En diciembre de 2020, un buscador de tesoros enterrados de esos que van peinando el terreno con un detector de objetos
metálicos mediante ultrasonidos que va moviendo acompasadamente como si
estuviera segando el aire, se llevó un susto tremendo cuando se percató que lo
que había descubierto el aparatito que portaba no era ninguna cosa de valor,
sino todo lo contrario: un obús de la guerra civil que no explotó cuando tenía
que haberlo hecho.
Cinco años atrás se había repetido un descubrimiento similar, solo que en esa ocasión el
protagonista de la historia no fue un aficionado a los inventos mecánicos sino
un trabajador de la construcción que
de milagro no salió volando por los aires. Estaban realizándose movimientos de
tierra para configurar la orografía de lo que sería el Parque Adolfo Suárez,
cuando se topó con el artefacto y a poco no se moja los pantalones el pobre
hombre. Ese mismo 2015 también apareció un proyectil de esa naturaleza en las
obras de remodelación de un edificio en el casco.
Afortunadamente,
ninguno de estos -incidentes tuvo consecuencias graves, y en ambos la
participación de especialistas artificieros de la Guardia Civil fue suficiente
como para desactivar o explosionar de forma controlada las bombas evitando males
mayores.
Obús encontrado durante las obras de ejecución del Parque Adolfo Suárez de Majadahonda (Guardia Civil) |
Resulta curioso
que en nuestro término municipal se produzcan con cierta periodicidad hechos de
este tipo en los que la aparición de objetos tan sospechosos conlleve
mayúsculas sorpresas a quienes están por allí cerca. Sin embargo, tiene su
justificación ya que estos parajes fueron escenarios estratégicos de nuestra Guerra Civil,
concretamente del frente de Brunete y del cerco de Madrid, y por tanto fueron
objetivo de bombardeos y de duras sesiones de artillería para hostigar a las
respectivas posiciones. No es de extrañar, pues, que de vez en cuando asomen
carcasas de obuses o bombas que no llegaron a estallar, a nada que se escarbe
un poco el terreno o se derriben casas antiguas para levantar nuevos edificios.
Aconteceres que, si por una parte pueden deparar algún inesperado sobresalto a
los pacíficos ciudadanos que se topan con esos abominables objetos, por otra
tiene la compensación de saber que al menos entonces no hicieron daño alguno a
nadie, evitando que su mortífera carga causara estragos entre los combatientes.
Sirva esta breve
introducción histórica para entrar en materia valiéndonos de estas efemérides,
con las cuales alguien podría llegar a la conclusión de que nuestro pueblo ya está
acostumbrado a las bombas. Yo, desde luego, creo que no es así, pues por mucho
que se oigan explotar noticias de ese tipo a nuestro alrededor uno no llega
nunca a habituarse a ello. Y menos cuando se trata de fuego amigo, es decir, si
quien las lanza los proyectiles es precisamente el encargado que protegerte.
Me explico.
Después de meses del más absoluto silencio desde que el pasado septiembre se
avisó de que en la instalación deportiva se habían encontrado unas deficiencias estructurales que aconsejaban su cierre, los noticiarios de febrero nos sorprenden con un auténtico
bombazo: la piscina de Huerta Vieja no tiene arreglo y se va a demoler.
En el comunicado de prensa de la web municipal,
fechado el 24 de enero de 2022, se anuncia que el Ayuntamiento levantará un nuevo
polideportivo en Huerta Vieja tras demoler la estructura actual dado que los
estudios técnicos realizados concluyen en la necesidad de una renovación
en su totalidad, lo que supondrá aproximadamente dos años de trabajo. Asimismo
dice que la Concejalía de Deportes iniciará en las semanas siguientes reuniones
con usuarios y afectados para informarles sobre el proyecto. Continúa con que la
piscina municipal de Valle de la Oliva, gestionada por la empresa Forus,
seguirá prestando servicio a los usuarios afectados. Y finaliza mencionando que el Ayuntamiento ya está redactando el proyecto
de la nueva instalación que incrementará la oferta de actividades y ofrecerá
nuevo espacios.
