombas evitando males mayores.

 

Obús encontrado durante las obras de ejecución del Parque Adolfo Suárez de Majadahonda (Guardia Civil)


Resulta curioso que en nuestro término municipal se produzcan con cierta periodicidad hechos de este tipo en los que la aparición de objetos tan sospechosos conlleve mayúsculas sorpresas a quienes están por allí cerca. Sin embargo, tiene su justificación ya que estos parajes fueron escenarios estratégicos de nuestra Guerra Civil, concretamente del frente de Brunete y del cerco de Madrid, y por tanto fueron objetivo de bombardeos y de duras sesiones de artillería para hostigar a las respectivas posiciones. No es de extrañar, pues, que de vez en cuando asomen carcasas de obuses o bombas que no llegaron a estallar, a nada que se escarbe un poco el terreno o se derriben casas antiguas para levantar nuevos edificios. Aconteceres que, si por una parte pueden deparar algún inesperado sobresalto a los pacíficos ciudadanos que se topan con esos abominables objetos, por otra tiene la compensación de saber que al menos entonces no hicieron daño alguno a nadie, evitando que su mortífera carga causara estragos entre los combatientes.

Sirva esta breve introducción histórica para entrar en materia valiéndonos de estas efemérides, con las cuales alguien podría llegar a la conclusión de que nuestro pueblo ya está acostumbrado a las bombas. Yo, desde luego, creo que no es así, pues por mucho que se oigan explotar noticias de ese tipo a nuestro alrededor uno no llega nunca a habituarse a ello. Y menos cuando se trata de fuego amigo, es decir, si quien las lanza los proyectiles es precisamente el encargado que protegerte.

Me explico. Después de meses del más absoluto silencio desde que el pasado septiembre se avisó de que en la instalación deportiva se habían encontrado unas deficiencias estructurales que aconsejaban su cierre, los noticiarios de febrero nos sorprenden con un auténtico bombazo: la piscina de Huerta Vieja no tiene arreglo y se va a demoler.

En el comunicado de prensa de la web municipal, fechado el 24 de enero de 2022, se anuncia que el Ayuntamiento levantará un nuevo polideportivo en Huerta Vieja tras demoler la estructura actual dado que los estudios técnicos realizados concluyen en la necesidad de una renovación en su totalidad, lo que supondrá aproximadamente dos años de trabajo. Asimismo dice que la Concejalía de Deportes iniciará en las semanas siguientes reuniones con usuarios y afectados para informarles sobre el proyecto. Continúa con que la piscina municipal de Valle de la Oliva, gestionada por la empresa Forus, seguirá prestando servicio a los usuarios afectados. Y finaliza  mencionando que  el Ayuntamiento ya está redactando el proyecto de la nueva instalación que incrementará la oferta de actividades y ofrecerá nuevo espacios.

Ignoro las razones que justifican esta decisión pero desde luego que no se me alcanza que un edificio que no ha cumplido los 30 años esté en condiciones tan lamentables que no queda otro remedio que echarlo abajo. Alegan ahora –como ya lo hicieron en septiembre- que por motivos de seguridad la piscina no puede seguir prestando servicio, reacción prudente con la que no puede estarse en desacuerdo. Pero de ahí a decidir demolerlo va un trecho de mucho recorrido.

Yo no soy experto en construcciones ni sé nada de estructuras, por eso he recabado la opinión de profesionales solventes del ramo y todos ellos han coincido en que ese edificio no tiene aspecto de caerse y mucho menos, aún desconociendo su problemática, que por muy mal que se encuentre no pueda ser objeto de reparación dentro de unos costes razonables. Y más aún cuando hasta hace pocos meses seguía en uso y tiempo atrás soportó perfectamente los embates de un temporal altamente destructivo. Eso me lleva a dudar que los servicios técnicos municipales consideren que no hay solución para salvar nuestra piscina.

Lo que este Ayuntamiento transmite con sus sorprendentes declaraciones es que los dirigentes municipales de  Majadahonda tienen una tendencia peligrosa a concebir que la solución de los problemas pasa necesariamente por hacer desaparecer quienes los causan. Da la sensación de que son incapaces de buscar otras alternativas que no sean acabar de cuajo con el origen de las complicaciones. Borrón y cuenta nueva, es lo que vienen a decir.

El comunicado municipal demuestra una vez más lo que los ciudadanos ya conocen de sobra: que nuestros ediles suelen ser lentos para casi todo, pero sorprendentemente rápidos para algunas cosas. Por ejemplo, en sacar las armas (entendiendo por éstas los buldózer y excavadoras) como ya han demostrado en ocasiones anteriores. Y también dejan traslucir que, a la hora de derribar,  les preocupa un comino que se trate de unas ruinas abandonadas o de un edificio emblemático que ha venido dando servicio a los majariegos, casi sin interrupción, desde que a mediados de los años noventa se puso en marcha.



 

Es pronto para formarse una opinión definitiva sobre este asunto. Falta información más detallada y que se hagan públicos los informes técnicos que determinen la situación real del edificio y las causas que conducen a su declaración de ruina. Sin embargo, el primer aviso ya ha sido lanzado y la piscina cubierta de Huerta Vieja ha quedado en el punto de mira. O, dicho de otra manera, ya se ha pintado una diana en su cubierta.

Queda por ver la respuesta ciudadana y las de los grupos políticos de la oposición, así como el grado de satisfacción que los usuarios de esas instalaciones obtienen en su traslado a otro centro situado a más de tres kilómetros del casco, y cuál es el resultado de implementar esta prestación provisional en la piscina del Valle de la Oliva donde ahora tienen que compaginar sus actividades habituales con los desplazados forzosos, que no son pocos.

Tengo la impresión que este affaire no ha hecho más que empezar y que traerá bastante cola, por lo que seguiremos su evolución con interés. Tal vez nuestra Corporación  recapacite y se decida a encontrar una solución que no suponga la pérdida de una instalación que forma parte de la historia de Majadahonda. Ya veremos. Todo queda sujeto a los intereses que haya detrás.

Y también al empeño de quién depende que no se active el detonador. Supongo que la decisión final estará en manos de nuestro Alcalde y tengo que confiar en su cordura. Sin embargo, mucho me temo que el Sr. Álvarez Ustarroz no sea totalmente consciente del peligro que corre si sigue jugando con este artefacto, y de que es muy posible que, si se mantiene en sus trece y decide llevar a cabo la intervención anunciada, esta bomba le pueda estallar en las manos.



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