En
ese empeño que los próceres municipales muestran en destruir cualquier vestigio
de épocas pasadas como si fuera un lastre que hay que echar por la borda a la
primera oportunidad, el Ayuntamiento ha demolido los muros que quedaban en pie
de la antigua emisora Radio Argentina.
Me
hubiera gustado poder haber escrito sobre esas ruinas con la intención de reivindicar
esa singular construcción como uno de las escasos edificios históricos que aún
se erigían a duras penas en la geografía de Majadahonda, e incluso tratar de hacer un llamamiento para
su conservación aunque solo hubiera sido como un elemento asociado al paisaje del
sur majariego, pero no me han dado tiempo. Sin embargo, lo que sí puedo
hacer ahora es poner de relieve en estas líneas la indiferencia -por no decir desprecio-
con que los ediles de este pueblo tratan el patrimonio y la historia de la
ciudad donde vivo. Y, de paso, aprovechar para decir una vez más que estos
señores a mí no me representan.
Momento de la demolición del edificio de Radio Argentina en Majadahonda (6 de noviembre de 2018) |
Al
parecer, hacía tiempo que ya rondaban esta idea y desgraciadamente, el 6 de
noviembre pasado ejecutaron la sentencia de muerte con la presencia de dos
concejales en los que el Sr. Alcalde delegó para evitar más manchas que
salpicaran su ya lesionada imagen. Les acompañaban la presidenta de la
comunidad de vecinos de una urbanización próxima y su gerente –que llevaban años
exigiendo su derribo- y el presidente de la Asociación de Urbanizaciones, que
fueron testigos satisfechos del crimen que en esos momentos se estaba
cometiendo.
En
el video que acompaña a esta noticia en el periódico digital Majadahonda Magazin se da cuenta del proceso de derribo por empuje del cazo de una enorme
máquina, que a modo de brutal e insensible verdugo en pocos minutos se acaba
con más de 80 años de vida de un centro que en su día fue pionero de las
comunicaciones internacionales. Momentos antes, el Concejal de Urbanismo
contestó a las preguntas de una reportera sobre las razones y circunstancias de
esta operación. Se vio que el Sr. Riquelme, elegante como siempre y con cara no
haber roto un plato, tenía el guión bien aprendido y lo soltó de carrerilla;
pero también se vio que el discurso era más bien corto y simple, de modo que
para dar tiempo volvió a repetir lo mismo dos o tres veces: que si el peligro
para los viandantes (como si por allí pasaran más individuos que los grafiteros
que pintan las vallas del cementerio, los asistentes al homenaje de los
mártires rumanos una vez al año, o los que vierten escombros en los
alrededores); que si la suciedad (como si las ruinas fueran las culpables de la
desidia municipal en recoger la basura y en perseguir a quienes la arrojan);
que si los vecinos llevan reclamando esa actuación hace mucho tiempo (como si
el Ayuntamiento fuera diligente en atender las peticiones vecinales), que si
bla, bla, bla. Y para terminar, cómo no, la coletilla que venimos escuchando
reiteradamente y que ya nos tiene aburridos: que esa construcción era impropia
de la calidad de vida que tiene una ciudad como Majadahonda. ¡Tendrá cara dura
y poca vergüenza!
El
Sr. Riquelme pretende que los ciudadanos nos traguemos esa sarta de hipocresías
como si no fuéramos continuamente espectadores -si no víctimas- del abandono en
que se encuentran muchos edificios municipales, hasta el punto de que algunos
de los cuales presentan tales de deficiencias que podrían calificarse de
peligrosos, insalubres y no adecuados a las normas de utilización o evacuación.
Lo mismo pasa con las calles, llenas de baches y remiendos, y las aceras, donde
cada día es más fácil tropezar y dejarse los piños. Y no es una situación de
ahora sino que ya es un mal crónico que arrastra este pueblo desde hace décadas
sin que ninguno de los gobiernos municipales de las últimas legislaturas haya
tenido la intención de abordar. Así que no nos venga con esas peroratas, porque no se las cree nadie. El Sr. Riquelme
sabe de sobra que la propiedad de los terrenos pertenece al Estado, según las
condiciones establecidas en el contrato firmado con la empresa Radiar, S.A. y
no a ningún particular como dijo en la entrevista; en cualquier caso, también
sabe que la colocación de una valla de protección en torno al edificio cuesta
menos que la demolición del mismo, pero que de haber elegido esa opción el
Ayuntamiento se obligaría a sí mismo a vallar todas sus parcelas.