Ignoro las
razones que justifican esta decisión pero desde luego que no se me alcanza que
un edificio que no ha cumplido los 30 años esté en condiciones tan lamentables
que no queda otro remedio que echarlo abajo. Alegan ahora –como ya lo hicieron
en septiembre- que por motivos de seguridad la piscina no puede seguir prestando
servicio, reacción prudente con la que no puede estarse en desacuerdo. Pero de
ahí a decidir demolerlo va un trecho de mucho recorrido.
Yo no soy
experto en construcciones ni sé nada de estructuras, por eso he recabado la
opinión de profesionales solventes del ramo y todos ellos han coincido en que
ese edificio no tiene aspecto de caerse y mucho menos, aún desconociendo su
problemática, que por muy mal que se encuentre no pueda ser objeto de
reparación dentro de unos costes razonables. Y más aún cuando hasta hace pocos
meses seguía en uso y tiempo atrás soportó perfectamente los embates de un
temporal altamente destructivo. Eso me lleva a dudar que los servicios técnicos
municipales consideren que no hay solución para salvar nuestra piscina.
Lo que este
Ayuntamiento transmite con sus sorprendentes declaraciones es que los dirigentes
municipales de Majadahonda tienen una
tendencia peligrosa a concebir que la solución de los problemas pasa
necesariamente por hacer desaparecer quienes los causan. Da la sensación de que
son incapaces de buscar otras alternativas que no sean acabar de cuajo con el
origen de las complicaciones. Borrón y cuenta nueva, es lo que vienen a decir.
El comunicado
municipal demuestra una vez más lo que los ciudadanos ya conocen de sobra: que
nuestros ediles suelen ser lentos para casi todo, pero sorprendentemente rápidos
para algunas cosas. Por ejemplo, en sacar las armas (entendiendo por éstas los buldózer y excavadoras) como ya
han demostrado en ocasiones anteriores. Y también dejan traslucir que, a la
hora de derribar, les preocupa un comino
que se trate de unas ruinas abandonadas o de un edificio emblemático que ha
venido dando servicio a los majariegos, casi sin interrupción, desde que a mediados
de los años noventa se puso en marcha.
Es pronto para formarse
una opinión definitiva sobre este asunto. Falta información más detallada y que
se hagan públicos los informes técnicos que determinen la situación real del edificio
y las causas que conducen a su declaración de ruina. Sin embargo, el primer aviso
ya ha sido lanzado y la piscina cubierta de Huerta Vieja ha quedado en el punto
de mira. O, dicho de otra manera, ya se ha pintado una diana en su cubierta.
Queda por ver la
respuesta ciudadana y las de los grupos políticos de la oposición, así como el
grado de satisfacción que los usuarios de esas instalaciones obtienen en su
traslado a otro centro situado a más de tres kilómetros del casco, y cuál es el
resultado de implementar esta prestación provisional en la piscina del Valle de
la Oliva donde ahora tienen que compaginar sus actividades habituales con los
desplazados forzosos, que no son pocos.
Tengo la
impresión que este affaire no ha hecho más que empezar y que traerá bastante
cola, por lo que seguiremos su evolución con interés. Tal vez nuestra
Corporación recapacite y se decida a
encontrar una solución que no suponga la pérdida de una instalación que forma
parte de la historia de Majadahonda. Ya veremos. Todo queda sujeto a los
intereses que haya detrás.
Y también al empeño
de quién depende que no se active el detonador. Supongo que la decisión final
estará en manos de nuestro Alcalde y tengo que confiar en su cordura. Sin
embargo, mucho me temo que el Sr. Álvarez Ustarroz no sea totalmente consciente
del peligro que corre si sigue jugando con este artefacto, y de que es muy
posible que, si se mantiene en sus trece y decide llevar a cabo la intervención
anunciada, esta bomba le pueda estallar en las manos.
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