Lo que no dice el Sr. Riquelme es que la desidia municipal ha sido manifiesta en lo que se refiere al cuidado de este edificio y su entorno, que se ha abandonado deliberadamente con la esperanza de que se cayera solo y que, como todavía aguantaba, hubo que ayudarle a base de empujones. Las fotografías adjuntas muestran el estado de la emisora entre los 2011 y 2018 y cómo el avance de la ruina y el deterioro progresivo se ha hecho palpable en los últimos años, en los que la proliferación de escombros y basura a su alrededor ha sido constante sin el menor atisbo de preocupación por parte de los servicios municipales.
El
caso es que el analfabetismo cultural de que hacen gala nuestros representantes
políticos, tal vez apoyados por informes técnicos y jurídicos municipales, ha
echado abajo uno de los pocos resistentes del pasado cuyos restos han hecho
desaparecer de inmediato como si en aquel cerro no hubiera estado nunca. Se da
la circunstancia de que en abril de 2016, esa construcción había sido incluida dentro
del Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de Majadahonda según
señala el medio informativo antes citado. Da mucha pena pensar que con
esta acción se ha perdido una buena oportunidad de haber convertido la antigua
emisora en un museo de la ciudad, un centro de interpretación de las batallas
que tuvieron lugar, un taller municipal de comunicaciones, un mirador con
excelentes vistas o cualquier centro histórico o cultural de los que
Majadahonda demanda. Y más pena, si cabe, presenciar la pasividad de los
concejales y partidos de oposición que han sido cómplices en este crimen. Porque
si unos se encargaron de apretar el gatillo, otros contribuyeron a engrasar el
arma, ajustar el punto de mira y ponérsela en las manos.
Lo que no dice el Sr. Riquelme es que la desidia municipal ha sido manifiesta en lo que se refiere al cuidado de este edificio y su entorno, que se ha abandonado deliberadamente con la esperanza de que se cayera solo y que, como todavía aguantaba, hubo que ayudarle a base de empujones. Las fotografías adjuntas muestran el estado de la emisora entre los 2011 y 2018 y cómo el avance de la ruina y el deterioro progresivo se ha hecho palpable en los últimos años, en los que la proliferación de escombros y basura a su alrededor ha sido constante sin el menor atisbo de preocupación por parte de los servicios municipales.
Estado del edificio de Radio Argentina en abril de 2011 |
Estado del edificio de Radio Argentina en noviembre de 2017 |
Estado del edificio de Radio Argentina en marzo de 2018 |
Para
los registros de Historia quedarán páginas brillantes que protagonizó la
emisora, que mucha gente desconoce y ni siquiera imagina. Javier M. Calvo
Martínez, en el blog Frente
de Batalla recoge la historia y los distintos avatares de este edificio
aportando datos de su construcción como estación receptora de radio tras la
compra de los terrenos por parte Radiar, S.A., una sociedad de argentinos
enamorados de las comunicaciones; de sus primeros años de funcionamiento como estación receptora de las
emisiones de Radio Argentina; de los destrozos ocasionados por la guerra civil
y su reconstrucción posterior; de su utilización a partir de 1957 como enlace
de las comunicaciones de las Bases norteamericanas en España con su Cuartel
General en Houston; de su adquisición en 1970 por Telefónica para el tráfico
telegráfico internacional; y de su declive cuando las nuevas tecnologías hicieron que sus instalaciones quedaran obsoletas. Desde entonces solo desinterés y abandono.
En
la vaguada que se hunde hacia la cuenca del Guadarrama como una parte del relieve
que da nombre a esta ciudad, ya no se destaca la silueta que antes emergía del cerro que alberga el cementerio y que se mantenía sosegada, hierática y misteriosa como un silencioso homenaje a los tiempos
gloriosos de la radio y el telégrafo.
Descanse por fin en paz.
Descanse por fin en paz.
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